Capitulo 19

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Pov Christian

Todo el fin de semana me lo pasé pensando cómo sería no tener a la señorita Steele durante toda la semana. Por un lado, sería agradable poder pasar un día entero en el trabajo sin estar empalmado, o tener una de mis "sesiones aliviadoras "en el baño. Por otro, me preguntaba si sería raro no tenerla allí. Ella había sido una constante en mi vida durante este año, y a pesar de que no me gustaba su personalidad, de alguna manera, me reconfortaba tenerla a mí alrededor.

Elizabeth entró en mi despacho a las nueve en punto, sonriendo abiertamente mientras se aproximaba a mí. La seguía una atractiva morena de unos veintitantos. Se llamaba Kat, mi asistente sustituta. Me miró con una sonrisa tímida, y vi como Elizabeth ponía su mano sobre su hombro. Fruncí un poco el ceño, dándome cuenta de lo que significaba: ya le había informado acerca de lo de "capullo buenorro". Genial.

Decidí que era mi oportunidad. Iba a demostrarle a todo el mundo que mi inmerecida reputación era el resultado de trabajar con alguien tan antipático como la señorita Steele, y que no tenía nada que ver conmigo.

-Me alegro mucho de conocerla, Kat.- dije, con una gran sonrisa, ofreciéndole mi mano para que la estrechara.

Me miró extrañada, con la mirada vidriosa, antes de sacudir ligeramente la cabeza y estrechar mi mano.

-"Lo mismo digo, señor. "- dijo sin pensarlo, mientras miraba a Elizabeth inquisitivamente.

Elizabeth miró mi mano y después a mí, extrañada, antes de hablar con Kat.

-Vale. Bueno, ya he revisado todo lo que Anastasia me ha dejado. Aquí está tu mesa. "- dijo, acompañándola a la silla de la señorita Steele.

Una sensación extraña me invadió ante la imagen de otra persona sentada ahí. No me gustaba. Lo sabía muy bien. Sentí como desaparecía mi sonrisa cuando miré a Elizabeth.

-"Bueno, si necesita algo que me lo diga. Estaré en mi despacho. "- Antes de darme la vuelta, observé como Kat y ella se intercambiaban miradas de terror. Sabía que debería disculparme, pero simplemente, no me importaba.

Kat se fue antes del almuerzo. Aparentemente me puse bastante brusco cuando desparramó el café sobre mi mesa, y se las apañó para encender un pequeño fuego en el microondas de la sala de descanso. Lo último que vi fue que estaba llorando mientras salía corriendo por mi puerta, diciendo algo sobre un ambiente de trabajo hostil.

El segundo becario llegó sobre las dos en punto de ese mismo día. Era un tipo joven llamado Leon. Leon parecía altamente inteligente, y yo buscaba trabajar con alguien que no fuera una mujer. Me encontré a mí mismo sonriendo por el cambio.

Desafortunadamente, había hablado demasiado temprano.

Mientras estaba sentado al lado de Leon durante una presentación de finanzas en el centro de la ciudad, me empecé a sentir algo incómodo, y me di cuenta de que no todo era lo que parecía. Cada poco, sentía como sus pantorrillas acariciaban las mías por debajo de la mesa, o miraba mi entrepierna por el rabillo del ojo.

Uff.... eso no fue nada.

Mis sospechas se confirmaron en el ascensor, subiendo hacia nuestra planta. En cuanto la puerta se abrió y entraron más personas, me empujaron contra el cuerpo de Leon. Levanté la cabeza rápidamente en cuanto sentí algo muy firme detrás de mí.

Leon fue despedido quince minutos después.

La tercera no fue mejor. Su nombre era Paula; hablaba demasiado, su ropa era demasiado ceñida y la manera en que roía el capuchón de su bolígrafo, la hacía parecer un animal intentado librarse de una trampa. No tenía nada que ver con la manera en que la señorita Steele sujetaba su bolígrafo con los dientes, pensativa. Eso era sutil y sexy, pero nada obsceno.

Se fue el jueves por la tarde.

La semana continuó de la misma manera, con cinco asistentes más. Escuché la estrepitosa risa de mi hermano en el descansillo de la oficina en más de una ocasión.

Tonto. Ni siquiera trabajaba en esta planta.

Empecé a sentir que la gente disfrutaba mucho con mi miseria; uno recoge lo que siembra.

Aunque no tenía ninguna duda de que la señorita Steele ya habría sido informada del asunto de las asistentes por Elizabeth, recibí bastantes mensajes de ella durante la semana, comprobando como iban las cosas.

Empecé a esperar ansioso esos mensajes, mirando de vez en cuando mi móvil para ver si me había saltado alguno. Odiaba admitirlo, pero en este punto, habría vendido mi Porsche y mi huevo derecho para tenerla otra vez a mi disposición.

Era obvio, que además de echar de menos su cuerpo, por lo que estaba desesperado, tengo que admitir que también echaba de menos las broncas entre los dos. Ella sabía que yo era un capullo, y se aprovechaba de ello. No tenía ni idea de por qué, pero lo hacía. Empecé a sentir respeto profesional por ella, y también personal, durante esa semana.

Me encontré a mí mismo preguntándome que estaría haciendo y quién lo estaría haciendo. Me pregunté brevemente si Jack la habría llamado más veces. Consideré por un momento llamar a mi madre, y preguntarle casualmente si sabía si habían quedado, pero eso solo me ocasionaría más preguntas.

Empecé a hacer las maletas para mi vuelo del domingo por la noche, y escuché mi móvil vibrar. Lo alcancé y me sorprendí al ver de quien era el mensaje.

Srta. Steele: Lo recogeré mañana por la mañana. 11:30
Terminal B, al lado de los paneles de llegadas.
Avíseme en cuanto aterrice.

Hice una pequeña pausa, al darme cuenta de que la vería mañana.

Capullo Buenorro: Lo haré. Gracias

Por un momento me pregunté si me respondería, pero seguí haciendo la maleta. Cuando mi móvil volvió a vibrar un minuto más tarde, me quedé mirándolo. No podía ser ella otra vez.

Srta. Steele: De nada. ¿Todo va bien?

Me sorprendió que me preguntara por mi semana. Nos estábamos metiendo en un territorio desconocido. Nos escribíamos mensajes y emails con frecuencia, pero normalmente se restringían a responder "si" o "no". Nunca había nada personal. ¿Sería posible que sintiera la misma frustración que tuve yo durante la semana?

Capullo Buenorro: Genial. ¿Y tú?

Me reí mientras pulsaba el botón de enviar; esta situación se estaba volviendo muy extraña. En menos de un minuto, recibí otro.

Srta. Steele: Mi padre está genial. Lo echaba de menos.
Me alegra haber vuelto a casa. Te veo mañana.

Puse la alarma en mi teléfono, y lo dejé en la mesa camilla, mientras me sentaba al lado de la maleta, en la cama. La iba a ver en menos de doce horas. No sabía cómo sentirme.

Mi vida se había vuelto tan inestable, y esto era un estado completamente extraño para mí. Había muchas razones para mantenerme alejado de ella, y otras muchas por las que no podía hacerlo. Esta semana la había llevado bien, pero ella estaba a 2000 millas. ¿Qué pasaría si nos pasáramos todo el día juntos, durmiendo en la habitación de al lado? No sabía si estaba preparado para eso. Me encogí de hombros mientras me daba cuenta de que, preparado o no, iba a pasar.

Solo esperaba tener la fuerza necesaria para resistirme......

Mi SecretariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora