Isabella

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Los árboles pasaban a grandes saltos por la ventanilla del coche, iluminados, de tanto en cuando, por alguna farola solitaria. Le costó un minuto situarse, se había quedado dormida, otro minuto más reconocer la voz que cantaba, sin duda, creyendo que no podía escucharle. Aunque ya estaba despierta, se quedó quieta, con los ojos cerrados, fingiendo ser presa del sueño por tal de seguir escuchando su voz. La canción la había oído mil veces antes y nunca se había parado a escucharla.

—Isabella —dijo John, interrumpiendo su canción y empujándola con suavidad para despertarla. Isabella fingió un gran bostezo y se desperezó en el asiento. John se rio con suavidad—. No ganarás un óscar con eso. ¿Cuánto tiempo llevas despierta?

—Un rato —confesó divertida—. Lo suficiente para escucharte cantar. Eres bueno, ¿lo sabías? Podrías dedicarte a ello.

—Gracias —contestó John.

—Eres guapo, con talento... Seguro que te conviertes en una estrella. —John frunció el ceño pero ella supuso que era porque se sentía incómodo. «Al cuerno, John, no voy a dejar que seas un camarero toda tu vida»—. ¿Qué piensas hacer? —le preguntó.

—¿Cómo? —John no sabía a qué se refería.

—Cuando todo esto acabe. Cuando, de la forma que sea, Ray no sea más que un mal recuerdo y te hayas deshecho del pajarraco. ¿Qué piensas hacer?

—No... no hago planes más allá de esto —dijo con una sonrisa forzada que no iluminó sus ojos—. Ya lo veremos cuando llegue el momento, ¿vale? Me dijiste que te despertara cuando llegáramos a Iowa.

—Sí... —Todo el día en la carretera le había dejado el cuerpo dolorido—. Aparca en el primer motel que encuentres que no alquilen habitaciones por horas —dijo con voz cansada—. Y si tiene restaurante, mejor que mejor. Tengo hambre y necesito una ducha con urgencia. Y una cena caliente, sí, eso también lo necesito.

—Sí, estaría bien una ducha caliente para variar —dijo John.

—¿No te duchas? Pues lo disimulas muy bien —bromeó Isabella.

—¡Ja! ¿Qué haces desperdiciando tu talento en la universidad si podrías estar en Saturday Night Life? Me ducho cada mañana, listilla, pero con agua fría. Mi piso no tiene instalación para el agua caliente —explicó—. El precio de la independencia.

—Bueno, dicen que es buena para el cutis —dijo con un escalofrío— ¡Mira! Ese no tiene mala pinta —exclamó señalando el letrero luminoso que indicaba la cercanía del motel—. Al menos, no parece la casa de Norman Bates.

***

El sonido del agua le indicaba que John estaba en la ducha. Aprovechó la oportunidad y sacó su pequeño portátil. Comprobó que hubiera red y, al encontrarla, dio gracias a Dios de que el Motel contara con una buena red WiFi. Buscó en el Google la dirección del FBI de personas desaparecidas y tecleó el nombre de Marie Sawyer. Dedicó una mirada preocupada a la puerta del baño. Por algún motivo, John no quería que buscara a su familia. Quizá era remover viejas ilusiones que nunca se hicieron realidad pero, hasta ahora no sabía el nombre de su madre.

—La de cosas que te habrías ahorrado si M pudiera hablar directamente contigo —pensó en voz alta. Aunque claro, eso probablemente habría implicado que no se conocieran. «O que todo hubiera acabado con el puñetazo».

Tamborileó con los dedos la superficie de la mesa mientras esperaba a que aparecieran los resultados. Frunció el ceño cuando un mensaje le informó que no había coincidencias en la base de datos y le recordaba que a lo mejor no había escrito el nombre correctamente.  «Marie, o Rose-Marie, o Mary, Marie es un nombre afrancesado, a lo mejor es del sur... Es igual, probemos con Sawyer». Tecleó el apellido y esperó a que el programa respondiera. El rostro se le iluminó cuando aparecieron ante sus ojos una cincuentena de resultados. Hizo una búsqueda por sexos pero el número no disminuyó mucho. Treinta y cuatro resultados correspondían a mujeres de diferentes edades que se apellidaban Sawyer, no eran muchas si hacía caso a las estadísticas que salían cada día por televisión. Eliminó las más recientes y le quedaron quince mujeres de edades comprendidas entre los trece y los treinta años.

... O te sacarán los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora