John

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John estaba tirado en el banco de la celda, con la vista clavada en el techo. Intentar conciliar el sueño, con todo lo que había pasado, se le antojaba una misión imposible, al menos, para él. Le habría gustado quedarse con una de las fotos de Marie, solo una, para recordar cómo era mientras estaba viva. Si se lo hubiera sugerido a Jovovich le habría pegado un puñetazo. Es igual, había cosas a las que no tenía sentido aferrarse. «Extiende tus alas», le había dicho su fantasma antes de desvanecerse. Y eso había intentado. Aunque no se le había dado especialmente bien. Se suponía que, si por milagros del destino conseguía poner punto y final a su misión, él moriría pero... ¿qué sería de él? Si algo le había demostrado todo por lo que estaba pasando era que las cosas no se acababan con la muerte. Había algo más. Cielo, infierno, rencarnación... de eso no sabía nada, pero fuera cual fuera el resultado, estaba aterrado.

Se permitió unos instantes para imaginar cómo habría sido su vida si Ray O’Malley no se hubiera cruzado por medio. No habría habido País de los Juguetes, quizá seguiría en Los Valles, trabajaría en un taller, siempre se le había dado bien la mecánica... Pero no, si Ray O’Malley no se hubiera cruzado en su camino, Marie habría llegado a Los Santos, le habría dicho al agente Jovovich que tenía un hijo. Se habrían casado y John habría tenido la familia con la que soñaba cuando estuvo en el orfanato. Quizá también habría acabado en Downton, como uno de esos universitarios a los que servía café.

—Hola, chico —dijo una voz sacándole de su ensoñación—. ¿No duermes?

—No puedo dormir —dijo incorporándose, la voz le falló al hacerlo, no era consciente de lo cerca que había estado de ponerse a llorar—. La cama es muy incómoda —respondió con una mueca burlona.

—Sí, es una habitación poco acogedora —bromeó el policía detrás de la puerta, era el agente Jacobs, el policía de Los Valles que investigaba el caso de O’Malley—. Oye, chico, sé que antes no he sido muy amable contigo, estamos todos un poco nerviosos con este caso y que... bueno, que encuentres un cadáver en medio del desierto no ayuda, la verdad.

—Supongo que no —admitió John.

—La verdad es que quería pedirte disculpas —dijo Jacobs—. Con todo lo que has pasado, deberíamos tratarte como la víctima y no como a un sospechoso. No puedo dejarte ir, lo siento —añadió antes de que pudiera hacerse ilusiones—. Sigue habiendo demasiadas preguntas sin respuesta pero no hay motivos para que pases la noche en una celda como si fueras un delincuente. He hablado con el agente Jovovich y le ha parecido bien. Te trasladaremos a un motel que hay a las afueras del pueblo. Pondremos vigilancia en la puerta, para protegerte —dijo, como si le tuviera que dar explicaciones—. Es lo normal con los testigos.

—Cambiarán mi celda por otra más grande —resumió John.

—Más grande, más cómoda y con una ducha —recordó Jacobs—. Pero si prefieres la decoración espartana y los colchones de tablas pues...

—No —se apresuró a responder—. No, está bien y... lo agradezco. Lo siento, no pretendía ser tan quisquilloso.

—De todas formas... —dijo Jacobs mostrando unas esposas—, es por precaución.

—Lo entiendo —dijo John y mostró las manos. Las esclavas de metal se cerraron en torno a sus muñecas—. ¿Dónde está su compañero? —preguntó, pensando en el hiperactivo detective que había participado en su interrogatorio.

—En casa. Así es Santos, quiere casos importantes pero solo en horario de oficina —se burló—. Tiene una cría pequeña y toque de queda; a las ocho en casa. De todas formas, no eres un chico peligroso, ¿verdad, Johnny?

Una pátina de sudor frío se formó sobre su frente al escuchar al policía llamarle por el diminutivo que usaba Ray. Pero no tenía por qué pensar mal, Johnny era un diminutivo común. Quizá solo se quería hacer el agradable. Incluso Isabella lo había hecho alguna vez sin mala intención.

... O te sacarán los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora