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Narra Lena.

Entre contratiempos y arreglos en la empresa mientras estuviera yo ausente y los preparativos para mi estadía en Rusia llegué a Novosibirsk dos días después. Había trabajo incansablemente las últimas 24 horas y con suerte no pude darme el lujo de pensar en ella, cosa que agradecí, lo que menos quería era recordarla. El aire helado de la ciudad al salir del aeropuerto me dió de lleno en la cara mientras caminaba hasta al auto que me esperaba. El gorro de lana y el abrigo con suerte impedían que me congelara pero mis huesos ya comenzaban a ponerse tiesos. Finalmente llegué al auto y un hombre de baja estatura y delgado abrió la puerta de atrás, lo saludé con la cabeza y él hizo una leve reverencia. Volví a respirar cuando sentí el aire caliente del interior y la puerta se cerró a mi izquierda, segundos después el conductor entró y habló con tono rasposo pero cálido.

-A esta hora tan temprana de la mañana creo que le sería apropiado comer algo para recuperar las energías del vuelo, señorita.

-Sí, creo que sí. Gracias. -respondí viendo a través de la ventana.

No hubo más conversación y el auto pronto se metía en las calles de Novosibirsk, hubiera sido interesante el recorrido si tan solo no sintiera un nudo en el estómago. Un nudo que tenía desde que Kara se había ido de mi casa, desde que la recordé solo a ella cuando estuve con Lynn. No me arrepentía de querer sacarla de mi mente, aún y cuando era la opción más patética, pero me sentía enojada, seguía tan dolía y humillada que no me importaba en lo más mínimo. Lo que sí me lamentaba era haber caído en sus manos.

El auto simultáneamente se detuvo haciéndome volver a la realidad, era evidente que ni siquiera me había dado cuenta de que habíamos llegado a la ciudad tan pronto. Advertí que la puerta se abría y tomé una bocanada de aire preparándome para volver al clima gélido. El conductor se mantuvo sin moverse hasta que salí, era admirable su persistencia al clima, al frío... Las cosas a las que uno se acostumbra.

-Esperaré aquí.

-¿Aquí... Aquí? -frunció levemente el ceño pero luego una sonrisa se dibujó en sus labios.

-No, claro que no. -dijo risueño y señaló el auto detrás nuestro.-Me refiero que adentro.

-Oh, ya.

La cafetería no era muy diferente a las que acostumbraba en National City pero de todos modos tenía algo llamativo; tal vez era la gente o quizás solo era yo. Un camarero se acercó minutos después de que me sentara en una mesa al fondo, sacó una libreta y habló ligeramente.

-¿Zavtrak para la señorita?

-Claro, gracias. -respondí en el mismo idioma.

Sabía que acostumbraban a darle a las cosas fuertes desde temprano pero yo prefería quedarme con un buen desayuno a beberme una botella entera de coñac tal y como veía que los hombres a dos mesas hacían.

Saqué del bolsillo de mi abrigo mi celular y por primera vez lo encendí. Esperé unos instantes y me costó tragar cuando ví dos mensajes casi perdidos entre todos los últimos correos. Abrí el más antiguo de los dos y leí impasible.

"He pasado por L Corp y tu secretaria me ha dicho que te has ido. No hemos siquiera hablado, Lena. No puedes escapar como si nada cuando tenemos tanto que resolver aquí. Por favor, respóndeme."

Eliminé el mensaje apenas leerlo. Ella era la que menos tenía derecho a decirme qué debía hacer, cómo debía actuar. Me enojaba en sobremanera que aunque estaba al otro lado del mapa Kara Danvers seguía escarbando en mi cabeza.

El camarero regresó con una bandeja y dejó mi desayuno sin nada más que un «disfrútelo». No le presté mucha atención a la comida porque ya volvía a buscar el segundo mensaje.

Kriptonita Roja; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora