Del odio al amor solo hay un paso (Harry y tu)

Capítulo 11.

Alcé mi vista y nos encontré tan solo a Janelle y a mí. No me sorprendía, somos las que más dormimos junto con Eleanor que al parecer hoy le dió por levantarse pronto. Me senté en la cama de Janelle y le comencé a mover mientras pronunciaba su nombre.

- ¿Si?

- Despierta.

- Espera -dijo y siguió tan quieta como un vegetal.

- Venga -me levanté, no sin antes destaparla por completo.

Bajamos al salón y ahí estaban todas, tiradas en los sofás viendo dibujos animados en la televisión. Con gestos, les mandamos hacer hueco y nos acoplamos.

- Mira quienes amanecieron -habló Rocío.

- Las bellas durmientes -añadió Andrea.

- Ya podemos desayunar.

- Por poder podíamos haber desayunado hace rato, solo que no nos dejastes.

- Deja de hablar en primera persona del plural Andrea -dijo Janelle.

Fuimos a la cocina y preparamos el desayuno. Janelle, Rocío y Elizabeth tomaron cereales y Andrea, Eleanor y yo colacao. Sacamos también zumo, y no nos olvidemos de las galletas.

Sobre media mañana, recogimos todo en su sitio y nos preparamos para volver a casa. Janelle se metió en el baño a cambiarse de nuevo, era raro. Por vergüenza no era, principalmente era ella la que decía que todas eramos chicas y no había de que tener vergüenza.

Hice fuerza en el manillar y abrí la puerta. No la había cerrado con pestillo, punto para mí. Al entrar la hallé en sujetador y un gran moratón despuntaba en su brazo. Cuando notó mi presencia, tapó su brazo con la camiseta.

¿Otra vez la misma historia?

- Janelle, ¿qué te ha pasado? -pregunté cerrando la puerta y me acerqué a ella.

- ¿A mí?  Na-nada... -tartamudeó.

- ¿A sí? ¿Y esto? -le quité la camiseta de golpé y se quejó, le debía haber hecho daño sin querer- perdón -me disculpé.

- No es nada...

- ¿Por qué te pego esta vez?

- Es una tontería, de verdad... -una lágrima empezó a caer por su mejilla y la limpió como si nada hubiera pasado.

- ¿Quieres un abrazo? -pregunté, esperando un sí supongo. Asintió y me abrazó fuertemente. No me gustaba que estuviese así y no tuviera una madre en casa para cuidarla, si no para provocarle todos los males. Era injusto para ella.

Nos separamos y retiré todo lo que había en el váter donde le obligué sentarse. Corté un poco de papel y se lo tendí, conforme habían pasado los segundos había expulsado más de una lágrima. Me senté en el suelo, en el frío suelo que casi acaba por hacerme gritar al contacto, en frente suya. Le pasé la camiseta para que se la pusiera y esperé a que estuviese en condiciones de poder hablar.

Había pasado toda la tarde con Zayn y no iba a negar que me lo había pasado bien. Cada día descubría una nueva faceta de él y me gustaba más, algo no gustoso para mí ya que no sabía si yo a él también.