Pov Christian
Observé como la indecisión cruzaba su cara y conocía su dilema; se pensaba que íbamos a pasar la noche de la misma manera que habíamos pasado las anteriores. ¿Y por qué no iba a pensarlo? Pensaba igual que ella, pero aquí fuera, a la luz del mundo real, no sabía si eso sería posible. Solo pensar en lo que estaba a punto de hacer, me ponía enfermo.
-Señorita Steele - Sus ojos volaron hasta los míos, enormes y esperanzados.- Tengo una cena de empresa esta noche, así que nos vemos mañana por la mañana antes de ir al aeropuerto. Debería salir y pasarlo bien con sus amigas.- Su cara se transformó instantáneamente y un dolor se ancló en mi pecho. No quería ser el responsable de esa mirada. Quería hacerla reír otra vez, para ver su sonrisa.
-Oh... vale. Por supuesto, Señor Grey. Nos vemos mañana entonces.- Aguantamos la mirada por un momento, y aunque quisiera aparentar frialdad y tranquilidad, pude ver el dolor. Cada parte de mi dolía por abrazarla, para eliminar el dolor de sus ojos. Pero no podía.
El grupo de mujeres que la rodeaba chillaron excitadas e inmediatamente comenzaron a hacer planes para conducir a Anastasia hasta el hotel y esperar a que se cambiara de ropa.
Asentí hacia ella y me giré rápidamente. Tenía que irme de allí. El corto trayecto en el coche fue silencioso y solitario, solo el embrollo de mis pensamientos me acompañaban.
No podía creerme que un día que había empezado de manera tan perfecta terminara de esta manera. Sabía que el mundo real reaparecería tarde o temprano, y no podía evitarlo siempre. Simplemente no sabía que me afectaría con tanta fuerza.
Llegué al hotel y caminé a través del largo hall hasta el ascensor, perdido en mis pensamientos. Lo había jodido de tantas maneras que no se podían ni contar; con mi trabajo, con mis responsabilidades y con Anastasia. Le había hecho daño. No podía creer lo mucho que esa idea me molestaba.
-¡Señor Grey! Aguante el ascensor- Me di la vuelta y vi al grupo del seminario caminando rápidamente hacia mí con Anastasia en el medio. Aguanté la puerta abierta y las dejé pasar.
-Señoritas- dije educadamente, entrando solo cuando estuvieron todas dentro. Mis ojos se encontraron con los suyos a través del ascensor por un breve momento, antes de que ella apartara la mirada.
-Ana, ¿qué has metido en la maleta?- Le preguntó una morena atractiva.- Hay un club increíble en el centro de la ciudad. Vamos a ir después de cenar, y sé que has traído algo sexy. "
-Uhm, no tengo muchas ganas de ir a un club, Melissa- le dijo a la chica, y me di cuenta de que estaba evitando mirarme.
-¡Qué! ¡Anastasia Steele, siempre vamos! Es una tradición..."- escuché numerosas protestas del grupo.
-Lo sé, lo sé. Pero estoy muy cansada. No tengo ganas de bailar esta noche. "- La morena la miró extrañada y pude ver como Anastasia se iba sintiendo cada vez más incómoda.
-¿Cómo puedes estar cansada? Vuelves a tu habitación muy temprano cada noche. No te he visto en ninguno de los talleres en toda la semana. ¿Qué demonios has estado haciendo?- Intenté no parecer sospechoso mirando al suelo, pero no pude resistir la tentación de mirarla. Nos miramos y supe que sus pensamientos se reflejaban en los míos.
Pensé en cada momento sin dormir, de tenerla entra mis brazos, de tocar cada centímetro de su piel. Incluso con el muro invisible que había puesto entre los dos, podía leer su mente.
El timbre del ascensor sonó, salvándola de responder a las demás. Anastasia no volvió a mirarme a los ojos. Las observé mientras se iban, escuchando diferentes conversaciones sobre planes para esa noche. Me froté el pecho en cuanto el familiar dolor volvía, y observé como Anastasia desaparecía por la puerta.
Entré en mi habitación, me pasé las manos por el pelo y miré a mí alrededor, maldiciendo la manera en que mi cama se estaba burlando de mí. No había dormido en ella, pero había deshecho las sábanas para aparentar que la había usado. Solo una mentira más que añadir a la lista. Sacudí la cabeza y tiré las llaves y la billetera en el armario, dirigiéndome a la ducha. En cuanto me cubrió el agua caliente, me acordé de que esta era la primera vez que usaba mi baño. Incapaz de resistirlo, pensé en las duchas que habíamos compartido. Nunca le había hablado a ninguna mujer en francés, aparte de a Leila, pero sin obtener esa clase de respuesta. Le había dicho a Anastasia diferentes cosas, sabiendo que no entendía una sola palabra, pero me encantaba su reacción.
Algunas veces eran sucias, otras tiernas, pero siempre nos dejaban a ambos temblando.Me vestí rápidamente y me estaba dirigiendo a la puerta cuando recordé que tenía que hacer una llamada. Anastasia había mencionado que nuestro hotel era conocido por su increíble piscina en la azotea, y estaba disgustada cuando escuchó que la habían cerrado. Mi mente instantáneamente nos imaginó a los dos juntos, en el agua templada, y me ofrecí para que la arreglaran para ella.
Fruncí el ceño en cuanto me di cuenta de que eso no pasaría ahora, pero por lo menos podría asegurarme de que ella lo disfrutara. Solo me hizo falta una rápida llamada telefónica y un poco de persuasión económica para que el director aceptara darle un acceso restringido. Después de unos minutos, las cosas estaban arregladas y prometió mandarle las llaves de la puerta a su habitación.
Mi cena de empresa tuvo lugar en un popular restaurante de sushi cerca del hotel, y mientras le ofrecía al aparcacoches las llaves del mío, me preparé mentalmente para tratar ciertos asuntos. Si iba a endurecer la tortura auto impuesta de estar alejado de ella, entonces tendría que asegurarme de que valía la pena.
Me las apañé para aparentar credibilidad, metiendo baza cuando era necesario e impresionando a mis colegas con las próximas inversiones comerciales de Grey Inc.
Incluso quedé con un antiguo compañero de clase de la Universidad de Nueva York que estaba asistiendo al seminario y consideraba mudarse a Chicago. Pero a pesar de todas esas cosas que me rodeaban, no podía quitármela de la cabeza. Todo en lo que podía pensar era en donde estaba y que estaría haciendo.
Entré en mi habitación a oscuras al final de la noche, me quité la chaqueta y encendí la pequeña lámpara al lado de la cama antes de sentarme. La habitación estaba silenciosa y vacía, algo que solo amplificaba el dolor de mi pecho. Comprobé mi móvil y vi que tenía dos llamadas perdidas de mi hermano. Genial. Normalmente, habría hablado con mi padre y hermano bastantes veces esta semana, contándoles excitado las últimas tendencias, y sobre los potenciales clientes que habría conocido. Lejos de eso, no había hablado con ninguno de los dos ni una vez. Tenía miedo de que pudieran ver a través de mí, y con un profundo suspiro, me di cuenta de que probablemente tendría razón.
Eran más tarde de las 11 y me pregunté si todavía estaría con sus amigas. Quizás había decidido ir al club después de todo. ¿Estaría bailando con alguien? ¿Riéndose y pasándolo bien? ¿Estaría en su habitación? Quizás estaba tumbada, pensando en mí de la misma manera en que yo pensaba en ella.
Me puse de pie y me dirigí hacia mi equipaje, cuando un pequeño sobre al lado de la puerta llamó mi atención. Con curiosidad, me acerqué y lo recogí. Una tarjeta de acceso.
El hotel debió mandarme una a mí también. Una imagen de la piscina, que me había descrito con tanto detalle, apareció en mi cabeza. ¿Seguiría allí arriba, bañándose? Antes de darme un momento para cambiar de idea, estaba saliendo por la puerta y en el ascensor; presionando el botón que me llevaba a la azotea.
El ascensor se abrió y pasé al lado de una gran señal que advertía de que la piscina estaba cerrada. Me moví rápidamente a través del elegante suelo de mármol y puse mi tarjeta en la ranura, dándome acceso al área exterior.
En el momento en que abrí la puerta de acero, me sobrecogieron los sonidos y los olores de la noche de Seattle. La zona que tenía ante mí era increíble.
Toda la azotea había sido transformada en un elegante patio. El suelo estaba alineado con elegante teca; numerosos árboles llenos de flores llenaban grandes macetas, con sus ramas meciéndose con la suave brisa. Grandes cabañas blancas se extendían a lo largo, y la única iluminación provenía de las pequeñas hogueras artificiales, dándole a todo un brillo cálido.Caminé despacio hacia la gran piscina y tuve una perfecta vista de una preciosa mujer nadando en la iluminada agua azul. Casi me sentí culpable por observarla sin que lo supiera, y decidí sentarme en una de las tumbonas de las cabañas. Necesitaba hablar con ella, y no podía esperar.
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Mi Secretaria
FanfictionLa historia original es de Bere Pico, adaptada por mi Christian Grey es un capullo HERMOSO, con clase. En este punto de su vida lo tiene todo; dinero, coches y mujeres. Anastasia Steele es su guapísima secretaria, y durante nueve meses, él ha he...