Capitulo 1

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Pov Anastasia

-"Mier*da,"murmuré para mí misma.

Supe desde el momento en que me desperté esamañana que mi día iba a ser horrible. Sentada en mi coche, eché un vistazo alenorme todo terreno que estaba delante de mí. ¿Cuál era su problema? Llevabaatascada en el mismo sitio, en esta autopista perdida de la mano de Diosdurante 10 minutos. Y esos 10 minutos eran más de lo disponía. Volví a mirar el reloj. Mier*da.
Suspiré y miré por la ventana, mis ojos seencontraron con los del conductor del coche que estaba a mi lado. El hombrecuarentón me dedicó una sonrisa asquerosa y vocalizó la palabra "guapa". Argg...¿Por qué los hombres tenían que parecer cerdos? Me eché hacia atrás en elasiento y dejé escapar un largo suspiro, pensando en el debate nada más empezarmi día.

Me había despertado con el atronador sonido de MyChemical Romance sonando por los altavoces de mi despertador. Protesté,enterrando mi cabeza en la almohada, buscando atientas el botón para apagarlo.Pero el sonido no cesó, si no que subió el volumen.

¿Pero qué demonios? Me estiré más para desenchufarel cable de la pared, y me caí de la cama.
Desafortunadamente, el despertador y todo lo demásque había sobre mi mesilla de noche se cayó conmigo. ¡Oh dios! ¡Mi BlackBerry!El ahora vacío, vaso de agua estaba tirado al lado de mi teléfono mojado. Elpánico empezó a invadirme en cuando agarré el teléfono en mi mano, goteando.


Estaba muerta. Toda mi vida y todos los horarios del señor Grey estaban en esa cosa. Cogí aire con fuerza, para calmarme. Quizás podría secarlo y todo estaría bien, me dije a mi misma. Sí, claro. Como si el agua y los aparatos electrónicos caros se llevaran tan bien.

Recé en silencio, pidiendo que ayer por la noche me acordara de hacer una copia de seguridad. Pero después de recordar el día que había tenido ayer, estaba totalmente convencida de que me había olvidado. Mi jefe, Christian Grey, estaba de un humor particularmente desagradable, y había pasado la mayor parte de su día dando órdenes y portazos. El tipo era un cabrón de primera clase. Había sustituido a mi anterior jefe hace nueve meses, y ahora era un gilipollas y lo había sido desde el primer día. Normalmente no me molestaba. No había llegado a donde estaba por mi cara bonita. Pero ese día estrené mi vestido de Michael Kors, un enorme derroche y me sentía particularmente bien conmigo misma.

Su rabieta me había hecho plantearme contratar un asesino enserio a eso de las seis de la tarde. Suspiré cuando me di cuenta de que iba a tener que pasarme toda la hora de la comida buscando un teléfono nuevo. De alguna manera me las apañé para olvidarme de mi incoherencia y prepararme para el día. Por supuesto, me olvidé de mi café y las llaves se cayeron por detrás del sillón, pero de algún modo, gané unos minutos mientras corría hacia el coche.

Eso fue, por supuesto, antes del accidente.
Me tomó casi una hora, ya que cuando llegué a la zona del accidente, los restos estaban bloqueando tres carriles en la carretera y el tráfico se condensaba en una sola vía. Oficialmente llegué una hora tarde a la oficina. En otras circunstancias, hubiera llamado, pero mi teléfono todavía estaba en casa, tirado sobre una pila de pañuelos de papel empapados de agua, al final del cubo de basura de mi cuarto de baño.

Sabía que esto iba a ser un infierno, aunque yo me sentía orgullosa de llegar siempre quince minutos antes al trabajo.

Nunca había llegado tarde. Hasta hoy. Y todo porque él era un gilipollas. El señor Christian Grey. Puse los ojos en blanco mientras su nombre azotaba mis pensamientos; no podía soportar a ese tipo. Tenía unos aires de superioridad, y una actitud pomposa que jamás había visto en nadie. Solía escuchar lo que las otras mujeres de la oficina cuchicheaban sobre él porque, tengo que admitirlo, era extremadamente guapo.

Pero si tienes algo de sentido común tienes que darte cuenta de que en la vida, la belleza es solo una primera capa, y que la fealdad llega hasta lo más profundo. Yo había tenido mis líos con capullos en los últimos años; salí con algunos en el instituto y en la universidad. Pero este se llevaba la palma. Beautiful Bastard.

- Bueno bueno, señorita Stelee, ¿qué hora es ahora mismo en su pequeño mundo?"-preguntó con tono condescendiente a medida que yo entraba en la oficina.

Estaba de pie junto a la puerta de su despacho, al otro lado de la habitación, tan guapo y arrogante como de costumbre. Medía alrededor de 1.80 y su cuerpo parecía esculpido en mármol.

Había cometido el error de visitar el gimnasio del hotel durante una convención el primer mes que trabajamos juntos, y me lo encontré sudoroso y sin camisa al lado de las cintas de correr. Esa imagen se quedaría grabada a fuego en mi mente para siempre.

Pero, por supuesto, tuvo que arruinarlo abriendo la boca. "Es agradable ver que por fin tiene interés en ponerse en forma, señorita Steele". Gilipollas.

Tenía una cara por la que cualquier modelo mataría, y el pelo más increíble que había visto en un hombre. Sex hair. Es así como lo llamaban las chicas del piso de abajo y, según ellas, se lo había ganado a pulso.

-"Lo siento señor Grey. Hubo un accidente en la autopista, y he llegado lo más temprano que he podido. No volverá a pasar, señor"- Dije en un tono cortés, a pesar de que mis dedos estaban prácticamente deseando arrancarle sus bonitos ojos grises.

-"Tiene razón, no volverá a pasar"- respondió con esa sonrisa torcida que hacía que mi estómago girase y saltara al mismo tiempo.

Si solo pudiera mantener su maldita boca cerrada, sería perfecto.

Un poco de esparadrapo en su boca y no me importaría hacer realidad los sueños que tenía con él; en la sala de contadores, en su mesa, en mi mesa, tendidos sobre sábanas de satén...

- "Y para no permitir que este incidente borre su memoria, quiero los formularios que he dejado en su mesa esta mañana, terminados y en mi despacho a las seis. Y luego va a recuperar la hora que ha perdido esta mañana haciendo la presentación conmigo en la sala de conferencias"

Mis ojos se abrieron mientras su voz irrumpía mis pensamientos, y lo observé mientras se daba la vuelta sin decir nada más, cerrando la puerta de su despacho en mis narices.

Vaya Un Idiota.

Sabía de sobra que una presentación para una campaña de publicidad no podía hacerse en... Miré el reloj. Genial, siete horas y media, si me saltaba la comida. Arrojé mi bolso debajo de la mesa y me senté para encender el ordenador, murmurando para mí misma y abriendo la carpeta que había encima de mi mesa.

Bueno, por lo menos era un simple anuncio de zapatos, no era difícil pensar un slogan. Aun así me había dado un límite de tiempo irreal. ¿He dicho ya que mi jefe es un gilipollas?....

Mientras todo el mundo comenzaba a salir para almorzar, yo seguía sentada en mi mesa, con mi café y mi paquete de Ritz Bits que había comprado en la máquina expendedora de camino al baño. Normalmente me habría traído algo para almorzar, o saldría con los demás compañeros para comer algo, pero el tiempo no estaba de mi parte hoy. Escuché abrirse la puerta de la otra oficina. Levanté la mirada y sonreí mientras mi amiga Elizabeth entraba. Elizabeth llevaba trabajando para Grey Inc. casi tanto tiempo como yo. Era dulce y amable, y una de mis personas favoritas aquí.

-"¿Lista para comer, Ana?" - me preguntó, sonriendo dulcemente.

-"Dios, Eli lo siento, sé que te lo prometí, pero hoy es un día de mierda. No hay manera de que pueda acompañarte." - La miré, disculpándome, y su sonrisa se cambió por un mohín.

-"¿Día de mierda o, jefe de mierda?"- se sentó y se rio por lo bajo.

Elizabeth lo sabía todo acerca de Christian "el gilipollas" Grey. Era una leyenda viva en este edificio. Nadie discutía con él si querían mantener su empleo.

-"Tienes razón en lo segundo"-le respondí. Cerré los ojos y dejé escapar un gran suspiro.-"Mira, estoy absolutamente inundada de trabajo. Baja y come sin mi"

-"Pero..."-ella intentaba discutir.

-"Eli, de ninguna manera. Incluso si trabajo sin parar hasta las siete, sigo pensando que no puedo terminarlo a tiempo. Lo siento mucho, prometo estar contigo la próxima vez"

-"Está bien. Pero no dejes que tu jefe te putee. Tiene suerte de tenerte y lo sabe. Todos sabemos quién maneja aquí las cartas, Ana"– Elizabeth sonrió y salió de la oficina.

Dios, iba a ser un día muy largo. Me di cuenta por tercera vez que mis medias empezaban a caerse. Siempre me vestía de manera impecable para ir al trabajo. Siempre llevaba mi pelo con estilo, aunque al final del día, mis rizos iban por libre. Y gracias a mi mejor amiga, Kate, mi ropa era moderna y profesional. Insistía en que yo estaba hecha para el look de "secretaria caliente", así que en mi armario predominaban muchas faldas lápiz, blusas femeninas y blazers, joyería simple y por supuesto, y de nuevo gracias a Kate, los mejores zapatos que el dinero podía comprar.

Siempre había odiado los tacones, pero ella me había enseñado que los más caros solían ser de mejor calidad y eran más cómodos. Odiaba admitirlo, pero tenía razón. Y ahora mi armario era el hogar de muchísimos pares de sexis zapatos de diseño. Lo único que odiaba, eran mis gafas. Siempre me sentía como una tonta con ellas. Pero las lentillas no me iban bien, y no podía leer sin ellas. Así que Kate me ayudó para escoger las gafas perfectas que, en sus propias palabras, "completaban el look. "


Mientras me agachaba por debajo de mi mesa para subirme las medias, sentí que alguien se aproximaba. Sin mirar, hablé,

Mi SecretariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora