Capítulo 5.

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- Oh, parece que esta vez estáis los dos. Très bien -comentó la profesora dejando caer los libros sobre la mesa.

- ¿Y qué vamos a hacer? -pregunté.

- Los deberes que os hayan mandado.

- No tenemos nada -contestó Harry.

- Seguro que tendréis algo que hacer, pero si no yo os puedo mandar trabajo -negué reiteradas vez con la cabeza mientras hablaba. Francés no por favor.

- No profesora, que si tengo cosas que hacer -mentí para no llevarme trabajo extra.

Saqué un cuaderno al azar y como todo alumno, me dirigí a pintar en la última hoja. Había silencio y aburrimiento, el tiempo se hacía eterno, cada minuto era como una hora más aquí. Remarcaba las líneas hasta que el azul era como el negro, dibujaba todo esquematicamente, pintaba los cuadrados hasta formar figuras. Era todo tan eterno.

Quedaban cinco minutos para terminar nuestro castigo y un papelito aterrizó delante de mí.

'¿Vas a responder a mi pregunta?'

Levanté mi vista y vi a Harry mirándome, como esperando a que le escribiese la razón en el papel. Puse los ojos en blanco.

'Ignórame, hasta ahora lo estabas haciendo bastante bien'

'Solo quiero saber por qué. Me cansa estar todo el día discutiendo'

'Porque sí. Además tu eres el que empieza, haz como que no existo y no pasará esto'

- Os podéis ir, el castigo ha terminado -sentenció la voz de la profesora y recogí a la velocidad de la luz.

Al fin me libraba de ese pesado. Salí a paso rápido y pedí al conserje que me abriese la puerta. Tenía bastante hambre ya que eran las tres y media y aun no había comido nada en todo el día. Por la mañana no me daba tiempo, en el recreo me castigan y luego la horita extra después de clases. Estoy muy solicitada. Me acordé de que llevaba una bolsita de mini galletas en la mochila y la saqué. Abrí la bolsita y me llevé dos galletas a la boca. Me encantaban las galletas, me casaría con ellas y con el chocolate, todo lo que lleve chocolate es bien recibido en este estómago.

Caminaba tranquilamente, no había mucha gente y yo estaba bastante concentrada en comer. Ahora todos estaban tirados en el sofá de sus casas o en el descanso del trabajo, y yo aquí recién saliendo de clases. Unos brazos me rodearon y me sacudieron mientras me gritaban en la oreja, no pude evitar soltar un grito del susto. Me dejó en el suelo y me giré a ver quien había sido el gracioso que quería que muriese atragantada por mis amantes galletas o de un paro cardíaco.

- ¡ERES IMBÉCIL! Casi se me caen las galletas por tu culpa -grité molesta y el muy capullo no paraba de reír.

- Tenías que haber visto tu cara de susto -dijo entre risas. No sé como es que aún le dejo vivir, si lo matara acabaríamos con esta agonía.

- Casi me da algo -calmé mi respiración y cuando se despistó le dí en el brazo.

- Pegas fuerte -comentó sobandose el brazo con la mano.

- Y puedo más ¿quieres probar? -me acerqué para darle otro.

- Quieta fiera -me agarró el puño con la mano.

- Bien, pues déjame que quiero terminar de comer.

- Siempre con las galletas -rodó los ojos. No entiende el concepto de que me deje.

- ¿Problemas? No, pues déjame. Además te recuerdo que tu antes también comías.

- ¿Y de quién fue la culpa? -dijo insinuandome ser la culpable. Si que lo era pero no se lo iba a admitir.

Del odio al amor solo hay un paso (Harry y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora