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Observé su pecho y no tardé en besarlo, quería recorrer cada parte de su cuerpo en ese mismo lugar si era preciso. Pero pronto mi atención volvió a su boca, sentía su lengua acariciar la mía como un acto religioso. Era excitante su forma de besar, como su cuerpo se ajustaba al mío y como sus manos jugaban en mi estómago, comenzaba a sentir sus dedos hacerse camino por mis pantalones y la miré. Tenía una sonrisa de completa maldad mezclada con diversión, se acercó deliberadamente a mi oído y sus palabras hicieron cosquillas en mi piel.

—Que nadie sepa jamás las fantasías que tengo contigo, Kara Danvers. 

Ese comentario fue lo que faltaba para hacerme perder la poca cordura que me quedaba. Sus labios recorrían el sector bajo mi clavícula, besándolo con suavidad, creí sentir un atisbo de duda de su parte pero se desvaneció al segundo. Cuando sus dedos finalmente desabrocharon el primer botón de mi pantalón un sonido agudo aturdió mi cabeza que me hizo apretar los dientes. 

«No, no, no.» sentía sus besos en mi cuello pero el dolor ahora se incrementaba.

—Lena... Espera.

No podía dejar que ella se enterara de esta manera pero no sabía cómo hacer para no lastimarla si comenzaba a cambiar en este momento. Me las arreglé para separarla con una mano y ví por un momento su confusión seguida de perplejidad. Intentaba mantenerme en pie, intentaba verme normal pero el dolor y el ruido dentro de mi mente me estaba matando. «Joder» Pensé. 

—¿Kara? —llegué a escuchar su voz quebrada y podía jurar que su mirada estaba igual, no me atreví a mirarla. 

—Esto está... Esto no puede pasar, lo siento. 

No sabía qué era más difícil ahora. Alejarme de ella o mantenerme normal, quizás las dos cosas. Busqué mi blusa que había quedado en el suelo y me la puse, con mi mayor fuerza de voluntad salí al aire nocturno y cerré la puerta detrás de mí. Mi cuerpo automáticamente se dejó caer en el frío suelo, sentía mis piernas y mis brazos doler y la presión en mi pecho nada más aumentaba. Respiré con dificultad varios segundos, sentí como mis pulmones se llenaban de un aire tóxico que no estaba ahí y cuando creí que no lo aguantaría más se detuvo. Todo paró y me sentí de a poco recuperar todas las energías que había perdido pero multiplicadas por mil. Mi cuerpo irradiaba calor y lentamente me levanté. 

Le presté atención al lugar donde me encontraba, sintiéndome por un segundo perdida pero cuando me giré y ví la puerta de madera a mis espaldas no hice más que sonreír.

«Lena, Lena, siempre te comportas tan indebidamente.»

Cuando acerqué mi mano al picaporte sentí una leve tensión en el cuello, como si algo me impidiera entrar y bufé apretando el puño, por mucho que quisiera avanzar algo no me dejaba. Tomé un leve impulso rendida y volé, alejándome de aquella casa. Estaba creciendo un enojo en mi interior que no podía ni quería controlar. 

Al llegar a la ciudad volé sobre los edificios buscando algo de diversión. Ya era completamente de noche, quizás el momento del día que más me gustaba, no pude evitar dejar salir de mis ojos el calor necesario que derritió un puesto de periódicos entero. Lo miré por un rato y cuando me giré ví que algunas personas miraban aterradas desde la distancia.

—¿Qué sucede? ¡De todos modos nadie quiere ver las noticias! Oh, esperen. ¿Ustedes si?

Mis ojos se volvieron de un rojo fuego y todos salieron corriendo. Me reí en voz alta y observé lo patéticos que eran todos. Confiar sus tristes vidas a alguien que podría destruirlos en un abrir y cerrar de ojos, podría desaparecer la ciudad entera si dejaba salir un poco de mi ira. La idea incluso fue tentadora pero algo golpeó en mi espalda y me di la vuelta. Sonreí con desagrado al ver a los inservibles del DEO disparar sus pequeñas balas. 

Kriptonita Roja; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora