Maratón 1/? Capitulo 48

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Pov Anastasia

-¿Qué? Oh dios mío, Ana- dijo con voz gentil y comprensiva. Casi pude visualizar en mi cabeza su cara, presionando las puntas de sus dedos en sus labios, y abriendo los ojos estupefacta... y decepcionada.

-Lo sé- susurré, incapaz de subir más el volumen de mi voz. -Lo siento tanto, Elizabeth

-Ana, no tienes que disculparte conmigo. Soy tu amiga por encima de todo.- Me di cuenta una vez más de lo afortunada que era de tenerla en mi vida.

-Gracias. No tienes idea de lo mucho que significa para mí.- Escuché un golpe agudo que venía del salón. -Escucha, Elizabeth, tengo que irme. Hay alguien aquí, pero prometo llamarte más tarde. "

Nos despedimos y fui hasta la puerta de la entrada, sorprendida de encontrarme con un hombre sujetando un jarrón con las flores rosas más bonitas que había visto.

-¿Anastasia Steele?

-- Asintió y me entregó una pequeña carpeta. Firmé rápidamente, entregándome las flores. -Gracias- dije distraídamente, cerrando la puerta.

Exhalé profundamente mientras entraba en la cocina, mientras que el olor de las orquídeas y las lilas de calla inundaba la casa. Puse el vaso en la encimera y vi una tarjeta. Mi corazón empezó a latir rápidamente mientras abría el pequeño sobre, metido entre las flores, y mi mente se olvidó momentáneamente de los problemas. Me mordí el labio, nerviosa, y descaradamente entusiasmada cuando vi quien me las había mandado.

Pour la femme de mes revés.
Para la mujer de mis sueños.
Con cariño.
Christian G.


No pude evitar sonreír cuando leí la tarjeta, sacudiendo la cabeza por el apodo que había elegido para mí: Para la mujer de mis sueños.
Esas palabras me habrían llenado de alegría esta mañana, pero ahora, por muy hermosas y sentidas que eran, inundaron mi pecho de ansiedad. Me incliné de nuevo, inhalando profundamente, dejando que la dulce esencia me embriagara, agradeciendo ese pequeño momento de respiro.

Volví a dejar la tarjeta, cogiendo el jarrón y llevándolo a la mesa del comedor. Me senté y lo contemplé en silencio, preguntándome como Christian podía saber siempre lo que necesitaba exactamente.
Me había sentido aprensiva por sus sentimientos, y que hubiera encontrado la manera de decir que me amaba en el momento exacto en que lo necesitaba. Había estado preocupada buscando mi lugar en su vida, y sin montar un espectáculo o con palabras innecesarias, me entregó su brazalete mientras yo dormía. Incluso ahora, preocupada por mi futuro, y decepcionada a mí misma por haber herido a la gente que me rodeaba, de alguna manera Christian había conseguido que sonriera.
Volví a mirar la hora y gruñí. No iba a haber manera de que me quedara aquí sentada y esperar a ver que iba a pasar. Necesitaba distraerme y debatir mis opiniones. Así que decidí conducir para despejarme.
Conduje hasta las afueras de la ciudad, con la ventana abierta, la música a todo volumen y pensando en todo lo que había pasado. Pensé en nuestra conversación, la manera en que había perdido los nervios cuando mencioné a Jose. Recordé como me presionaba contra la ventana de su despacho y la manera en que mi cuerpo reaccionaba a pesar de su enfado. Recordé la manera en que me había tomado sobre su mesa, perdidos en nuestros cuerpos, olvidando que el mundo seguía existiendo ahí fuera. Me pidió que fuera con él a París, y aunque al principio la idea me entusiasmo, cuando mencionó ir en Navidad, me di cuenta de que todavía planeaba mantener las cosas en secreto unos cuantos meses más.

Tenía que haber ido por delante. Necesitaba tiempo pero, ¿cuáles eran mis planes para decírselo a todo el mundo? ¿Nos seguía viendo a nosotros, todavía como un secreto?
Negué con la cabeza en cuanto me di cuenta de que no iba a ponerme a considerar eso ahora. Solo podía rezar para que fuéramos lo suficientemente fuertes para sobrevivir a todo esto.

Mi SecretariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora