Capitulo 55

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Pov Christian

    -No voy a irme.- comenzó a decir, con un visible temblor sacudiendo su cuerpo. -No podría... aunque quisiera.

Exhalé todo el aire de golpe mientras el alivio me invadía.

-Lo que viste...- me fui callando, sacudiendo mi cabeza mientras me imaginaba la escena a través de sus ojos. -Ana, estoy seguro de que sabes que esa era Leila. Vino a decirme que va a casarse, que me perdona por haberla dejado. Cariño, se lo que puede parecer, pero tienes que saber que te amo... que nunca podría... lo eres todo para mí. Mi vida es tuya, todo lo que tengo... todo lo que soy, es tuyo.- Observé como una lágrima se deslizaba por su mejilla, iluminaba por la tenue luz.

-Lo sé...- dijo despacio, mientras nos mirábamos a los ojos en la oscuridad. Quería tanto abrazarla, para secar sus lágrimas. Mis brazos temblaron y cerré los puños, clavando las uñas en las palmas de mis manos. -Comencé a guardar mis cosas- dijo murmurando mientras yo sacudía la cabeza, intentando disipar la escena de entrar en la oficina y ver su mesa vacía. -Tu padre estaba allí. Me sorprendió mientras recogía las cosas de mi mesa.- Se quedó callada, pensando, moviendo sus ojos hacia la ventana otra vez. -Hemos hablado.

-¿Mi padre estaba allí?

-- dijo con un jadeo, abrazándose.

-¿Qué es lo que ha dicho?- pregunté, incapaz de ocultar el terror en mi voz.

-Que me quería como a su propia hija,- su voz se rompió mientras caían más lágrimas. En ese momento le estaba tan agradecido a mi padre, sabiendo lo mucho que quería a mis padres, lo herida que se sentía por haberlos decepcionado. Cogió aire temblorosa y continuó. -Y básicamente me dijo lo que ya sabía, que ahora eras una persona diferente, que habías cambiado.

-Así es, Ana.

-Dijo que siempre habías actuado como si el peso del mundo estuviera sobre tus hombros... pero que habían visto un cambio, y que sabían que el cambio había sido yo.

Nos miramos a los ojos, y por primera vez desde nuestra primera caricia, no vi dudas en ellos.

-Es verdad.

-Vi algo, y perdí los estribos. Siento tanto haber dejado que mis miedos y mis inseguridades reemplazaran todo lo que se sobre ti... sobre el hombre que has demostrado ser. Pero ya no tengo miedo, Christian. Creo que... para que podamos seguir adelante, necesitaba darme cuenta por mí misma. Sé que me amas. "- dijo firmemente mientras dejaba caer sus brazos a ambos lados de su cuerpo.

-Muchísimo- dije, necesitando abrazarla, para asegurarme de que estaba aquí conmigo.

Como si me hubiera leído la mente, se movió, parándose enfrente de mí. Levanté el brazo y cogí sus manos, acariciando el brazalete que todavía llevaba puesto. Se situó entre mis piernas y la atraje hacia mí, presionando mi cara contra su estómago, cerrando los ojos mientras sus manos acariciaban mi pelo.

-Te amo, Christian - Besó mi cabeza y suspiró, mientras yo la abrazaba con más fuerza.

-Has vuelto- susurré en su camisa, dándome cuenta de la magnitud de sus palabras.

-Se ha terminado eso de huir de ti.

Me separé para mirarla, buscando su cara con mis ojos. A pesar de todo, había dejado de lado sus miedos. Pasé mi mano por su cuerpo con las puntas de mis dedos acariciando su piel húmeda.

-Gracias- susurré, sonriendo. -Ana, tenemos tanto de que hablar.

-- respondió despacio. Sentí como sonreí bajo mi mano. -Y no voy a irme a ningún lado.

Sonreí y la abracé, acercándola hacia mi cara y acariciando sus labios con los míos.

-Te amo- murmuré contra su boca. Suspiró con fuerza, con una mezcla de satisfacción y alivio evidente en el sonido. -Es tarde- dije, notando como su cuerpo se inclinaba hacia mí.

Asintió, riendo un poco.

-Estoy tan cansada.

-Venga.

Me puse de pie y la cogí, llevándola a mi habitación. Nos desvestimos uno al otro, despacio. Besé su barbilla, su oreja, su ombligo. Me susurró un te amo contra mi hombro y besó mis labios suavemente. No había frenesí, solo la necesidad de estar cerca. Subimos a la cama juntos, sintiendo de repente mi cansancio mientras nos cubría con el edredón. Su cuerpo se amoldó al mío, entrelazando nuestras piernas mientras mis brazos la abrazaban. La última cosa que escuché antes de quedarme dormido fue un suspiro contenido de la mujer que sabía que nunca volvería a irse.

Me desperté más tarde. La habitación todavía estaba oscura y su cuerpo cálido y suave dormía a mi lado. Levanté mi barbilla para verla. Estaba ensimismado por la manera en que sus pechos se levantaban con cada respiración, por la manera en que su pelo se esparcía por mi almohada y como su lengua lamía sus labios, para humedecerlos. Mi mente todavía se centraba en el hecho de que ella había vuelto conmigo. A pesar de todo lo que había visto, me creía lo suficiente como para volver. Y a eso había que añadirle que ya no teníamos que escondernos más. Podría salir con ella, besarla delante de mi familia, y decirle al mundo que era mía.

De repente estaba hambriento por tocarla.

Planté un beso en su pecho, embriagándome con su familiar y delicado olor. Lamí alrededor su pezón, tomándolo en mi boca, incapaz de reprimir un gemido al sentirla con mis labios. Mientras lamía gentilmente, ella gimió y sus manos se movieron hasta mi pelo, agarrándolo.

-Mm Christian- suspiró, y la necesidad en su voz fue directa a mi entrepierna. Me moví hasta el otro pezón, tomándolo con mis dientes y mordisqueándolo. Jadeó, arqueando la espalda, moviendo sus caderas contra las mías.

-Perdona por despertarte- murmuré contra su piel, besando el camino hasta su cuello. -Pero no podía estar aquí tumbado contigo un segundo más sin poder tocarte.

-Uhmm... me alegro.- dijo con un suspiro, separando las piernas mientras me ponía en medio. Su pulso latía rápido bajo mis labios, y su calor hizo que gimiera mientras me acariciaba contra ella.

-Te amo tanto- susurré en su oído. -No puedo esperar para decirle a todos que eres mía.- Besé su mandíbula, enredando mis manos en su pelo, y atrayendo sus labios a los míos.

-Sin esconderse más.- susurró en mi boca.

-Nunca más.

Mi SecretariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora