Epílogo.

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Quiero llevarte a un lugar, lejos de la ciudad, lejos de todos los que nos conocen. Ve a esta dirección a las seis de la tarde y encuentrame en el techo.
Lena.


Había vuelto a casa luego de ir hasta el otro lado del país para comprar aquellos deliciosos chocolates que a Lena tanto le gustaban pero para mi sorpresa mi novia no estaba allí. Al contrario me encontré con un sobre blanco con diseños dorados, dentro una nota con perfecta caligrafía y detrás una dirección. Sonreí en el vacío apartamento con el papel en mano y memorizé el lugar indicado. Me pregunté qué tendría en mente Lena ésta vez.
Decidí que para encontrarme con mi novia prefería ir como Kara, sin trajes ni capas, sin tener que llamar la atención. Aunque ese tema ya a ninguna de las dos nos preocupaba; el que quisiera hablar, hablaría, pero ninguno iba a saber a ciencia cierta lo que sucedía entre nosotras. El taxi aparcó después de cuarenta minutos en un edificio alto y moderno, oscuro en su mayoría pero bello. Tuve la sensación de que sería otra de las tantas propiedades de Lena solo que ésta no estaba en National City. Al preguntarle al conductor antes donde íbamos este simplemente había dicho que a Metrópolis, contuve una risa repleta de confusión. No me había dado cuenta que ese sería el destino pero aún así estaba emocionada. ¿Qué planeaba Lena allí?
Le agradecí al taxista y después de pagarle me bajé, parecía que el clima no se decidía si ir a por un tiempo soleado o de tormenta ya que las nubes ocultaban el sol un momento para después volver a irse. Tomé una gran bocanada de aire y caminé hacia las puertas.
Dentro ya no tuve mucho tiempo de mirar el edificio porque un hombre de traje estaba esperando a la mitad del gran salón donde me encontraba.
—Señorita Danvers, si es tan amable de acompañarme.
—¿Sabes de qué trata todo esto? —intenté averiguar. Él solo se limitó a sonreír.
—Para nada, pero dudo que la señorita Luthor estuviera contenta si se lo dijera.
Ya dentro del ascensor, me acomodé el borde de la falda incapaz de contener mi nerviosismo. Quise echar un vistazo más allá, arriba, pero esta vez esperaría.
La ansiedad me consumía por dentro cuando el número de pisos marcaba el vigésimo y ascendiendo. «Tú y tu necesidad de hacer edificios tan grandes, Luthor» pensé para mi misma. Se me fue el corazón a la garganta cuando las puertas se abrieron de improvisto y el sol me dió en la cara.
Dando un par de pasos al exterior me detuve para observar el helicóptero varado sobre la pista de aterrizaje. Una gran puerta se abrió y el rostro de mi novia se asomó.
Lena bajó los tres escalones para acercarse. Llevaba unos lentes de sol y tenía el cabello perfectamente atado en una cola, se había subido las mangas de la camisa roja a cuadros hasta los codos y llevaba esos pantalones negros que tan bien se le marcaban en la cintura. Me aproximé acortando la distancia, se me dibujó una sonrisa mientras Lena me daba una mano y se quitaba los lentes dejandome ver sus hermosos ojos.
—Gracias por tu ayuda, Ross. Puedes irte.
—Disfruten el paseo.
El tal Ross inclinó la cabeza y se retiró por el mismo lugar del cual habíamos venido, me quedé viendo las puertas ya cerradas del ascensor un tanto confundida.
—Eh, ¿él no iba a pilotear... ? —Lena sonrió de lado y tiró de mi brazo para subir al helicóptero. Una vez dentro observé la cabina de mando pero ahí dentro no había nadie. —Oye, cuando hablaba de que sé volar no me refería a esto.
—Calla, tonta. Yo lo haré. Siéntate ahí.
Hice lo indicado pero con la misma expresión de desconcierto.
—¿Sabes pilotear un helicóptero?
—Sé manejar más o menos cualquier vehículo. —tuve que esperar unos cuantos segundos para asimilarlo y ya que no parecía estar bromeando añadí.
—¿Hay algo que no puedas hacer?
Lena cerró la compuerta con el seguro y se acercó a mí, parada a mi lado sin hacer nada parecía estar cuestionándose algo.
—¿Crees que deberías usar cinturón? —preguntó para sus adentros.—Sí, deberías usar cinturón.
—Lena, literalmente mi piel es indestructible, no creo que...
Lena se agachó y comenzó a unir los cinturones en silencio, pasó las bandas tirantes bajo mis brazos, una sobre mi pecho y cuando ya llegaba a la última y estaba por quejarme por el poco sentido de que usara protección, me miró a los ojos y tiró del cinturón que pasaba por debajo de mí entrepierna, forzando el roce y haciéndome más que cosquillas en lugares que prefería no mencionar.
—Tengo la sensación de que te sentirás bastante cómoda durante el viaje.
—Lena, te voy a... —me sonrojé al intentar moverme ya que la banda elástica me lo dificultaba en sobremanera justo en ese sector. Me puso unos audífonos y se levantó para darme un corto beso, luego se sentó en el lugar del piloto.
—Yo quiero únicamente que estés segura. —casi podía verla reírse de mí detrás de sus ojos. Se aseguró ella misma, acomodando sus propios audífonos. Comenzó a presionar botones y el motor se encendió con un zumbido. Procuré no moverme más de lo necesario y minutos más tarde el helicóptero se elevaba.
—A todo esto, ¿a dónde vamos?
—Se supone que es una sorpresa. —respondió.
—Siempre me tienes sorpresas... Esta vez podrías decirme, ya sabes... No matarme por la intriga.
—Es que esta es la madre de todas las sorpresas. —la miré suspicaz y Lena me sonrió de vuelta. —Admira la vista mientras tanto, no siempre puedes volar desde un helicóptero.
Al contrario de lo que siempre había creído, la vista era de admirar. Volaba más de lo que respiraba, sí, pero pese a que nada se le comparaba a hacerlo por mi cuenta esto tampoco estaba nada mal. Solo estaba sentada allí observando sin tener que pensar en cuál sería el próximo delito a detener, la próxima persona a la que salvar. Aunque amaba ser Supergirl eran los momentos como este donde me gustaba solo disfrutar de pequeños instantes de normalidad, luego podría salvar al mundo.
—¿Es por esto que ayer me dijiste que tenías mucho trabajo en LCorp? —la voz de Lena tardó unos momentos en sonar en mis oídos.
—Sí... En parte.
—¿En parte?
—Estaba en LCorp pero mi trabajo tenía que ver con algo de lo que te tengo preparado.
—Odio las sorpresas.
—Cuando te enseñé aquella con la lencería y el chocolate que se derretía no estabas odiándola mucho.
—No... Yo... En mi defensa...
—En tu defensa te gusta el chocolate cuando está caliente y sobre mi piel.
—¡Lena!
—No me imaginé eso para nada cuando te ví entrar en mi oficina.
No sabía dónde meterme y es que aún y a pesar de todo el tiempo que llevaba junto a Lena no podía dejar de ponerme nerviosa con algunos aspectos. Uno era ese, por ejemplo, nuestras actividades nocturnas eran un tanto... Exóticas. No es que hiciéramos cosas muy salvajes, pero explorabamos de vez en cuando, cuando el alcohol que tenía Lena especialmente hecho para emborracharme me hacía perder la cordura.
Miré hacia el otro lado, a mi derecha donde los autos se veían pequeños en el suelo, cualquier cosa antes de que viera mi rostro hecho un tomate. Luego de un momento algo de lo que había dicho llamó mi atención.
—¿Y qué imaginaste cuando me viste entrar?
—¿La primera vez? Pues que eras la mujer más hermosa que habían visto mis ojos.
—Oh, vamos, Lena. No necesitas jugar esa carta conmigo.
—Hablo en serio. —su voz tenía un tinte serio ahora, mientras miraba al frente. —Era como ver algo nunca antes visto. Cuando entraste supe, muy en el fondo, que tendrías un impacto en mi vida. No sé explicarlo pero sé lo que sentí, no parecías como las demás mujeres que constantemente se esforzaban para hacerme mirarlas. Lo tuyo fue natural desde el primer momento.
Nos quedamos en silencio un rato, no era incómodo, más bien un silencio de pura calma. Me quedé pensando en sus palabras y suspiré, tanto había pasado desde ese día que recordarlo ahora me hacía sentir nostálgica. Lena volvió a hablar para indicarme que habíamos llegado, no aterrizamos en un edificio esta vez. Cuando tocamos el suelo del aeropuerto el sol ya estaba escondiéndose y un auto oscuro nos esperaba.
—¿Ahora ya puedes decirme dónde vamos?
—Si que no puedes esperar, eh.
Me siguió tomando de la mano una vez dentro del vehículo y yo dejé caer mi cabeza en el hueco de su cuello. Usaba el mismo perfume que la primera vez que la había llevado a volar y no me contuve, me incliné unos centímetros y planté un beso en su cuello. Tantas veces había querido hacer eso y no había podido.
—¿Eres feliz, Kara? —dijo en voz baja, mirando por la ventana. Yo alcé la cabeza para verla mejor.
—Soy muy feliz.
—¿Eres feliz conmigo, no?
—¿A qué viene eso? —respondí riendo y ella se giró.
—Curiosidad.
—Soy muy feliz, en especial contigo.
Me sonrió de vuelta y me acerqué a su rostro, sus labios igual de adictivos que la primera vez.
El sitio al que llegamos era bastante normal. Normal en el sentido de que no tenía pinta de ser de Lena ya que sus propiedades solían tener algo que siempre destacaban. Pero seguía siendo un edificio enorme, quizás un poco más alto que la torre Luthor en National City. Lena despidió al conductor y se acercó a mi lado.
—¿Estás lista?
—¿Qué si estoy lista? ¡Quiero saber de qué se trata desde que ví la nota!
—No hace falta alargar más la espera entonces.
Tuve la sensación de que Lena se había puesto igual o incluso más nerviosa que yo, su mano tembló levemente cuando la puso en mi espalda para indicarme la entrada, veía por donde pisaba sin levantar la cabeza ni una vez.
Ya dentro, lo que imaginaba desde el exterior no se le acercaba a lo que en realidad era. Un restaurante cubría toda la planta baja donde nos encontrábamos y se dividía en tres sectores. Blanco y dorado. No me alcanzaban los ojos para admirar tanta belleza, el sitio era increíble por donde se lo mi mirara, el aroma a comida caliente hizo que quisiera abalanzarme sobre el primer plato que viera. Cuando hice ademán de acercarme al sector de las mesas Lena me detuvo tomándome de la cintura y se acercó a mi oído. Su voz hizo cosquillas en mi piel.
—Comeremos más tarde, ahora te mostraré tu sorpresa. —me resistí un momento en mi lugar mientras un camarero pasaba con una bandeja de comida humeante y mi subconciente se quejaba. —La comida seguirá aquí cuando volvamos. Ven.

Kriptonita Roja; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora