Capitulo 9

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Pov Anastasia

Había ochenta y tres respiraderos, veintinueve tornillos, y montón de polvo en el techo de encima de mi cama. Genial. Me di la vuelta, notando como ciertos músculos se estaban burlando de mí, recordándome el hecho innegable de por qué no podía dormir. Un escalofrío recorrió mi espalda y mis pezones se endurecieron en cuando recordé sus palabras de ayer por la tarde.

-No, quiero que mires justo ahí. Quiero que veas como te lo hago. Y mañana, cuando estés irritada, quiero que recuerdes quien te hizo esto

Realmente no estaba bromeando. Mis caderas y mis muslos jamás me habían dolido tan dulcemente cada vez que los movía esa noche. Dejando escapar un suspiro y metiéndome bajo las sábanas, gruñí frustrada mientras me quitaba mis bragas húmedas y las lanzaba al suelo. Estas se estaban quedando viejas. Nunca me había importado tanto mi ropa interior... y no era cosa suya. Si fuera cosa suya... bueno, eso es otro asunto. Mis pobres, pobres bragas. Ese hombre había destruido casi 500$ en lencería. Lencería buena. Mis bragas poderosas. Bueno, supongo que hemos visto hasta qué punto me había pillado.
La situación era tan demente que no podía hacer otra cosa que reír en mi silenciosa habitación. Me había follado en un probador hacía siete horas. Bien follada.

Cuando el señor Grey se fue de la oficina por la mañana, terminé mi trabajo y me fui temprano, intentado escapar de los constantes pensamientos sobre él. ¿Qué mejor manera de distraerme que ir de compras? Y entonces, a pesar de todos mis esfuerzos para evitarlo, ahí estaba él, mirando lencería en La Perla.
Ese tío tenía que ser un completo capullo, pero no podía negar que sabía lo que se hacía.
Y a pesar del hecho de que no podía aguantarlo, disfrute de cada minuto. Dios, mi cuerpo me traicionaba.
Sin darme cuenta, mi mano viajó hasta mi pecho; pellizcando mi pezón sobre mi camiseta de punto. Cerré los ojos y solté el aire que no sabía que estaba reteniendo, mientras el tacto de mis propias manos me llevó de vuelta a mis recuerdos. Sus largos y gloriosos dedos recorriendo la parte de abajo de mis pechos, sus pulgares rozando mis pezones, cogiéndolos con sus manos... maldita sea. Dejé escapar un sonoro suspiro y le di una patada a la almohada, tirándola de la cama. Sabía a dónde me llevarían toda esta serie de pensamiento. Había hecho exactamente lo mismo tres noches seguidas y joder, tenía que pararlo ahora mismo. Casi sin aliento, me puse boca abajo y cerré mis ojos con fuerza, deseando que me venciera el sueño.
Pero veinte minutos más tarde, seguía despierta. Mierda.
¿Cómo había llegado a esto? Todavía recordaba, con perfecta claridad, el día, hace casi un año y medio, en que Carrick me pidió que acudiera a su despacho para hablar. Aunque era una persona cercana a los Grey, me lo había dicho con un tono muy formal cuando me llamó a mi oficina, donde trabajaba como asistenta becaria, y francamente estaba muerta de miedo. Una vez que entré, su secretaria me sonrió, conduciéndome adentro.

Seis meses antes

-Anastasia- me dio la bienvenida con una cálida sonrisa y señaló la silla enfrente de él. -Por favor, toma asiento. Tengo algo que discutir contigo

-por supuesto, señor Grey- le devolví la sonrisa, nerviosa, mientras me sentaba.

-Anastasia, te he llamado porque tengo grandes noticias que compartir contigo, y una oferta que me gustaría que tuvieras en cuenta. Estoy seguro que estarás al tanto de que mi hijo Christian ha estado viviendo y trabajando en Paris durante los últimos seis años. Se ha ganado una gran reputación en Louis Vuitton, pero le he ofrecido trabajar aquí y estoy contento de que haya aceptado. Trabajará como gerente financiero, y me gustaría mucho que aceptarás como su asistente ejecutivo. Creo que tú y Christian harían un gran equipo. Va a necesitar tu ayuda con la compañía de pólizas al principio, pero estoy seguro de que entablarán una relación fluida muy pronto. ¿Qué dices, Anastasia?

Mi SecretariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora