Capítulo 10.

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Preparé la mochila con todo lo necesario para el día siguiente, excepto lo de aseo personal que lo iba a utilizar. Aproveché la tarde e hice todos los trabajos que nos mandaron, algo muy poco usual en mí pero no quería empezar mal el curso.

Hablando con las chicas milagrosamente Janelle dió señales de vida, nos dijo que no se lo iba a perder asi que creo que estaba todo más que hablado. Estaba preparada para hacerle un interrogatorio intensivo, ni nos había mencionado nada sobre la tarde de ayer ni tampoco por qué había faltado.

Me puse el pijama y bajé a ver la tele hasta que viniera mi madre. Cuando llegó el hambre no abundaba asi que nos pusimos a jugar a las cartas. Sí, a las cartas, desde pequeña he jugado siempre con mi madre y mi abuela y ahora... Bueno, solo con mi madre. ¿Con quién sino? Es todo más triste y aburrido desde que mi abuela falleció, más o menos lo hemos superado pero aún queda el dolor en el interior. Cada vez que pienso que ella no está, se me parte el alma.

Después de un largo rato jugando decidimos cenar. Nos sentamos en el sofá y vimos una película que llevaban echando como dos semanas seguidas. No era de este año, casi nunca echaban la segunda parte y para colmo yo nunca coincidía para verla. Me llamó la atención las zapatillas de la protagonista, eran el mismo modelo de asics que hay ahora ¿cuánto hace que no se renuevan los diseños? A saber.

Era la una de la mañana y yo ya no aguantaba más despierta; considerando que me levantaba a las siete de la mañana era comprensible. Lavé mis dientes y seguidamente caí en la cama. Me desperté a las diez menos cuarto de la mañana. Saqué mi móvil de debajo de la almohada y lo desbloqueé. Tenía unos cuantos mensajes de las chicas, íbamos a quedar todas a las seis en la plaza e iríamos a casa de Rocío después.

Dejé el móvil en la mesilla y me incorporé sentándome en la cama. Me quedé en trance, mirando fijamente una de mis zapatillas y salí de él al oír un ruido en la cocina. Me calcé, entré al baño y me lavé la cara. Bajé a la cocina y observé a mi madre limpiar. Lo pasaba por alto, los fines de semana también eran de limpieza.

- Cuando termines me ayudarás a recoger el salón -comentó mientras yo terminaba de prepararme el desayuno.

- No.

- ¿Por?

- Porque tengo muchas cosas que hacer -puse como escusa. Me acababa de levantar y lo último que quería era que me pusieran a limpiar.

Desaparecí de la cocina antes de que pudiese obligarme a recoger con alguna de sus frases de madre. Hasta la hora de la comida, mi madre finalmente me ganó y me obligó a recoger con ella. Sin dudarlo, me pedí el salón y mi cuarto; prefería barrer y hacer camas que tender o fregar.

Cada vez que me sentaba, mi madre aparecía por detrás mío para decirme que recogiese de una vez ¡Llevaba toda la mañana recogiendo!

Estaba muerta. Me dejé caer en el sofá boca a bajo pero el:  ¡A poner la mesa!  de mi madre me interrumpió. Me fui cayendo poco a poco al suelo, de lo contrario no me levantaría nunca. Nos sentamos a comer y observé que faltaba algo, ¡EL AGUA! ¿Y quién se iba a tener que levantar? ¡YO! Levanté mi culo pesadamente de la silla y me dirigí a la nevera a por el agua, después de eso pude sentarme y comer tranquila. Cepillé mis dientes y puse la alarma en el móvil para que sonase a las cinco y media. Me desperté por la horrible alarma que había puesto horas antes.

Me levanté tonta, me sentía tonta; por estas razones no solía dormir por la tarde. Metí las cosas que me faltaban en la mochila que me iba a llevar, me peiné un poco ya que de la cama se me habían puesto los pelos de leona.

Del odio al amor solo hay un paso (Harry y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora