29.

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Volar por National City ahora no me causaba nada más que ansiedad. Quería tan solo llegar a mi destino y la distancia parecía interminable por lo que aumenté mi velocidad. No sé qué sentía, no podía identificar mis emociones, pero tampoco sacar de mi mente el rostro de Lena en aquel video. De igual manera no olvidaba el beso. Volé sobre L-Corp y confirmé que Lena no estaba allí, así que fui directamente a su casa. Sentí que llegué más rápido de lo posible cuando divisé el techo que recordaba y casi me detuve de golpe al darme cuenta lo cerca que estaba. Fui hasta una casa contigua a la suya y me quedé sentada sobre el techo, viendo su tejado, todavía no estaba segura de si debía hacerlo pero lo había estado necesitando apenas ver sus ojos llorosos. 

Suspiré y dejé que mis ojos vieran el interior, dejé que la buscaran y cuando la encontré mi corazón se encogió. Estaba sentada en un gran sofá, en el que había estado yo esperándola como Supergirl la última vez que estuve ahí. Tenía la cabeza apoyada en sus manos y sus codos sobre las rodillas, su pelo estaba desordenado y caía tapando su rostro. Llamó mi atención una botella a su lado con un líquido oscuro y supe que era una de esas bebidas que solía tener Alex en la heladera, whisky, tal vez éste más caro y más fuerte. Me sobresalté cuando se movió y estiró el brazo hasta la botella. 

—No bebas, por favor. 

Cuando la tuvo en su mano y la acercó a su boca, su cabello se movió y pude ver su rostro. Había visto a personas en ese estado antes pero nunca me había sentido tan mal al verlas como en este momento. La imagen de Lena era deplorable. Sus pómulos se veían hundidos, sus labios estaban resecos y resquebrajados, sus ojos no tenían nada del brillo que usualmente desprendían. Estaban apagados, ojerosos y rojos. Tenía la sensación de que en cualquier momento iría hasta ella pero no lo hice, permanecí quieta observándola. Bebió nuevamente y pareció darse cuenta que la botella estaba ya vacía. 

—Demonios.

Su voz era un susurro débil pero ni siquiera se acercaba a lo que solía ser la suya. Se levantó soltando malas palabras y de vez en cuando chocaba con las cosas que había dejado tiradas. La seguí con la vista hasta la cocina y la ví deshacerse del suéter, lo tiró al suelo quedando en una musculosa negra. Llegó a la heladera y sacó otra botella de whisky. Hubo un segundo donde miró alrededor y creí que miraría en mi dirección, la idea se fue a la vez que se dió la vuelta para volver a la sala. Era imposible que me viera a través de las paredes.

Pasó una hora y Lena seguía bebiendo, de vez en cuando se dormía pero a los minutos despertaba y se frotaba la cabeza. Pasaron dos horas y había bebido dos botellas más hasta acabarlas, lo que la hizo molestarse. Se había levantado nuevamente y de su mano resbaló la botella, cayó al piso y los trozos de vidrio estaban por todos lados. Un instinto me hizo inclinarme pero Lena solo se dió la vuelta ignorando el desastre. Me había quedado viendo el cristal roto cuando noté que Lena se estaba poniendo una chaqueta y unos lentes oscuros, tan pronto como lo hizo fue hasta la puerta principal y me alarmé. No podía salir así, no podía ni conducir así. Por el poco tiempo hasta que saliera y porque no sabía qué hacer miré el motor de su auto y lo derretí, justo cuando ella salía. Caminaba sin ganas el camino hasta el auto. Cuando entró y trató de hacerlo funcionar claramente no respondió, lo que hizo que se enfadara y golpeara el volante con fuerza. Permaneció con la cabeza sobre éste y al minuto se bajó, creí que volvería a la casa pero en cambio empezó a medio caminar, medio tambalear en dirección contraria por la vereda. Me levanté despacio de dónde estaba, preguntandome dónde iría ahora, me elevé en el aire para seguirla pero siempre estando a una distancia moderada. Por la cantidad de alcohol que la había visto tomar y la que seguro ya había bebido me sorprendía que se mantuviera en pie todavía. Caminó unos diez minutos hasta que llegó a una tienda, contemplé como se hacía con una caja y colocaba dentro varias botellas, el joven empleado quizás de no más de dieciocho años la miraba confundido pero no mencionó palabra más que un buenas noches cuando Lena fue a pagar. Ella no respondió y dudo mucho que siquiera lo mirara a través de los lentes de sol, le pasó un billete y solamente se fue sin esperar el cambio. El empleado le gritó varias veces que le sobraba dinero pero ella no se inmutó y nuevamente estaba afuera en el aire frío. La caja parecía no pesarle nada y la llevaba bajo el brazo como si su contenido tuviera solo algodón. No me apasionaba verla así, no me causaba más que tristeza pero algo me prohibía acercarme, en cambio solo me quedaba a cierta distancia para que no me notara. 

Kriptonita Roja; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora