Epílogo.

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- Adiós _____, cariño. Nos vemos dentro de poco -se separó de mí Anne y asentí.

Se apartó y dejó paso a Harry. Sin esperar a nada ni nadie, me abalancé sobre él. Agarrando la tela de su camiseta entre mis puños, gastamos todas nuestras fuerzas en abrazarnos el uno al otro. Comencé a sollozar en su pecho, superada por la presión y me abrazó aún más fuerte.

- Prometistes no llorar -susurró.

Levanté mi cabeza de su pecho. Me encontré con su rostro lleno de lágrimas a la par que el mío.

Si él lloraba yo lloraba.

- Tú también lo haces.

- Yo puedo, tú no -contestó y sonreí con tristeza.

- Lo siento chicos pero hay que irse ya -intervino mi madre y volví a pegarme a su pecho- _____, iremos antes a verlos -intentó consolarme.

Al parecer no entendía que lo que yo quería era que no se mudara, no ir a visitarle antes.

- Voy a entrar en depresión igual -murmuré.

- Harry, meteté ya en el coche -ordenó Anne observándonos con tristeza.

Agarró mi mejilla y juntó nuestros labios fuertemente por última vez. Tanto iba a anhelar sus besos, sus abrazos, sus caricias... Tanto lo iba a anhelar a él. No sabía cómo era vivir sin él, siempre había estado a mi lado, quisiese o no. Una lágrima se deslizó por mi mejilla empapando también la suya.

- Te quiero -musitó en mis labios.

- Aún podemos huir a México -sugerí y soltó una pequeña risita- te quiero -contesté y le besé de nuevo.

Sus brazos me soltaron y se metió al coche. Subí las escaleras de la entrada, giré sobre mis talones y fijé mi vista en el coche hasta que desapareció por el camino. Entré en la solitaria casa, cerrando la puerta detrás de mí y me eché en el sofá abrazando un cojín. Rompí a llorar fuertemente.

Él no había querido que le depidiese en el aeropuerto, y estaba de acuerdo. Le haría perder el vuelo, me colaría en el avión o lo quemaría todo. Bueno no pero no me gustaban las despedidas en los aeropuertos, eran muy de película. Prefería estallar en el momento a llorar, en mi casa, no contenerme el viaje entero y esperar a encerrarme en mi cuarto durante el resto del mes. Ya le echaba de menos y se acababa de ir.

El sonido del timbre hizo eco en la vivienda. ¿Quién timbra en mi casa a las cinco de la mañana? Con el cojín entre mis brazos, me levanté intentando no caerme y caminé hasta la puerta. Puse el ojo en la mirilla antes de nada, no me fiaba. Abrí la puerta finalmente, encontrándome con una botella de vodka sujetada por Eleanor y un tarro de helado sujetado por Niall.

Sonreí débilmente al verlos. Se habían tomado la molestia de venir a consolarme a las horas que eran. Dos personas que necesitaba mucho en este mismo momento y que tenían cada uno una forma muy diferente de superar esto.

Pero si quería seguir con él, debía acostumbrarme cuanto antes a este destrozo.

Del odio al amor solo hay un paso (Harry y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora