John

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Se despertó a los pocos minutos de que Isabella hubiera cerrado la puerta, o eso le había parecido a él. Miró el reloj que había encima de la mesita y se dio cuenta de que esos minutos había sido algo más de media hora. Poco, para los que le habían dicho que descansara, demasiados si contaba que su provisión de minutos estaba peligrosamente cerca de agotarse. Decidió levantarse, obligado y castigado por el dolor agudo e intermitente que se transmitía desde su hombro y cogía desde el cuello hasta la mano. Encima del escritorio cercano, había una bandeja con comida que todavía humeaba y una pastilla para el dolor que le dirigía miradas seductoras alentada por nuevas ráfagas de la herida. John cerró los ojos y agarró el vaso de agua, tragó su contenido en tres largos sorbos antes de arrojar la pastilla por la ventana abierta.

Aunque ya era otoño, hacía calor y apenas una fresca brisa se filtraba por las cortinas. John se sentó en el alféizar y dejó que ese aire frío le acariciara el rostro y se llevara parte de su dolor. Observó de nuevo, con desgana, el contenido de la bandeja y su estómago saltó corroborando lo que se temía, tampoco cenaría esa noche.

Un aleteo captó su atención y no se sorprendió cuando el pájaro negro se posó a su lado en el alféizar.

—¿Dónde te habías metido? —preguntó, acariciando el pecho del cuervo con un dedo. El ave, por supuesto, no contestó, se limitó a quedarse allí dirigiendo miradas esquivas a la bandeja de encima de la mesa. John sonrió y le acercó un pedazo de carne de estofado—. Sé que te gusta más cruda —dijo—, pero se supone que es mi cena, no la tuya—. M graznó agradecido y dio cuenta de la carne sin poner muchas objeciones. John se rio un poco y, al instante, el dolor del hombro le recordó su condición de herido y se preocupó, más que por la herida, por lo que significaba que el cuervo no pudiera curarle—. Tranquilo —le dijo, sentándose en el suelo para poder tenerlo a la altura de la cara y hacer eso que dicen que no se debe hacer con un pájaro, y menos con un cuervo; mirarle a los ojos—. No te preocupes por las heridas, de esta no me moriré. Supongo que no puedes hacerlo todo a la vez, ¿verdad? Cuidarnos de que Ray nos encuentre y mantenerme vivo. —John suspiró y observó la pequeña constelación de puntos rojos, del tamaño de una moneda de dos centavos, que cubría sus brazos y pecho. No las había contado pero debía haber muchas. Un cargador entero—. No pasa nada. Mañana acabará todo. Iré a buscar a ese tipo y... lo haré, esta vez sí. No puedo dejar que Isabella o mi... el agente Jovovich resulten heridos. ¿Has visto? —dijo con una mueca—. He estado a punto de decir mi padre. Un poco tarde, ¿no crees? Sé que supone que esto está más que hablado y que no hay nada que tú o yo podamos hacer para cambiarlo pero no es justo. No lo es. De todas formas... supongo que es mejor así. No soy el tipo de hijo perdido que alguien quiere encontrarse. ¿Cómo era? Jacobs lo ha definido muy bien: un chapero yonki. Sí, iba a causar furor en las comidas familiares de Acción de Gracias. —John se rio de su chiste aunque no tenía maldita gracia. El cuervo había acabado de comer la carne y le miraba con curiosidad. Él se sentó en el alféizar y dejó que el ave se posara sobre su pierna. Quizá fuera una estupidez, pero la presencia de M le reconfortaba—. ¿Sabes? Me gustaría ir atrás en el tiempo y pararlo todo. Si él hubiera venido a buscarla.... Si ella no hubiera mantenido el secreto... Si Ray O’Malley no se hubiera fijado nunca en la camarera del Happy Dog... Son muchos «¿y si?», ¿verdad? Estoy muy cansado —dijo mientras pasaba su dedo por el gaznate del cuervo—. Tanto que estoy empezando a desear que se acabe la semana. No sé qué hay después pero no puede ser peor que esto, ¿verdad? O sí, dicen que las cosas siempre pueden ser peores. ¿Sabes? Empiezo a tener curiosidad. Espero no ir al infierno —añadió con una mueca—, pero supongo que no he hecho muchos méritos para ir al Cielo. Creo que si consiguiera olvidar, ya estaría bien. Olvidarlo todo. ¿No podría...? —se rio de su absurda idea—. Déjalo, es una tontería. Pensaba que... me gustaría volar.

... O te sacarán los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora