Capitulo 37

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Pov Christian

Nos tumbamos uno enfrente del otro en la oscuridad de la habitación, con las luces de la ciudad entrando por la ventana, iluminando su cara. Mis manos jugaron con su pelo y ella acarició mi mandíbula con las puntas de sus dedos. El momento era perfecto y finalmente estaba preparado para hablar con ella.

-Ana- susurré, temblando cuando pasó su pulgar por mis labios.

-¿Uhm?- Aparté una mano de su pelo y la puse en su cintura, acariciando su piel.

-¿Qué quieres hacer?"- Hice una pausa, para aclararme. -¿Sobre esto, sobre nosotros?"- Su mano se movió hasta mi cadera.

-No lo sé- Su voz apenas fue un susurro y la acerqué a mí.

-Quiero estar contigo, Anastasia. Todo lo que dije en Seattle es cierto. Yo...- La emoción comenzó a burbujear en mi interior y me apreté más a ella, ya que de alguna manera no me sentía del todo cerca. Sabía que estaba enamorado de ella pero, ¿estaba listo para decirlo en alto? Y más importante, ¿estaría ella preparada para escucharlas? -Me preocupo tanto por ti, Ana. Quiero ir a tu casa y dormir en tu cama. Quiero saber el color de tus toallas y si apagas la tostadora después de usarla. Eres todo lo que pienso"- La miré a los ojos y vi lágrimas. -Hey, no llores

-No estoy llorando. "- mintió sonriendo, mientras mis dedos secaban las lágrimas. -Yo también quiero todo eso. Me encantó cuando me pediste que viniera, y quiero que vengas a mi casa. Pero..."- Su voz se fue apagando y apartó la mirada. ¿Pero? Mi respiración se aceleró y una sensación de pánico se aferró rápidamente a mí.- Pero ¿podemos simplemente ser nosotros durante un tiempo? ¿Solo nosotros dos?

Me quedé aliviado en cuanto mi cabeza registró lo que acababa de decir. Me deseaba; solo quería que fuéramos nosotros dos durante un tiempo. Podía soportar eso. Sabía que las cosas entre nosotros irían genial. Podíamos mantenerlo en secreto y continuar viéndonos, y ella podría seguir trabajando para mí. Los dos éramos adultos. Iba a funcionar. No había ninguna razón para que no fuera así.

No podía dejar de sonreír mientras acortaba la distancia entre nosotros y besé sus labios.

-Sí. Podemos ser solo los dos tanto como quieras- Volví a besarla. -Oui. Tu es mon confort. - En el momento en que nuestros labios se tocaron, mi cuerpo se agitó. -Te deseo otra vez,-. Susurré en su boca.

Gimió despacio, profundizando nuestro beso mientras mi mano se movía por su cintura hasta su muslo. Tracé pequeños círculos por su piel antes de levantar su pierna y aferrarla a mi cadera, alineando nuestros cuerpos perfectamente. Me balanceé contra ella, deslizando mi miembro con facilidad entre sus piernas. Moviendo mis caderas ligeramente, me balanceé de nuevo y me introduje en ella.

Nunca antes le había hecho el amor así a una mujer, cada centímetro de nuestros cuerpos se presionaba. Nuestras manos eran libres para explorar, nuestras bocas libres para besar. Me sentía conectado a ella de todas las maneras posibles. Estar con ella era mejor que cualquier fantasía que hubiera tenido. Sabía que ya había estado enamorado antes, pero nunca había sentido esta fuerza que me consumía. Sentía que si ella se alejaba nunca volvería a estar entero otra vez. Agarré su cara entre mis manos y la besé con veneración, esperando poder expresar con mi cuerpo todas las palabras que no podía decir.

Sus ojos se cerraron y dijo mi nombre, sonando más urgente con cada beso de mi boca o una caricia de mi mano. El placer de estar dentro de ella crecía despacio; cada rítmico movimiento nos llevaba cada vez más cerca.

Mi SecretariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora