Pov Christian
Observando el tráfico a medida que avanzaba por la avenida South Michigan, me preguntaba si mi día iba a mejorar. Odiaba estar en un jodido atasco. La oficina estaba a tan solo unas manzanas de aquí, y estaba considerando seriamente decirle al chofer que se llevara el coche, y seguir andando. Miré mi reloj, y vi que ya eran casi las 6, y solo habíamos avanzado tres manzanas en veinte minutos. Perfecto. Cerré mis ojos y eché la cabeza hacia atrás, repasando la reunión que acababa de finalizar.
Nada en particular había ido mal; de hecho había sido todo lo contrario. Los clientes se habían entusiasmado con nuestras propuestas, y todo había salido sin ningún problema.
Pero parecía que yo estaba de jodido mal humor.
Elliot se había propuesto decirme cada quince minutos de las últimas tres horas, que me estaba comportando como un adolescente caprichoso, y cuando firmaron los contratos, me dieron ganas de darle una paliza. Aprovechaba cualquier momento para preguntarme cuál era mi maldito problema, y francamente, no podía echarle la culpa.
Tenía que admitir que me había comportado como un gilipollas los últimos dos días. Y eso decía mucho de mí. Por supuesto, Elliot pensaba que tenía todas las respuestas, y decidió que mi problema era que necesitaba echar un polvo. Dios, si él supiera...
Habían pasado dos días. Dos jodidos días desde que esa zorra se fue de mi despacho, dejándomela dura como una piedra, y muy salido, y estaba hecho un lio. Por mi actitud, cualquiera diría que no había tenido sexo en seis meses. Pero no. Llevaba casi tres días sin tocarla, y me estaba volviendo un jodido lunático. El coche se detuvo de nuevo, y pensé que iba a pegar un grito.Miré a través de la ventana tintada, y me di cuenta de dónde habíamos parado; justo enfrente de la boutique de La Perla. Salí del coche antes de que mi mente lo registrara.
Estaba esperando para cruzar, en el bordillo, cuando pensé que no tenía ni idea de lo que iba a hacer. ¿Cuál era el motivo para entrar? ¿Qué iba ocurrir si lo hacía? Iba a comprar ¿algo, o solo torturarme a mí mismo? A medida que me acercaba a las puertas de cristal, me consolé a mí mismo con una idea; por lo menos podría adquirir nuevo material para masturbarme.
Dios, era un puto enfermo.
Entré en la glamorosa tienda e inmediatamente me abrumó una sensación familiar. El suelo era de cálida madera color miel, los techos estaban llenos de lámparas cilíndricas, agrupadas por toda la sala. La tenue iluminación le daba a toda la tienda un aspecto íntimo, con un resplandor suave que iluminaba los cuadros y los stands, llenos de lencería cara. Pero la familiaridad, para ser sincero, venía directamente de la propia lencería. Algo en el delicado encaje y en el satén me enviaba la familiar sensación de deseo sobre ella.
Pasando mis dedos a lo largo de la mesa que estaba en la entrada, me di cuenta de que ya había llamado la atención de las vendedoras. Una de ellas, alta, guapa, teñida de rubio, empezó a caminar hacia mí.-Bienvenido a La Perla- dijo alegremente. -¿Puedo ayudarlo a encontrar algo? ¿Un regalo para su esposa? ¿Quizás, su novia? -añadió, con un toque de flirteo en su voz.
-Uhm... no, gracias- respondí, sintiéndome repentinamente ridículo solo por estar allí.-Solo estoy mirando- Miré rápidamente hacia otro lado, no sin antes darme cuenta de que sus ojos me recorrían de arriba abajo.
-Bien, si cambia de opinión, hágamelo saber- dijo con un guiño, dándose la vuelta y volviendo a la caja.
La observé mientras caminaba, disgustado porque ni siquiera había considerado pedirle el número de teléfono. Joder. No era, del todo, un mujeriego, pero una chica preciosa en una tienda de lencería acababa de flirtear conmigo, y ni siquiera se me había ocurrido seguirle el juego. Por el amor de dios. ¿Qué diablos me estaba pasando?
Estaba a punto de darme la vuelta e irme cuando algo me llamó la atención. Me volví, y acaricié con los dedos el sexy liguero de encaje negro que colgaba en uno de los stands.
No me había dado cuenta de que realmente las mujeres llevaban esto, sin ser portadas de Playboy, hasta que comencé a trabajar con ella. Me acordé de cuando me senté a su lado en la primera reunión que tuvimos el primer mes que trabajamos juntos. Tenía las piernas cruzadas, y se movió de manera que la falda se le subió, dejando al aire una delicada cinta blanca que sujetaba sus medias. De repente volví a la realidad cuando escuché una voz familiar y pensé que seguía recordando.
ESTÁS LEYENDO
Mi Secretaria
FanfictionLa historia original es de Bere Pico, adaptada por mi Christian Grey es un capullo HERMOSO, con clase. En este punto de su vida lo tiene todo; dinero, coches y mujeres. Anastasia Steele es su guapísima secretaria, y durante nueve meses, él ha he...