54.

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No recordaba la libertad que volar me daba. Había pasado mucho tiempo sin experimentar aquella sensación que me recorría cada vez que tocaba las nubes, cuando el viento me hacía cosquillas en las mejillas y el sol me me iluminaba el rostro. Me debía ese momento. Más allá del problema real al que me dirigía, me debía a mí misma disfrutar de todo lo que había dejado bajo llave dentro mío. El corazón me latía contento y tenía razones suficientes. 

En otra ocasión pensar en Lena me habría hecho perder la concentración, me habría hecho soñar despierta con su sonrisa, con sus ojos, pero ahora todo era diferente. Tenerla en mi mente era un apoyo más y no una distracción. Sabía que apenas terminar lo que debía volvería a verla, volvería a casa y ese era mi premio. Mi segunda oportunidad con la mujer que amaba. 

Sonreí en el cielo y caí en círculos varios metros hasta que salí de entre las nubes. La ciudad se abrió paso debajo de mí y me detuve a observar, dejé a mis ojos explorar más allá de la visión normal, dejé que mis oídos buscaran y encontraran. Divisé más allá, a kilómetros, humo y pronto fuego. Me percaté de que un edificio estaba cediendo, casi por caer. Volé hacia el lugar rápidamente y puse todo mi peso contra el concreto, ví como se destrozaban las ventanas poco más arriba y el vidrio roto caía en diferentes pedazos. Miré el interior del edificio y agradecí que no hubiera nadie dentro.

Sopesé mis opciones, si el vidrio y escombro seguía cayendo no tendría muchas opciones de salvar a todos los que corrían abajo. Burlón el edificio se inclinó más haciéndome perder el equilibrio pero lo sostuve. 

Estaba a punto de preguntarme dónde se encontraría la causante de tal desastre cuando la ví. A una o dos cuadras de donde yo estaba se encontraba mi copia, mi réplica lanzando fuego de los ojos e incendiando todo lo que veía. No vestía ahora mi mismo traje y al menos tuve eso a favor, había desarrollado una ligera rabia cuando la había visto por primera vez fingiendo ser yo, tan osada a usar el emblema de mi familia. En alguna parte del edificio algo se rompió haciendo que se balanceara peligrosamente sin yo poder controlarlo. Era una lluvia de metal, vidrio y escombro por todos lados pero no podía ocuparme de eso ahora. Miré a mi alrededor, ví a mi copia quien estaba con toda la atención en lo suyo, destruyendo, busqué las fuerzas necesarias y respiré hondo. 

Empujé sobre mi espalda el edificio que se había decidido a caer, la gravedad lo hacía bajar hacia mí pero me impulsé más hacia la dirección contraria. Me giré sobre mí misma y estuve de frente con las palmas pegadas en la superficie, empujé todavía más y el edificio se movió unos centímetros.

—No te pongas difícil ahora.—dije para mí y con un último esfuerzo golpeé con todo mi peso el concreto. El edificio finalmente volvió a su lugar, me tomó unos segundos apenas rodearlo y derretí con mi visión el largo tramo donde se había partido. No duraría mucho así pero era mejor que nada, alguien se encargaría de eso en otro momento. 

Mi clon se había ido de mi campo de visión, no estaba donde antes por lo que me apresuré a resguardar a los heridos que su desastre había causado. Me miraban con cierto miedo pero en el fondo sabían que era yo. Iba por el quinto, un niño, con un corte en el antebrazo cuando una voz llamó detrás de mí lejos en el aire.

—Así que al fin has venido. 

—Salgan de aquí, cuanto antes. —le dije al niño y a los demás. Todos corrieron sin ver atrás, no miraron otra vez y yo me elevé en el aire, girándome y enfrentándome a ella. —¿Cómo escapaste del DEO? 

—No es como si fuera la mejor seguridad del mundo la que tienen ahí dentro, ¿cierto? Al menos no para mí... O para ti. Pude haber escapado hace tiempo pero no era el momento correcto.

—¿Te divierte hacer esto, destruir? ¿Causar caos?

—Ah, no hay nada que me aburriera más. —dijo con una mueca y observó el suelo en llamas. —Quería atraerte aquí. 

Kriptonita Roja; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora