Capítulo 41.

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POV _____.

- Algún día te coseré la boca -dirigí mis pensamientos en alto hacia Rocío.

- Bueno hasta entonces te vendrás con nosotras.

- ¿Pero por qué tengo que ir? Te preguntó a tí no a nosotras -nos señalé a Marian y a mí.

- Me preguntó por todas -suspiró.

- No tienes derecho a responder por mí, me niego a ir -me crucé de brazos.

- ¡Pero si tampoco tenías nada que hacer! -se quejó.

- Claro que sí.

- Hace dos minutos me has dicho que no, que solo ibas a zampar como una gorda -fruncí los labios pensando en que decir.

- Eso en mi mundo son planes -concluí.

- Y yo estoy suscrita en ellos -añadió Marian.

- No Marian, el plan que tiene es ir al entrenamiento como tú.

- ¿Y por qué las demás no van? -se quejó Marian.

- Tienen que hacer cosas -contestó.

- Eso es lo que ellas dicen -murmuré.

- Nos hemos comido todo el marrón.

- Ya ves, aquí las dos pringadas -respondí.

- Es esta tarde a las seis. Voy a por vosotras y ¡oh! gracias por interesaros tanto por venir -dijo sarcástica.

- ¡Pero sigo sin verle el sentido! Solo es un entrenamiento, no un partido ¿Para qué ir? -pregunté.

- Porque nos han invitado y no iba a decirles que no. Me tengo que ir, adiós -se largó.

- Puto Chris -escupí.

- Recuerda que Marcos fue el de la idea.

- Ya no saben que hacer para impresionar a una chica mas que sudar delante de ella -rodé los ojos.

Ugh.

- Si no salí con Ryan fue porque jugaba al fútbol -comenté y se me ocurrieron otras miles de razones- y era repulsivo, y feo, en general me daba asco. Aunque el detonante de todo fue que su mejor amigo estaba como un tren, osea, Logan -alcé las cejas.

Eso es todo lo que había que ver.

- La verdad es que tiene cuerpo -asintió.

- Es que va al gimnasio -contesté... Y caí en la cuenta de lo maruja que parecía. Con los brazos cruzados bajo mi pecho y haciendo gesto con la mano al hablar.

- Pues eso está bien, cuidarse es lo mejor -comentó y asentí- ¿Chris le dedicará algún gol? -reímos.

- Eso espero.

Enebramos nuestros brazos y entramos cada una a nuestras respectivas clases. Me senté en mi silla y acomodé mi abrigo en el respaldo. Atrapé las mangas de mi camisa con las palmas de la mano. Hacía un poco de fresco y las ratas que nos manejaban bien conocidas como profesores y directores no ponían la calefacción.

- ¡Marcos no la abras! -interrumpí su odiosa acción de abrir la ventana.

¡Más frío no!

- Que hace calor -se quejó.

¿Dónde veía el calor en invierno? ¿DÓNDE?

- Pero yo tengo frío.

- Si me dejas abrir la ventana te dejo mi sudadera -ofreció.

Del odio al amor solo hay un paso (Harry y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora