Capitulo 52

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Pov Christian

El camino a casa en coche fue largo y solitario, con la radio apagada y mi móvil silenciado en el asiento del copiloto. Volví a pensar en esa mañana, en el sofá, la manera en que la sentía en mis brazos, la necesidad de tener ese momento de normalidad con ella antes de hablar. Había entrado en frenesí, caminando delante de su apartamento como una especie de acosador. Me había dado cuenta de que incluso con todo lo que había pasado entre nosotros, nos pertenecíamos, pero sus vecinos no me conocían. No le había dado una llave de mi apartamento, ni ella a mí del suyo. Todo parecía temporal, pero eso cambiaría si me diera una oportunidad.

En seguida me di cuenta de que se había cambiado el vestido, poniéndose algo más cómodo. Sus ojos estaban rojos, con semblante de dolor y preocupación. En el momento en que la vi no pude detenerme. El peso que sentía en mi pecho desaparecía, y casi corro hacía ella, necesitando sentirla en mis brazos. Suspiré aliviado, acercándola a mí y levantándola del suelo mientras aspiraba su familiar olor, embriagándome.

-Te amo- susurró mientras yo cerraba los ojos. Le temblaban los labios mientras los presionaba contra mi cuello. Con esas dos palabras, me sentí en casa y todo lo demás desapareció.

-Gracias- murmuré fijando mis ojos en sus labios. La abracé y sentí como temblaba en mis brazos, agradecido de que ella estuviera tan afectada por esto como lo estaba yo. Cerré los ojos y saboreé su aliento en sus labios, tan cerca de los míos. ¿Qué pasaba si esta era la última vez que la sentía de esta manera? ¿Huiría cuando se enterara de todo lo discutido hoy? Que realmente había más gente que sabía lo de nuestro pequeño secreto. Pude ver cómo me notó preocupado cuando se apartó de mí. Necesitaba calmar sus miedos. Los demás se habían callado, seguramente no sería un problema tan importante como parecía. Yo sabía que mi padre y mi hermano no estaban de acuerdo, pero eso no importaba realmente. Estábamos enamorados. La gente vería eso. La besé con suavidad y la seguí adentro, sentándome en el sofá antes de atraerla hacia mí. Durante un buen rato simplemente nos abrazamos, pasando mis dedos por su suave piel y enredándolos en su pelo. Sus manos cálidas acariciaban mi pecho, e intenté memorizar cada momento, para grabar en mi mente como era sentirla de esta manera. -¿Por qué me amas?- le pregunté sin pensar muy bien las palabras antes de que salieran de mis labios. Su respuesta me sorprendió, no porque como ella me veía a mí, sino porque como se veía a sí misma. ¿Sabía que ella era mi mundo? Tenía mi corazón en sus manos, y nunca iba a ser capaz de dárselo a otra.

Sonó una bocina, sacándome de mis pensamientos y aquellos recuerdos. Miré la luz verde del semáforo y aceleré, conduciendo la pequeña distancia que quedaba hasta llegar a mi casa. Después de aparcar y apagar el coche, volví a coger el móvil y sin pensarlo un segundo, escribí otro mensaje.

Je va t'aimer toujours.
Voy a quererte siempre
.

Mi mente todavía pensaba en ella mientras salía del ascensor. Cerré la puerta y observé mi apartamento. Incluso en la oscuridad supe que la chica de la limpieza había estado aquí; el olor de la madera pulida y los desinfectantes sustituían ahora el olor penetrante de Anastasia.

Dejé las llaves y la cartera en la mesita y caminé hasta la cocina, cogiendo una botella de agua e ignorando la luz que parpadeaba en mi contestador automático. Sabía que no era ella, y todo lo demás, podía esperar. Atravesé el salón, deteniéndome enfrente de las grandes ventanas y mirando hacia la noche de Chicago. La vista era tan bonita como cualquier otra noche, pero no quería mirar el familiar horizonte. No quería apreciar su resplandor y simetría yo solo.

Quería ver a Anastasia mientras la iluminaban las luces de la ciudad, sus ojos moviéndose por el paisaje y sus labios curvándose en una sonrisa. Me preguntaba si ella recordaba la primera vez que estuvimos juntos. Ella necesitaba saber que me tenía desde nuestra primera caricia.

Solo habían pasado 24 horas desde que nos reímos, haciendo pizza juntos en la mitad de la noche. Desde que le había hecho el amor en su cama. Presioné mis manos sobre mis ojos mientras intentaba no pensar en su cuerpo debajo del mío, la manera en que susurraba mi nombre, sentir sus uñas clavándose en mi piel sudada. Me pasé las manos por el pelo y vi mi reflejo en el cristal.
Patético.

El dolor de mi pecho crecía y mis pulmones continuaban vacíos incluso cuando cogía grandes bocanadas de aire. Me tiré en la cama y me aferré a las almohadas, cerrando los ojos. Mientras los recuerdos se desvanecían de nuevo en mi habitación vacía, mi corazón latía con fuerza en mi pecho, invadiéndome el pánico como una oleada de frío. No podía perderla.

Por primera vez en mi vida no tenía miedo, estaba listo para entregarme por completo y pertenecer a una sola persona. ¿Todavía me amaba? Miré la hora. Habían pasado horas sin obtener una respuesta suya. ¿Me diría algo? Necesitaba saberlo. Mi parte racional sabía que simplemente estaría tomándose el tiempo que necesitaba, pero mi corazón estaba roto. Con las manos temblorosas, le envié el último mensaje.

Por favor, dime que todavía me quieres.

Presioné el botón de envío mientras el cansancio me invadía; el resto tenía que correr de su cuenta.

Dos sonidos me despertaron de mi breve escape de sueño: el teléfono vibró en la almohada a mi lado y un golpe insistente se filtró desde la sala de estar. Mis ojos se agitaron mientras trataba de luchar contra la consciencia, sin querer romper la superficie de vuelta a la realidad. Parpadee encendiendo la luz y mirando la hora, preguntándome quien podría estar en mi puerta tan tarde. Mi corazón saltó cuando me di cuenta de que podría ser Anastasia. Tan pronto como me pude mover, salté de la cama, agarrando mi camiseta mientras corría fuera de la habitación. Mi cuerpo vibraba con la anticipación de tenerla en mis brazos otra vez. No estaba preparado para lo que me encontré al otro lado de la puerta.

-¿Leila?-Me quedé sin aliento, sin poder ocultar la conmoción que sentí al verla aquí.

 -Christian- Suspiro ella, dejando caer el teléfono de su oreja, cuando el alivio se hizo paso sobre ella. -Estaba muy preocupada por ti.


Ella dio un paso adelante, envolviendo con sus brazos mi cuerpo congelado. Parpadee varias veces mientras ella me abrazaba, sorprendido por la forma familiar en la que ella encajaba contra mí y por la forma en que ella estaba. Lentamente pasé mis brazos alrededor de su cintura.    


Mi SecretariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora