Pov Christian
El sonido de los motores del avión giraba a nuestro alrededor, y la constante vibración junto con la suave oscuridad de la cabina de primera clase trataba de aliviar mi cuerpo, agotado por el sueño. No estaba funcionando. Aunque mi cuerpo quisiera descansar, mi mente no lo dejaba. Una tras otra, mi mente dibujó imágenes como una película. Cada momento estando con ella, sin importar lo insignificante que parecía en esos momentos, estaba ahora quemando mi cerebro, revoloteando ante mis ojos cerrados. Lo vi todo como una nube borrosa. Cuando la vi por primera vez mientras sonreía y se reía, reviviendo la grandeza de saber que de alguna manera, mi vida nunca sería la misma. Recordé la primera vez que la toqué, con mi mano subiendo con sigilo por su muslo en una sala de conferencias oscura, aprendiendo de la inconmensurable sensación de estar dentro de su cuerpo. Me reí por todas las veces que me mentí a mí mismo, pensando que si la tenía una vez, podría alejarme de ella, pero en el momento en que nos corrimos juntos, supe que no iba a ser suficiente. Mi pecho se tensó y me abrumó el mismo corriente de emociones que sentí la noche de la piscina, cuando me di cuenta de que ya no podía vivir sin ella.
Miré hacia abajo, donde tenía mi mano sobre la de ella, escondidas debajo de la manta azul que teníamos sobre nuestros regazos. Me vi obligado a soltar su mano cuando entramos en el hall del hotel, y en cuanto entramos en el coche no se la volví a soltar hasta que llegamos al aeropuerto. Mientras nos sentábamos en nuestros asientos, se hizo obvio que ella estaba exhausta y en cuestión de segundos, sus ojos comenzaron a cerrarse.
Sabiendo que no iba a poder resistir sin tocarla durante todo el vuelo, pedí una manta e inmediatamente la puse encima de los dos, y de nuevo, cogí su mano.
Era por la mañana muy temprano, y el cielo todavía estaba oscuro. La penumbra tan solo se rompía por las pequeñas lámparas de lectura en el techo, creando pequeñas piscinas de luz a través de la cabina. Hacía que todo pareciera extrañamente pacífico. Giré ligeramente la cabeza para mirarla, y sonreí. Sus ojos estaban cerrados, su boca un poco abierta y su pecho subían y bajaba al ritmo de su respiración. Su cabeza había caído sobre mi hombro, y aunque sabía que debería hacerlo, no pude apartarla. Un mechón de pelo oscuro caía sobre su frente, y no pude frenar mi mano para apartársela. Era preciosa.
Sabía que se había pasado toda la noche conmigo, y mientras yo dormía por el día, ella había estado ocupada arreglando el viaje y ocupándose de mi agenda. Todavía no podía creerme todo lo que había hecho por mí; llamar a mi madre para comprar mis cosas favoritas, asegurarse de que cada detalle estuviera en orden, y sobre todo, cuidar de mí.
Aunque era algo miserable estar enfermo, lo volvería a hacer una y otra vez solo para pasar con ella un día como el de hoy. Habíamos charlado y nos habíamos reído. Y sí había un único sonido del que nunca me cansaría, sería su risa. Sabía cómo darle placer a su cuerpo, pero hacerla feliz de otras maneras era algo a lo que todavía me estaba acostumbrando. Hablamos sobre libros y películas, colores favoritos y amigos de la infancia, y los dos nos sorprendimos por lo mucho que realmente teníamos en común. Tengo que admitir que me sobresalté un poco cuando
ella me preguntó por el paradero de sus bragas. No pude evitar sonreír mientras me imaginaba el cajón de la mesa de mi despacho, ahora llena de satén y encaje. Parecía que encajábamos fácilmente y estaba gratamente sorprendido al ver que estar juntos de esa manera era tan natural y cómodo como estar juntos sexualmente. Me enamoraba un poco más a cada momento que pasaba con ella, y me estaba empezando a dar cuenta de que no quería encontrar una salida.
Nos habíamos quedado dormidos en algún momento, con nuestras piernas y brazos entrelazados, y cuando me desperté me encontré con una Anastasia completamente retraída caminando hacia mí. Sin que me dijera nada, sabía que había llegado la hora. Se excusó y se fue a duchar, y yo hice lo mismo, deteniéndome y poniendo la mano en la puerta del baño antes de salir. Necesitaba decir algo, pero era una pérdida de tiempo.
Volví a mi habitación e inmediatamente sentí la diferencia. Mi suite era silenciosa y fría, sin el confort y la calidez que impregnaba cada rincón de la de Anastasia. La atmósfera solitaria que antes hubiera ansiado, ahora me hacía sentir vacío; la soledad era literalmente palpable en el aire. Me vestí e hice el equipaje rápidamente, sabiendo que quería volver con ella. Mis sentimientos eran un embrollo, y aunque no tenía ni idea de hacia dónde dar mi siguiente paso, sabía que juntos encontraríamos el camino.
Mientras caminaba hacia su habitación, me preocupé por lo de que podría encontrar allí.
La expresión de su cara cuando me desperté estaba en agudo contraste con estado de ánimo tan despreocupado de antes. Sentía que se alejaba a cada segundo y esperaba que pudiera darnos la oportunidad de arreglarlo. Mi corazón se desbocó al verla cuando me abrió la puerta. Estaba tan guapa como siempre, pero parecía apenada, y claramente había estado llorando. Dejó de mirarme rápidamente, y era obvio que se sentía abochornada e incómoda por haberla visto así. Apreté los dientes para evitar decir algo, y cuando la rocé al pasar por la puerta, me sorprendí cuando de repente me empujó contra la pared.
Me quedé congelado, inmóvil por su reacción, hasta que mi cuerpo respondió. Sus besos eran frenéticos, y me dejé llevar por su urgencia. Nuestros gemidos hacían eco contra el mármol de la entrada, y solo era consciente del deseo que nos impulsaba a esto. Llevó nuestras manos entrelazadas por su cuerpo, y por debajo de su falda. Gemí en cuanto mis dedos rozaron las tiras de su liguero y la moví hacia arriba, atrapando la delicada tela de sus bragas con mi puño.
-Hazme el amor, Christian. Por favor. "-Sus palabras me atravesaron, y la besé con fiereza, mordiendo su cuello arriba y abajo.-Solo una vez más. Por favor.
Sus palabras implicaban una necesidad y unas ansias que hicieron que me apartara, mirando desesperadamente sus ojos. Esta no era la Anastasia que yo conocía. Parecía asustada y avergonzada, y yo no quería volver a esa mirada en su cara.
-¿Qué? No pares. "- Se inclinó para besarme de nuevo y me aparté.
-Anastasia, para.- dije deslizando mis manos por su cuerpo. -Nena, ¿qué estás haciendo?"- Mi estómago dio un brinco mientras ella agachaba la cabeza, incapaz de mirarme. ¿Se pensaba que lo único que quería de ella era esto?
-No sé de qué estás hablando. "
-Escúchame, Anastasia- comencé a decir, tomando su cara entre mis manos y levantando su barbilla para que me mirara a los ojos. -Quiero de ti algo más que esto. Y cuando subamos a ese avión, todo lo que hemos tenido aquí vendrá con nosotros. Te lo prometo. ¿Me crees? Je suis à toi. Yo Soy Tuyo"
Por favor, créeme, Ana
Susurró la única cosa que necesitaba escuchar.
-Sí.- Y presioné mi frente contra la suya, prometiendo en silencio que ambos encontraríamos una manera de que esto funcionara. -Y yo soy tuya.
La miré y no pude reprimir mi sonrisa. No me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba escuchar esas palabras, y dejé salir un profundo suspiro, dejando que esa sensación me embriagara. Ella era mía.
La ayudé a arreglarse la ropa y cogí su mano, entrelazando nuestros dedos.
-¿Estás lista? -le pregunté despacio, esperando que ella entendiera lo que conllevaba mi pregunta.
Asintió una vez y me miró a los ojos, sonriendo dulcemente mientras le daba a su mano un pequeño apretón. Los dos sabíamos lo que significaba dejar este lugar. En el momento en que atravesáramos esa puerta, los dos volveríamos a ser el señor Grey y la señorita Steele. -El botones va a subir a por nuestras maletas. -le dije, señalando detrás nuestra. Abrí la puerta ligeramente, y volví a ver que la ansiedad había vuelto a su cara. Llevé su mano hasta mi boca y la besé gentilmente. -Je suis à toi. -Le susurré contra su piel, intentado expresas mis sentimientos con esas simples palabras.
En cuando cruzamos el umbral del hall, solté su mano a regañadientes, sintiendo la pérdida al instante. Saludé educadamente a un grupo de pasajeros que pasaron por nuestro lado y cerré la puerta detrás de nosotros, contando los minutos que faltaban para volver a tocarla de nuevo.
La voz del piloto a través de los altavoces me sacó de mis recuerdos, y abrí los ojos para mirar a Anastasia. Todavía estaba durmiendo, y después de echar un vistazo a los demás pasajeros, me incliné hacia ella. El olor a naranjas me embriagó mientras besaba suavemente su pelo.
-Anastasia- susurré, moviéndome ligeramente para darle otro beso en la frente. -Ana, nena. Ya casi hemos llegado. "- Pasé mis dedos por su pelo mientras ella comenzaba a estirarse.
Abriendo los ojos, me sonrió y se sentó, mirándome un poco sobresaltada por lo cerca que estaba.
-Está bien.- comencé a decir, poniendo mi mano en su cara. -Todo el mundo está dormido. Nadie nos ha mirado en todo el vuelo.- Asintió y entonces apoyó su espalda en mí, cubriendo con nuestras manos entrelazadas con la otra.
-¿Ya estamos en casa?- La miré intensamente por un momento, intentando descifrar porque su pregunta despertaba algo en mi interior. Para ser honesto, no se me había ocurrido que no estábamos en casa. Anastasia estaba conmigo, y aparentemente, eso era todo lo que necesitaba.- ¿Christian?"- Sacudí mi cabeza ligeramente y sonreí.
-Sí, aterrizaremos en cualquier momento. "- Asintió y miró por la ventana.
Comencé a pensar en lo que iba a pasar en cuanto llegáramos al aeropuerto. Un pensamiento en concreto se gestaba en mi cabeza desde la pasada noche: quería que viniera a casa conmigo. ¿Era eso cruzar la línea? Dios, no tenía ni idea. Estaba tan fuera de mi liga. Solo sabía que las cosas ya no podían ser como antes. No iba a haber manera de verla toda la semana y limitar mis caricias a encuentros casuales en sitios aislados. Quería hacerle el amor en mi cama. Quería ver donde vivía, llevarla a cenar y no temer que alguien nos viera. Me aclaré la garganta y decidí que era ahora o nunca.
-Anastasia yo..."
Mi pregunta fue cortada por el anuncio del descenso del avión. Los demás pasajeros comenzaron a despertarse a nuestro alrededor y supe que el momento se había perdido.
Los siguientes diez minutos nos lo pasamos organizando nuestras cosas, y yo intentado prepararme mentalmente para preguntárselo de nuevo. Nuestro aterrizaje fue suave y antes de saberlo, estábamos caminando para recoger nuestro equipaje. Nos quedamos de pie, uno al lado del otro, con nuestros hombros casi tocándose, y me encontré a mí mismo estudiando su perfil. Como pude pensar que podría resistirme a esta mujer era algo que me sobrepasaba. Era cálida y preciosa y era increíble haber aprendido que era mucho más preciosa por dentro.
Una oleada de sensaciones se despertó en mi interior, y supe que no quería apartarme de ella. Joder, ¿cuándo me convertí en un blando? Me giré para verla y puse mi mano sobre su brazo.-Ana yo...
-¡Anastasia!"-Los dos nos dimos la vuelta para ver a una chica rubia y de su edad corriendohacia nosotros. -Anastasia eres tú. Ohdios mío. Pensaba que te había visto en el aeropuerto de Seattle pero no estabasegura. "- Solté mi mano y di un paso hacia atrás.
-Rocio, ¡hola!¿Me viste en Seattle?"- Estaba sonriéndole a su amiga, pero me mirórápidamente, con algo de pánico en sus ojos.
-Sí. Iba asaludarte pero mi teléfono comenzó a sonar. Oye, ¿quieres que compartamos untaxi?"- Rocio esperó expectante mientras en mi estómago se hacía un nudo.
-Oh... hm....claro.- murmuró, mirándome. -Rocio yyo vivimos en el mismo complejo de apartamentos.- Le sonreí y asentímientras Rocio comenzaba a darle detalles de cada minuto de su visita a sunovio.
Tragué saliva con fuerza y mi pecho se tensó alsaber que no iba a llevarla a casa, y que no iba a poder despedirme. Anastasiatambién se dio cuenta porque no paraba de mirarme por encima del hombro de suamiga.
Nuestras maletas aparecieron en la cintatransportadora y las recogí, ofreciéndole mi ayuda a las dos hasta el taxi.Mientras colocaba el equipaje en el maletero, miré a Anastasia por el rabillodel ojo. Me estaba mirando. Sonreí suavemente y esperé que ella comprendieratodo lo que quería decir. Dio un paso atrás para meter su equipaje de mano, yla mía rozó la suya dentro del maletero.
-Te llamaré.-le dije despacio.
Nuestros ojos se encontraron y asintió,entrelazando por un momento nuestros dedos. Rocio se acercó a nosotros y pusosu maleta detrás de la de Anastasia.
-¿Nos vamos?-preguntó, ajena a todo.
-Claro.-contestó antes de volver a mirarme. -Loveré el lunes, señor Grey.- Se dio la vuelta rápidamente, se metió en eltaxi y cerró la puerta.
Me subí al bordillo y observé hasta que desaparecióde mi vista, sintiendo ya el dolor de su ausencia. Una bocina resonando en ladistancia llamó mi atención, y cogiendo mi equipaje comencé a caminar.
Una vez dentro de mi coche, arranqué y saqué mimóvil, escribiendo lo primero que se me vino a la cabeza.
Srta. Steele: Todavía puedo oler tu pelo________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Perdón por el abandono, pero tuve una semana ocupadísima, espero que les guste el capitulo, gracias por leer y su paciencia :3
ESTÁS LEYENDO
Mi Secretaria
FanfictionLa historia original es de Bere Pico, adaptada por mi Christian Grey es un capullo HERMOSO, con clase. En este punto de su vida lo tiene todo; dinero, coches y mujeres. Anastasia Steele es su guapísima secretaria, y durante nueve meses, él ha he...