52.

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Tenía mi cara en el hueco de su cuello, mis lágrimas caían sobre su piel tibia y sentía como el suave latido de su corazón se convertía en un sonido más y más débil. Lena estaba muriendo en mis brazos, se estaba yendo sin que pudiera hacer nada, suspiros de dolor salían de su boca de momento a momento y juraba que había perdido la noción del tiempo cuando levanté la cabeza y entre mi vista nublada vi sus ojos verdes. Tan verdes y claros y a la vez tan grises y sin brillo. Los ojos que tanto amaba me vieron una última vez con algo diferente ahora, algo confuso en ellos, como si estuviera experimentando la última vez de algo que no quería que acabe. Pero se cerraron. Se cerraron y con ellos escuché como su corazón solo era un latido débil e inconstante, como su piel seguía igual de pálida que de costumbre a no ser por el charco de sangre en todo su estómago. Noté como el agarre que tenía en mi mano perdía fuerza y como en ese instante mi hermana corría hacia mí, agitada y con expresión de lástima al llegar a mí.

-Kara, tienes que dejarla ir. -su voz era tan lejana que ni siquiera la miré. Lo único que sentía era un profundo dolor en el centro del pecho, una oscuridad estaba abarcando mis sentidos y mis manos comenzaron a temblar.-Kara, por favor. Tienes que ayudarme. Encontramos explosivos en todo el edificio. Tienes que ayudarme a sacar a los heridos, no llegaremos a tiempo.

Miré por reflejo a los agentes que estaban desperdigados por el suelo, algunos con heridas de bala en las piernas y brazos, pero vivos. Lamenté el pensamiento de puro remordimiento que me azotó al verlos y volví la vista a Lena.

-Kara, por favor. Ayúdame. Ella se ha ido. Se ha ido... Kara, mírame. No puedes hacer nada ahora más que dejarla ir. Es lo que hubiera querido.

Escuchaba todavía el latido volverse más y más lento, su respiración casi inexistente. Como si fuera un interruptor una furia que conocía de memoria se abrió camino dentro de mí y contemplé a mi hermana.

-¿Qué sabes tú sobre lo que ella hubiera querido? ¿Qué demonios sabes? ¡Ella solo quería ser una persona normal! Ella era... -ante la manera en que lo último salió de mi boca fruncí el ceño, bajando la vista, mi corazón se agrietó todavía más. -Ella es la persona más increíble que conocí, a costa de todo lo demás, ella es especial. Ella no merece esto.

-Lo sé. -Alex puso una mano sobre la mía y mi rabia se calmó por un instante, me volví a sentir débil otra vez. Continuó, esta vez con insistencia. -Pero solo te pido que hagas esto por mí. Me llevaré... Me llevaré su cuerpo, lo prometo, pero ayúdame a sacarlos.

Era extraño. Ver cómo entre mis brazos Lena ya no reaccionaba, como su cuerpo se volvía frío, fue más extraño aún cuando la solté y la dejé en el suelo. Me paré y con cautela asentí, más para mí misma que para Alex, pero ella lo tomó como una señal y llamó a varios agentes para que la ayudaran.

Me alejé varios metros como si fuera un fantasma. Sentía como si flotara aunque mis pies estuvieran sobre el duro suelo, mi cuerpo parecía una sustancia débil pero sentía la solidez en mis brazos. Observé cómo ponían a Lena sobre una camilla, como Alex me miró una última vez implorando que hiciera algo, que ella se encargaría de Lena. Al menos de lo que quedaba. Su cuerpo inerte no era más que una cáscara de lo que ella había sido.

Me dolió más incluso pensar en el brillo de sus ojos que no volvería a ver, de los labios suaves que no me besarían otra vez, de su humor cálido y su confianza envidiable.

Más por instinto que por ganas hice lo que Alex me pidió. Me dirigí a los agentes heridos, eché un último vistazo hacia donde Alex ahora estaba saliendo junto con el cuerpo de Lena, y contuve las ganas de derrumbarme. Los saqué a todos del lugar, saqué a cada uno y los dejé fuera sobre la fría nieve mientras los médicos se encargaban de ellos. Volví dentro para asegurarme que no había nadie más y el vacío se intensificó. Caminé unos cuantos metros y ví que un cuerpo se movía. Era él. El que le había disparado a Lena, el que había causado todo esto. Una furia ciega llenó cada rincón de mi ser y fui hasta el con prisa, mis ojos se volvieron del color del fuego y lo tomé por el cuello. Abrió los ojos espantado mientras rompí el gran abrigo y ví debajo un chaleco antibalas, pese a esto una bala había tocado su pierna pero nada demasiado grave. Era lo que faltaba para que perdiera la razón. Con una mano hice que volara hasta el otro lado del galpón y su cuerpo se estrelló contra una gran pila de madera vieja. Volé hasta él y volví a hacer lo mismo, sentía tanto odio, tanta rabia. Él estaba vivo, todos estaban vivos menos ella. Grité con pura frustración y estrellé mi puño en su cara. Lo dejé caer al suelo y tomé un gran fierro entre las manos, la sensación de debilidad me comía por dentro pero el dolor que quería dejar salir estaba a punto de explotar. Di unos pasos hasta él, y gateó de espaldas quedando acorralado contra la pared, sin escapatoria. Su cara era solo una gran mancha sangrienta, su nariz estaba rota y de sus dientes la sangre abundaba. Lo miré con atención, él me había quitado todo, él había hecho esto y él iba a pagar.

Kriptonita Roja; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora