—¿Dónde te habías metido? —dijo Yumi sentándose a horcajadas en la silla que había enfrente de su mesa. Isabella bufó al ver a la devoradora compulsiva de chupa-chupps peligrosamente cerca de sus informes. No era la primera vez que tenía que dar explicaciones por las misteriosas manchas rosas que aparecían en alguno de ellos.
—Se te caerán los dientes si siguen chupando esas cosas —gruñó, arrojando el bolso a una esquina.
La joven enseñó dos perfectas hileras de dientes blancos.
—Ni una caries —replicó orgullosa—. Genética materna. ¿Dónde has pasado la mañana? Hyde preguntó por ti. Bueno, preguntó por no sé qué trabajos que tenías que corregir para mañana.
—¡Oh, mierda! ¡Los trabajos! Se supone que mañana tienen que estar colgadas las notas. Yumi...
—Ah, no. No me mires. Con lo mal que me tratas solo te acuerdas de mí cuando me necesitas —dijo Yumi, frunciendo los labios con un puchero exagerado.
—¿Qué es lo que quieres, Yumi? —suspiró Isabella, temiéndose un chantaje por parte de su compañera.
—Información. —Su sonrisa era un fiel reflejo del triunfo—. ¿Te has acostado con él?
—¡Yumi! ¿No tienes vida propia? —protestó.
—La verdad es que... —Tomó aire antes de continuar—. No. Por eso vivo la tuya así que cuéntame, vamos, y no escatimes detalles morbosos. Si quieres, puedes usar el sistema métrico decimal para que me haga una idea de las medidas exactas. ¡No! Mejor dímelo en palmos.
—No voy a hablar de John —dijo, pero no pudo evitar que una sonrisa aflorara en sus labios al pronunciar su nombre y recordar la despedida.
—John Doe... suena muy misterioso —susurró Yumi haciéndose la interesante—. Como alguien que guarda grandes secretos, con un pasado oculto. ¿Estáis saliendo? —insistió.
—¿Sabes qué? Creo que si dejo de hablar contigo y me concentro en los putos trabajos, conseguiré acabarlos —respondió más molesta de lo que solía estar. Yumi gruñó y le sacó la lengua, pero volvió a su mesa e Isabella supo que había conseguido quince minutos de paz. Con suerte.
Yumi conseguía sulfurarla muchas veces, parecía su hobby y era realmente buena en ello, pero esta vez había sido demasiado fácil, incluso para ella. Pero todo era demasiado complicado. Hablar de John era complicado, hablar de sus sentimientos era complicado... Cuando había llegado al despacho y encendido su ordenador, tenía una idea muy clara del que iba a ser su siguiente paso pero la conversación con Yumi y el encargo de su profesor lo había relegado todo a un segundo plano. Resopló antes de coger el bolígrafo rojo y empezar a corregir uno de los trabajos, tampoco le quedaban tantos, pero era cierto que últimamente había estado muy distraída. Pero había algo que rondaba su mente y no la dejaba concentrarse. Era algo que tenía que saber y que no conseguía recordar.
—Yumi —preguntó, rezando por no lamentarse por volver a centrar la atención de su amiga—. ¿Te suena algo llamado el País de los Juguetes?
—Me suena —admitió la joven—. ¿Peter Pan?
—No, ese era Nunca Jamás.
—¿Alicia, quizá? No, ese era el País de las Maravillas. Es que me suena a película Disney.
—Sí, ¿verdad? —Ella también había tenido esa sensación.
—¡Pinocho! —dijo Yumi golpeando la mesa—. Es el sitio al que van los niños que no quieren ir al colegio. Les dan chucherías y juguetes y se acaban convirtiendo en burros. Siete días a la semana y los siete es Domingo —recitó de memoria—. Una moraleja para mandar a los niños al colegio o se convertirán en burros que llevarán a más niños al País de los Juguetes.
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... O te sacarán los ojos
FantasyHa pasado un año desde que sucedió todo. John ha rehecho su vida lejos de su pasado. Pero no todo es perfecto. Algo está pasando. El cansancio y los dolores de cabeza se suceden día sí y día también, y cada mañana aparecen cicatrices sobre su cuerpo...