Capítulo 3.

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Íbamos hablando Eleanor y yo de camino a su casa.

- Vale, me preocupo ¿es seguro comerse ese potaje? -pregunté con mala cara. No tenía muchas ganas de probarlo después de todo lo que me estaba contando.

- Total y sinceramente, no.

- ¿Y si compramos algo por si acaso? -pregunté y en seguida se me pasó por la mente.- COMIDA CHINA -grité sin razón aparente. Me encantaba el arroz tres delicias y los rollitos de primavera que hacían, solo me hacía falta los palillos chinos y sería feliz por el resto del día.

- Vale, pero no chilles -sacó los dedos de sus oídos.

Llegamos al restaurante y pedimos para llevar. Esperamos durante un largo tiempo, mirando cada rincón de aquella sala. Cuando por fin nos entregaron nuestro pedido, pagamos y nos fuimos con las bolsas. Menos mal que había pillado dinero por si acaso, con Eleanor dejaba el sueldo de mi madre en comida. Así me va...

- ¿Cómo es que llevabas tanto dinero encima?

- Si no ibas tú, iba yo a comprar.

Llamamos a la puerta y el padre de Eleanor nos abrió.

- Bien, ya estáis aquí -nos abrió paso- ¿Y esas bolsas? -las miró extrañado.

- Nada importante -contestó Eleanor.

- ¿Y si probamos esos garbanzos? -deposité las bolsas con la comida en la encimera.

- Prueba -me ofreció una cuchara con una pequeña pelotita de esas. Intenté morder y ahí mismo se quedaron mis dientes ¡Eran piedras! Me lo saqué de la boca y lo miré desde todos los ángulos ¿Pero acaso los había cocido?

- ¿Qué tal? -preguntó y Ele se acercó poco a poco las bolsas de comida china.

- Tú solo pruebalos -le tendí la cuchara y fui a tirar la pequeña bola a la basura. Probó uno y repitió mi acción.

- Están un poco duros.

- La parte buena, es que no tendremos que comprar más pelotas de pimpón -revolví el potaje con la pala. Tenía buena pinta y me lo comería, si fuese comestible.

- Tiremos esas piedras y comamos de una vez ¡Tengo hambre! -se quejó sacándolo todo de las bolsas. La entendía, comer de nuevo a las tres menos cuarto de la tarde te hacía querer una vaca entera para tí solito.

- Pues manos a la obra.

Pusimos la mesa entre las dos mientras Robert lo ponía todo en platos.

- Amo la comida cuando no la tengo que hacer -sonrió Eleanor.

- Yo la amo siempre.

- Tal vez deba de dejarlos más tiempo a remojo -dijo pensativo. Tenía que olvidar esas ideas tontas, darse por vencido de una vez. El tema culinario no lo llegaba a dominar en todos los aspectos.

- Papá, déjalo ya. Eso solo te sirve para dejar incosciente a alguien -intervino Eleanor y reí. Podríamos evitar que nos robasen.

- La próxima vez nos los hará Ele -le guiñó un ojo.

- Corriendo papá, corriendo.

Comimos y hablamos de diversos temas. Me divertí bastante, la verdad es que Robert siempre ha sido bastante gracioso. Después de comer, Eleanor y yo salimos a dar una vuelta. Nos cruzamos con Louis y Liam por la calles y ambos nos saludamos. Eleanor miró a Louis fijamente, sonriente y este igual. O yo estoy muy mal o estos dos se habían tomado una pastillita de la felicidad.

- Oye, ¿a tí qué tal te cae Louis? -intenté sacarle información. Desde último curso de primaria, ya no me había tocado con él en clase hasta este año. Por lo tanto, no tenía relación con él alguna.

- Bien -asintió satisfecha- es majo y divertido. ¿Y a tí? -preguntó y la miré obvia.

- ¿Eh? Ya sabes mi opinión y no la voy a cambiar.

- Pero nunca has probado a estar un rato con él -¿Y esa insistencia?

- No me hace falta.

- Si que hace. Llevo tres años compartiendo clase con él y es muy simpático. Que Harry sea así contigo no significa que Louis lo sea -lo defendió y me quedé flipando. ¿QUÉ-ESTÁ-PASANDO?

- ¿Tienes pérdidas de memoria? ¡Siempre te has quejado de él! Que si no calla, que si es un graciosillo... Eres bipolar y el un perrito faldero -concluí. Las lecciones ahora mismo no tendrían que ir para mí.

- Tu tendencia por insultar me fascina.

- Podría recitarte una frase y ninguna de sus palabras sería bonita -sonreí falsamente.

- Mal hablada.

- ¿Te gusta Louis? -pregunté sin rodeos. Si me dice que sí, me pego un tiro y caigo muerta en mitad de la acera.

- No -respondió rápidamente.

- Entonces a qué viene tanto defenderle. ¡Eres mi mejor amiga no la suya! -reproché. No tenía sentido defenderle si no le interesaba en ningún aspecto.

- No lo defiendo, solo te digo que es un buen chico.

- Espera que me aclare -hice una pausa ya que no la entendía- Dices comentarios a su favor, pero no lo defiendes; siempre le ha reído las gracias al estúpido de su amigo pero es majo; siempre te has quejado de él pero ahora es un amor, y no te gusta -intenté encajarlo todo pero las piezas me chocaban. Había gato encerrado.- ahora me tienes que decir el punto en el que me defiendes a mí y en el que le defiendes a él.

- Estoy de tu parte y lo sabes. No me caía bien antes por que tenía una mentalidad de él -arqueé una ceja. Sabía sobre quién recaía la culpa.

- A ver si lo adivino -hice una pausa- la culpa es mía.

- No, no me entiendes -intentó desacerse del tema. Pues ahora que lo había mencionado, lo iba a zanjar.

- No, no. Si, si. Ahora no maquilles tus palabras -en la vida había tenido una queja sobre mis comentarios y ahora, ¿yo le había creado mala imagen a Louis? Ella misma me daba la razón y decía cosas peores cuando compartían clase. ¡Pero esto qué es!

- No lo hago.

- Ah, osea que sí es mi culpa -inquirí molesta. Parecía que iba a ir encontra mía.

- No he dicho eso.

- Pero lo has insinuado -añadí- Liam nunca ha necesitado estar riéndose de todo lo que diga Niall, por eso me cae bien. Louis me da exactamente igual -zanjé.

- Cambiemos de tema por favor.

Nos quedamos en silencio mientras caminábamos sin rumbo, cruzando cada calle, doblando cada esquina. Eleanor miraba el suelo atenta, pensantiva, y yo quería saber que era.

- ¿En qué piensas? -pregunté y me miró despistada. ¿Tanto le había molestado lo de Louis?

- Nada, en que hay un montón de cosas que tengo que contarte pero no las recuerdo -pasó la mano por su pelo. Sabía que lo que me decía era verdad, pero se acordaba perfectamente.

Algo le pasaba, lo sabía, se le notaba en la cara. Pero...¿el qué? No creo que me quiera decir nada o al menos por el momento. Lo veía un poco frustrante, quería saberlo y ayudarle pero no podía. ¿Tenía miedo? No lo creo, soy su mejor amiga ¿de qué debía de tener miedo? Nunca le había dado razones para tenerlo.

Decidimos irnos cada una a su casa, se estaba haciendo progresivamente de noche y no íbamos a hacer nada en la calle. Cuando llegué, hice la poca cosa que nos mandaron para casa. Cené y con el móvil, me metí en la cama hasta dormirme.

Del odio al amor solo hay un paso (Harry y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora