El Condenado

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El pájaro llegó volando y se posó en la barandilla del estanque, mirándole con curiosidad.

—¿Qué haces tú aquí? —se extrañó el condenado. Extendió su mano, y, con una confianza que ningún ser de la creación se había tomado con él, se subió a ella y le miró con curiosidad—. ¿Y esto?

El viento sopló y le trajo rumores de sombras y promesas de futuro.

—Un regalo —repitió sorprendido—. Un cuervo inmortal con alma humana. Un compañero de condena.

Adams comenzó a reír a carcajadas. La eternidad era muchísimo tiempo y ya había recorrido gran parte del camino, pero lo más duro estaba por llegar.

Era bueno saber que no estaría solo.

FIN

... O te sacarán los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora