Isabella

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Un día duro y, sin embargo, le había dejado un regusto dulce en los labios. Cuando abrió los ojos, los últimos rayos del sol se despedían y las primeras estrellas aparecían en el firmamento. Una a una, las farolas comenzaron a encenderse y una luz artificial se filtraba por las cristaleras. Poco a poco, como las sospechas de una mujer engañada, la noche llegó sin avisar hasta que no hubo nada más y el día y su luz, no era más que un recuerdo perdido en la memoria de las horas anteriores.

El rugido de su estómago le recordó que no había comido nada desde el bocadillo apresurado de la noche anterior. Se acercó a la nevera y rebuscó en su interior esperando encontrar algo con lo que saciar su apetito. Pero una idea se filtró en su subconsciente; la de cocinar. Ser una buena novia y preparar una cena para su pareja. Una sonrisa tonta se dibujó en su rostro al definirse a sí misma como «novia». Siempre había odiado esas cursilerías —«Siempre no, ¿recuerdas el instituto?»—, pero en esta ocasión el corazón le latía como el de un pajarillo y tenía el estómago lleno de mariposas. «Tonterías, Isabella, eso es hambre».  Al abrir el frigorífico se encontró con que este estaba más lleno de eco que de otra cosa. «Un par de paquetes de salchichas, algo de fiambre, huevos...». No encontró nada que pudiera definir como ingredientes para una buena cena. Un tentempié, un desayuno frugal, tal vez, pero nada que se pudiera cocinar. Isabella resopló cuando sus planes de preparar una cena romántica para dos se fugaron por el desagüe antes de llegar a materializarse. «Quizá pueda encargar una pizza...»

Al lado del teléfono encontró un sobre cerrado. Venía a nombre de John y parecía expedido por algún laboratorio médico. «Analíticas, seguro», pensó al reconocer el nombre del remitente. Ella misma había recibido varios de esos. Se mordió el labio y luchó con la tentación de abrir el sobre y ver el contenido.  Jugueteó con la carta entre sus manos y al final, la dejó al lado y cogió folleto de la pizzería. «Un par de individuales o una familiar... Para nosotros con una familiar creo que... Oh, mierda, ¿y si Adams se queda a cenar?».

Miró por la ventana empezando a sentirse preocupada. Ambos habían dicho que volverían pronto pero de eso hacía varias horas y, de nuevo, había empezado a llover.

—¡Maldita lluvia! —masculló en voz alta. John no había llevado paraguas, eso seguro. Tal vez se había refugiado en algún sitio a esperar a que amainara el temporal pero, viendo los precedentes del último mes, eso podía tardar mucho en suceder. M estaba allí, en el alféizar del edificio contiguo, observando la calle. Isabella contuvo la respiración pero se sintió algo más tranquila al ver el animal. Si el cuervo estaba allí, John no podía estar muy lejos. Nunca se apartaba de él.

El sonido del timbre la sacó de sus cavilaciones y aceleró su corazón.

—¡John! —exclamó a la par que abría la puerta. Pero no era el joven quien aguardaba allí, era Adams, el extraño individuo que la había salvado la noche anterior. A pesar de que le debía su vida, ese tipo le erizaba el vello de la nuca—. Eres tú. ¿Dónde está John? —preguntó al ver que estaba solo.

—¿No ha regresado aún? —preguntó, entrando sin esperar una invitación.

—Pensaba que estaba contigo.

—Lo estaba pero... necesitaba un tiempo a solas —murmuró Adams—. El pájaro está allí fuera —observó—, el chico no debe de andar lejos. Esperaré. Mientras tanto, puedes ir haciendo su maleta. Tiene que dejar la ciudad esta misma noche. Antes, habría sido mejor.

—La maleta, ¿no? A ver si acierto, los fantasmas solo salen de noche.

—No. Los fantasmas están siempre pero de noche la frontera entre los mundos es más delgada —explicó Adams—. La cercanía de la muerte se nota más cuando hay miedo y la luz ahuyenta a casi todos los miedos. La oscuridad es lo que da la verdadera fuerza a los espectros, la oscuridad y el terror que lleva con ella. Un callejón no da el mismo miedo de día que de noche. La fuerza de los espectros no es la misma de día que de noche. De día no son más que recuerdos de nuestros temores, sombras en nuestros pensamientos. No, es de noche cuando adquieren todo su poder y fuerza.

... O te sacarán los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora