Capítulo 41

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Atravieso la sala del hospital con el corazón en las manos. Sabía que mi madre no era la mejor del mundo, era mala, muy mala; pero eso no le quitaba el echo de que fuera mi madre, como he dicho en varias ocasiones. La quiero mucho aunque el sentimiento no sea mutuo, aún no estaba preparada para verla partir de éste mundo, aún no.

Daniel sigue mi ritmo hasta que nos tenemos que detener en recepción a preguntar por mi madre, él se encarga de eso, las enfermeras nos dan el dato e inmediatamente nos dirigimos hacia donde nos indican, alcanzo a ver a David al final del pasillo, sentado en una de las tantas sillas que adornan el lugar, cuando nos ve se levanta de inmediato.

—¿Cómo está ella?— es lo primero que pregunto.

—Muy mal, Natalia. No te voy a mentir, Nadia está muy mal.

Me llevo las manos a la boca para evitar un posible sollozo, David da un paso y cuando está cerca acorta la distancia entre nosotros con un abrazo que me tranquiliza sobremanera, me permito llorar en sus brazos.

—¿Que fue lo que pasó?— cuestiono cortando el abrazo.

David se pasa la mano por la cabeza en signo de estrés.

—Cuando te fuiste de la casa ella empezó a sentirse muy mal, al principio pensé que fingía pero era cierto, su piel se engranojó mucho, empezó a sudar una fiebre, le preparé un té y eso la calmó, decidí quedarme a pasar la noche con ella en caso de que empeorara, me quedé en tu habitación, espero y no te moleste.

—No, de todas formas ya no vivo
ahí— respondo tomando asiento.

—Bueno, pues como decía, esta mañana ella amaneció muy mal y tuve que traerla al médico, hasta delirando estaba.

—Todo es culpa mía— confieso. 

—¿Que? Tú no tienes la culpa de
nada— dice Daniel incrédulo.

—Claro que si, la pelea de anoche fue muy fuerte y por eso se puso así.

—Ella se lo buscó— dice.

—No es tu culpa, Natalia. Solo reaccionaste como cualquier persona normal— intenta animarme David.

Ignoro sus comentarios de ánimo, más bien me concentro en mirar hacia la puerta de emergencias en espera de una enfermera o algún doctor. Daniel se sienta a mi frente, se queda mirándome con preocupación, su mirada me pone mas nerviosa, así que mejor decido ponerme a dar vueltas por el pasillo, debería de marearme y desmayarme y que todo sea un sueño, menos lo de anoche claro.

Instintivamente me sonrojo y observo a Daniel por el rabillo del ojo, Dios, es increíble en todo lo que hace definitivamente.

Me regaño mentalmente, no debería de estar pensando ese tipo de cosas en éstos momentos. Pero es que es inevitable observarlo sin derretirme, es tan jodidamente sexy en todo el sentido de la palabra, es capaz de excitarte hasta con la mirada el muy maldito. Con razón tiene a tantas locas necesitadas detrás de él, es el puto amo en el sexo.

Aprieto fuertemente los ojos intentando alejar esos pensamientos morbosos de mi cabeza, estás en un hospital Natalia, tu madre está grave, cálmate.

Me acerco al bebedero por un poco de agua, me la bebo toda de un trago a ver si se me baja lo fogosa ¿cómo me convertí en esto? Era una chica inocente, tranquila, alejada de todo pensamiento malvado y mírame ahora, tengo la mente de una actriz porno. En lo que me ha convertido Daniel.

Vuelvo con mi anterior trabajo de dar vueltas de un lado a otro en el pasillo, David me mira impaciente, diciéndome con la mirada que me detenga pero lo ignoro.

AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora