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Sacudí la cabeza para quitarme los pensamientos que Lena me estaba provocando.

—Es difícil tratar de dejarte si me ves así. Sabes que no puedo quedarme, Lena. Es mejor que vaya a encerrarme a mi misma en una jaula. 

—No hables así. —dejó deliberadamente su mano sobre la base de mi nunca y la mantuvo firme, viéndome con dureza. —No quiero que te sientas mal por lo que pasó, no fue tu culpa, estabas... No eras tú. ¿Bien?

—No puedo dejar de pensar en ese momento. Como caí de pronto y luego como te ví caer a ti, escuchaba tus latidos Lena y no podía moverme.

Mi voz se quebró y ella me abrazó con fuerza, acarició mi espalda de arriba a abajo por sobre la tela de la camisa que ella me había puesto seguramente cuando dormía. No lloré porque la situación me sobrepasaba, era todo demasiado complicado y parecía que siempre había algo peor, como una nube de mala suerte sobre mi cabeza. Me separé de ella y ví sus ojos preocupados.

—¿Estabas leyendome antes? Juro que escuché tu voz. 

—¿Me escuchaste? Pues sí, te leía. Creo que casi no dormí temiendo que despertaras y te fueras. —se rió pero era una risa forzada, ninguna de las dos ahora mismo tenía corazón para ver a la otra y no sentirse dolida pero aún así lo hacíamos. Su mirada no era la usual, la falta de brillo en aquellos ojos verdes me entristeció nuevamente. ¿Cómo podía ser todo tan difícil entre las dos? ¿Cómo podía querer tanto estar con ella y sentirme tan abrumada a la vez? Todas las dudas se abrían paso en mi mente mientras la miraba. El porqué de que besara a Kara con tanta seguridad, sin dejar paso a nada. No podía ser posible que no sintiera nada. Por un momento quise decirle que era yo, decirle que lo sentía por mentirle, por hacerle pasar por tanto. Abrí la boca pero las palabras quedaron estancadas en mi garganta, en cambio dije algo totalmente diferente.

—Ve a dormir, Lena. 

—No quiero dormir. 

—No es un buen momento para seguir con esta conversación. Estás agotada y necesitas descansar, no me iré a ningún lado. 

—¿Lo prometes? —varios segundos me quedé viendo sus ojos y no llegué a entender cómo era posible que ella rompiera todos mis estándares. Asentí y la tomé de la mano para que fuéramos a la cama, se acostó y yo me quedé viendo la ventana de su habitación a mi derecha, abierta, como diciéndome que me fuera mientras pudiera y desapareciera de su vida. Aún tenía su mano apretando la mía cuando volví la vista a ella y me acosté a su lado. Ví el alivio en sus ojos antes de que se acomodara junto a mí y pasara una mano sobre mi estómago, dejó su cabeza apoyada en mi hombro y sabía que debía de estar pensando cientos de cosas, muchas de ellas quizás culpa mía. 

—¿Te habrás ido cuando despierte? —su voz no era más que un susurro ahora, ya había cerrado los ojos. 

—Estaré aquí. 

No volvió a hablar y varios minutos después supe que por la calma en su respiración estaba dormida. Acaricié su cabello por un largo tiempo, miré sus facciones pálidas y aquellos labios que eran tan suaves. 

Sabía que debía decirle la verdad, era tiempo de hacerlo pero, ¿qué pasaba si Lena no quería volver a verme? Aún así era la menor de mis preocupaciones. Todavía no descubría una cura para lo que me sucedía y para colmo tenía una doble dando vueltas por la ciudad que de paso me había amenazado. Rasqué mi frente y rogué por tener al menos unas horas más de paz. 

Me pregunté cómo había hecho Lena para traerme hasta aquí, siquiera como logró que recuperara mis fuerzas cuando sé que no había sol. Miré lo que tenía puesto y me sonrojé pensando en que me había quitado la ropa ella misma. 

Kriptonita Roja; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora