Pov Christian
Dios mío. Estaba tan jodido. Llevaba mirando el techo desde que me había despertado hacía 30 minutos. Dura. Otra vez. Y esta vez era incluso peor que las otras 296 que me había despertado de esta manera. Esta vez, sabía que lo había estropeado. Nueve meses. Nueve jodidos meses empalmado todas las mañanas, masturbándome y fantaseando con alguien que ni siquiera deseaba. Bueno, eso no era del todo verdad. La deseaba. La deseaba más que a ninguna mujer que había visto. El gran problema era que la odiaba.
Bueno, quizás no... no, la odiaba. Era una de las mayores zorras que había conocido. Y ella también me odiaba. Quiero decir, me odiaba de verdad. En mis 28 años, nunca había conocido a nadie que me sacara tanto de mis casillas tanto como mi secretaria. Anastasia. Bueno, la señorita Steele. Solo su nombre hacía que se me pusiera dura. Jodida traidora. Me quedé mirándola. Ella era la culpable del lío en que me había metido.
Me froté la cara y me senté. ¿Qué coño iba a hacer? Dios, ¿por qué no podía mantenerla en mis pantalones? Me las había apañado durante nueve jodidos meses. Y había funcionado.
Mantuve la distancia, dándole órdenes, demonios, incluso admitía que había sido un capullo. Y entonces, simplemente perdí el control. Todo me llevó un momento, sentado en aquella sala en silencio, con su olor rodeándome, y aquella jodida falda me animó.
Estaba inclinada en la mesa, mostrándome su perfecta cola delante de mí. No podía hacerlo. La tenía más dura que una piedra, y cada nervio de mi cuerpo estaba gritando para que alzara la mano y la tocara. Simplemente no pude remediarlo.
Mi mano se movió involuntariamente. La alcancé y la toqué, ignorando todo argumento que había tenido conmigo mismo durante casi un año. Dije su nombre. Esos ojos azules se volvieron hacia mí. ¿Pero qué significaba esa mirada en sus ojos? Era rabia... ¿lujuria? No podía seguir pensando más...Mi cuerpo tomó el control. Nos miramos. Esperando. Dime que no. Haz que pare. Mi mano fue hacia abajo. Tela suave. Por debajo. Piel como satén. No dejes que haga esto . Arriba, despacio. Detenme. Encaje. Calor. Húmeda. El paraíso.La eché sobre la mesa; sus piernas se abrieron para mí, sus caras bragas de encaje aterrizaron en el suelo. Introduje un dedo dentro de ella, y el sonido de su placer me estremeció hasta mi doloroso miembro. Estaba tan celoso de mi propio dedo; quería estar dentro de ella. Impulsándome dentro y fuera, escuchándola gritar mi nombre y castigándola por hacer que la deseara tanto. Mi mente ganó a mi cuerpo y me aparté. Agarró mi camisa, tirando hacia ella, diciéndome que terminara lo que había empezado.
Sus labios chocaron contra los míos, saboreándola, burlándose de mí. Ella siempre se burlaba de mí. Su aspecto, su olor, incluso su risa. Necesitaba controlarme ahora. Agarré su bonita camisa y se la abrí, arrancándola, los botones volaron por toda la sala y por fin sus bonitos senos estaban expuestos para mí. Sus manos temblorosas alcanzaron mi cinturón, revolviéndolo para abrirlo. Lo deseaba tanto como yo. La rabia me invadió cuando pensé eso. ¿Cómo podía actuar todos los días como si yo no fuera nada, como si ella fuera demasiado buena para mí? Cada día en el trabajo, ella estaba tan relajada, tan fría y en el fondo estaba tan salida como yo. Sentí como se me ponía más dura, batallando en mi interior con diferentes sentimientos. Su mano la agarró, acariciándola con firmeza, y vibré ante su tacto.
Dios. Esto no me estaba llevando a ningún lado. Me la tiré la pasada noche, duramente. Eso debería ser suficiente. Estaba seguro de que si solamente lo hacíamos una vez, el deseo se terminaría, y finalmente estaría en paz. Pero aquí estaba, en mi cama, tan caliente como si no me hubiera corrido en semanas.
Miré el reloj, y solo habían pasado nueve horas. Iba a tener que masturbarme, otra vez. Estaba enfermo. ¿Cuántos años tenía, 16? Porque esto era básicamente mi habitual rutina matutina. Alcancé la mesilla de noche y cogí la pequeña botella que tenía ahí. Cerrando mis ojos, me tumbé y dejé escapar un profundo suspiro. Revolotearon imágenes de ella detrás de mis párpados cuando cubrí mi mano con lubricante y bajé hasta mi miembro.
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Mi Secretaria
FanfictionLa historia original es de Bere Pico, adaptada por mi Christian Grey es un capullo HERMOSO, con clase. En este punto de su vida lo tiene todo; dinero, coches y mujeres. Anastasia Steele es su guapísima secretaria, y durante nueve meses, él ha he...