David

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Condujo carretera abajo poniendo al límite la resistencia del vehículo y la suya propia ya que el vacío del barranco le saludaba peligrosamente cerca. No muy lejos, la ranchera de Monroe levantaba una nube de polvo que apenas le dejaba ver por dónde iba y arrancaba ventaja en cada curva. El tipo debía conocerse la carretera como la palma de su mano, David no tenía ninguna posibilidad de alcanzarle por ese terreno, pero no iba darse por vencido. John dependía de él. Isabella dependía de él. Y ese cabrón le había arrebatado a su mujer y a su hijo.

Ese pensamiento estaba en su cabeza cuando lo escuchó de nuevo, el llanto del bebé. Allí, en ese lugar. Lo sabía. Corría peligro y necesitaba su ayuda. Y él no conseguía llegar.

Entonces pasó algo curioso. El cuervo pasó rozando con sus alas la ventanilla del coche y se dirigió directamente a la camioneta del mecánico. Al poco rato, la vieja ranchera empezó a dar bandazos de un sitio a otro hasta que, ante la mirada impotente de David, el vehículo se precipitó por el barranco dando vueltas de campana.

David detuvo su coche y se bajó de él, corriendo barranco abajo, con cuidado de no caerse y acabar, también él, rodando hasta el fondo. Las piedras estaban muy sueltas y la mayor parte de la bajada fue una especie de surf entre la gravilla y el polvo. No tardó más de un par de minutos en llegar hasta la camioneta. Sacó la pistola e inspeccionó su interior.

Dio un respingo cuando el cuervo salió volando por la ventanilla y se posó en una rama cercana. En el interior de la cabina, Gary Monroe yacía en una postura imposible sobre el salpicadero de su camioneta, con el volante incrustado en el pecho. David le colocó las manos en el cuello para buscar su pulso y suspiró aliviado cuando no lo encontró. Al retirar la mano, el rostro se giró y unas cuencas vacías se volvieron hacia él, de una de ellas, todavía colgaba una masa viscosa.

El cuervo graznó detrás de él y se posó en el capó del coche, dando cuenta de su pequeño festín. Entre las garras, y picoteándolo con fruición, tenía un ojo.

... O te sacarán los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora