John

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Isabella colgó el teléfono con una expresión satisfecha.

—Vendrá —dijo con una sonrisa.

—¿Chapero colgado? —repitió John frunciendo el ceño. Eso le había dolido. Hacía muchos años que nadie le llamaba algo parecido. La mayoría de las veces solían referirse a él como pobre víctima y no como... chapero. Dolía. Era como lo que solía llamarle Ray, su «chico de la alegría». Incidía en su parte de responsabilidad en lo que había hecho en el pasado. Como si todo hubiera sido culpa suya. Y, en ocasiones, eso le asfixiaba tanto como los recuerdos.

—Vaya, lo has oído.

—Con lo que gritaba lo han oído en China —exclamó con un bufido mientras metía una nueva bala en el cargador—. ¿Te ha dicho que vendría?

—No, ha dicho que no lo haría pero lo hará, por supuesto —dijo Isabella—. Pero aún falta una hora para que llegue el momento, no deberías impacientarte. Claro que vendrá —dijo en tono conciliador acariciándole la cabeza. John apartó su mano casi sin darse cuenta, y ese gesto pareció molestar a su novia. «Mi novia...». No, lo habían dejado el día anterior. Cuando John se había despedido con una nota en el espejo. «Ahora no hay tiempo para eso», se dijo. Aunque en realidad, ya no había tiempo para nada.

—Lo siento —dijo John al ver su expresión—. No quería...

—No importa —se apresuró a decir Isabella—. No.... No hemos hablado de nosotros.

—No hay nada de qué hablar —dijo John con una mueca, y se centró en su pistola. No podía mirarla a la cara. Era imposible—. Podemos acabar hoy o dentro de tres días. Deberías haberte ido.

—Ya hemos hablado de eso —dijo Isabella, y era cierto, aunque todas las veces que habían comenzado la conversación esta se había interrumpido por un motivo u otro—. No voy a marcharme. Estoy contigo hasta el final. Como amiga o como novia, eso no importa. No voy a dejarte solo.

«Gracias», quiso decir, pero no lo hizo.

—Deberías marcharte —dijo señalando el coche—. Si Jacobs te ve aquí sospechará. Yo me esconderé por allí y esperaré.

—¡Falta más de una hora! —exclamó Isabella.

—A lo mejor se presenta antes de hora para asegurar la zona —dijo John encogiéndose de hombros—. Si fuera así, lo mataría y tú no tendrías nada que ver. Oye... no me gusta haberte involucrado. Esto es... desagradable. Lo siento, de verdad, no quería...

—Lo sé —dijo la joven asintiendo con la cabeza—. Lo has dicho mil veces. Lo hago por ti pero también lo hago por mí. Ray intentó matarme, ¿recuerdas? He estado contigo, si no acabamos con él vendrá a por mí, estoy segura.

—Gracias por no presionarme —bromeó John con sorna, aunque la idea le aterrorizaba.

—Sí... —Isabella le miró un momento, y luego desvió la mirada mientas el rubor cubría sus mejillas.

—¿Qué pasa? —preguntó John.

—Si no tuvieras que matar a gente... ¿cómo pasarías tus últimos días? —preguntó ella.

John se quedó callado. Se había tomado el plazo de Adams como una cuenta atrás, tiempo extra para cumplir su cometido, ni siquiera se había planteado disfrutar de ese tiempo prestado. «Ya estoy muerto», se recordó para no entrar de nuevo en su bucle depresivo.

—No lo sé —dijo—, pero pensaré en ello.

—Tienes una hora —dijo Isabella subiendo a su llamativo cochecito—, eso es mucho tiempo para pensar.

... O te sacarán los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora