Capitulo 43

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Pov Christian

A la mañana siguiente me desperté entre sus brazos, exhausto, dolorido y más feliz que nunca. Miré el reloj en la mesilla de noche, y a Anastasia, que todavía estaba dormida.
Habíamos estado despiertos hasta las 4 de la madrugada; quizás la resistencia no era del todo un problema. Le aparté el pelo de la cara y me incliné para plantar una línea de besos a lo largo de su cuello.

-Ana, tengo que irme- susurré suavemente.

Gimió adormilada y se giró hacia mí.

-No, no te vayas. Quédate y duerme. "

-Nena, tengo que irme. Aquí no tengo ropa y tengo una reunión en el centro en tres horas.

-Mierda-gruñó. -Entonces yo también. ¿Qué hora es? Es como si acabara de irme a dormir.

-Es que acabas de irte a dormir- me reí contra su clavícula. -Son las 7.

-Sabes, yo era muy rígida con mis horarios, siempre iba al gimnasio por la mañana antes de trabajar. Has cortado en seco toda mi rutina.- me dijo provocando.

-Oh, creo que ya has hecho un ejercicio muy completo- gruñí. Ella gimió en alto mientras yo acariciaba sus pechos.

-¿No has dicho algo acerca de una reunión?- preguntó cuándo sus manos comenzaban a acercarse a mí.

Gruñí frustrado, dándole un último beso contra su pecho y maldiciendo mí ya notable erección.

-- suspiré exacerbado.

Giró sobre sí misma, apoyándose en su codo para salir de la cama. Busqué por el suelo mi ropa interior pero no los encontré.

-¿Buscabas esto?- me giré para ver su larga pierna en el aire. La sábana estaba enredada alrededor de su cadera y mis bóxer colgaban de su pie. Dios, amaba a esta mujer.

Bien. A este juego pueden jugar dos.

-No"- dije sin darle importancia, recogiendo mis pantalones del suelo y poniéndomelos. -Esta vez te los regalo"
La expresión de su cara no tenía precio, y no pude evitar reírme por encima de mi hombro. Terminé de vestirme rápidamente y me senté en el borde de la cama para calzarme.
Escuché el frufrú de la sábana y sentí como sus brazos rodeaban mis hombros. El calor de su cuerpo presionando mi espalda traspasaba el fino algodón. Giré mi cabeza y la besé, pasando mis manos por mi espalda y encontrando calor, desnudez y piel.

-Mmmm, Anastasia. No juegas limpio.

-Creo que alguien dijo una vez, mientras me lleve a ti, no me importa.

Me puse de pie y me giré para mirarla, arrodillándome en la cama y presionando su cuerpo desnudo contra el mío, vestido.

-Ya me tienes, nunca dudes de eso- dije, trazando círculos con mi pulgar sobre su brazalete.

-No lo hago- susurró terminando de abotonar mi camisa. -Te veo en unas pocas horas.

-Unas pocas horas- sonreí, afirmando sus palabras. -Te amo.

La besé durante un tiempo largo, despacio, antes de irme muy a mi pesar.

Ciento sesenta y tres minutos más tarde, estaba sentado junto con mi padre, mi hermano y el resto de los ejecutivos en la parte trasera de la limusina de la empresa, escuchando la mitad de lo que estaban discutiendo. Aparentemente, mi falta de concentración me había hecho perder el anuncio de la contratación de un nuevo ejecutivo. Con un suspiro de resignación, me prometí a mí mismo no volver a cometer ese mismo error.

Mi SecretariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora