10.

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Habían veces en las que de un momento a otro volvía a mi casa, me sentaba en el sofá más cercano y no hacía más que quedarme en la misma posición, mirando el techo o un punto en la pared. Era como estaba ahora.

Contemplaba la grieta de una de las esquinas del techo y simultáneamente movía la cabeza hasta otra distinta pero ahí terminaba mi actividad. Ni me había molestado en ocultar el traje debajo de mi ropa normal así que a mi hermana le resultaba complicado cuando alguien venía, todavía más cuando era su novia y le tenía que negar entrar. Era como si todos mis sistemas se apagaran, no hablaba ni comía y tampoco hacía caso a los llamados de emergencia. Alex trataba de ser lo más comprensiva porque sabía bien que me pasaba, pero sugería por momentos que saliera del sofá o que me moviera. Yo sólo seguía mirando las grietas. 

—¿Kara? ¿Hola... ? ¿Trabajo? —agitaba sus manos en mi línea de visión y yo cerraba los ojos a propósito. Si bien no me importaba mucho ni el trabajo, ni salir, ni moverme mi hermana se estaba poniendo muy insistente. Así que luego de casi dos días enteros en el mismo lugar finalmente la miré. 

—¿Qué tengo que hacer para qu... ? —iba quejarme sobre su cualidad en ser una molestia cuando mis ojos se oscurecieron, causando que me mareara y sintiera de nuevo esa pesadez—. Demonios. No ahora, no ahora.

—¿Kara, qué... ?

No quise esperar más tiempo antes de que ocurriera lo que sabía que pasaría por lo que salí volando por la ventana. No sabía que tenía con certeza pero no iba a lastimar a mi hermana. 

—¿¡Kara a dónde vas!?

Apenas sentí el aire de la tarde fue como si algo me golpeara de frente. Y cuando me di cuenta estaba cayendo. Di de lleno contra el asfalto, como un gran meteorito el impacto dejó un hueco enorme en la calle. Pero eso no era lo que me preocupaba. Mi cabeza daba vueltas pero sentía como estaba planeando diferentes cosas que definitivamente no quería hacer. En ese mismo momento algo en mí estaba queriendo destruir todo lo que veía y lo único que me detenía era mi propia mente confundida. 

Muchos transeúntes me miraban extrañados, algunos incluso parecían querer acercarse y tratar de ayudar pero yo seguía en el suelo con los brazos apretados sobre el asfalto ahora roto.

—No... No.

Estaba tan aturdida que apenas al abrir los ojos no pude contenerme e incendiar un auto con la visión de calor. Todos en ese momento comenzaron a correr y agradecí internamente por ello.

—No, no. 

No quería seguir ahí, lo sabía. Intenté impulsarme hacia arriba y mi cuerpo pareció ayudar. Quería volar a otro lugar lejos de cualquiera a quien pudiera lastimar pero mi mente y mi propio organismo no estaban de acuerdo. Con un sonido agudo olvidé lo que estaba pensando, olvidé qué estaba mal o bien y me descubrí pisando el balcón de Lena Luthor. Ella estaba ahí. ¿Por qué demonios siempre estaba ahí? No tardó demasiado en notar mi presencia.

—¿Supergirl? —yo me adelanté y caminé hacia ella.

—Esta capa es una molestia, me toca cada vez que camino. 

—Esto sí que es una sorpresa... Que bueno verte —su sonrisa era grande y sus dientes igual de prefectos. 

—He tenido una gran curiosidad sobre algo desde la última vez que estuve aquí. 

—¿La última vez? 

—Sí —caminé más cerca y vi en su escritorio un pequeño envoltorio, un muffin sin tocar—. Estos me encantan, son mis favoritos. 

No me molesté en preguntar y lo tomé en mi mano, con un dedo toqué la crema que lo cubría y lo lamí. Le di un mordisco luego, me tomé mi tiempo para apreciar el gusto en mi boca. Sabía a algún chocolate raro. Seguramente caro. 

Kriptonita Roja; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora