Maratón 3/3 Capitulo 50

4.7K 430 36
                                    

Pov Anastasia

Unas horas después, me desperté. Con los ojos cerrados, mi mano se deslizó por debajo de las sábanas, retrocediendo al instante al sentir el espacio vació que había a mi lado.
En ese momento, la realidad volvió de golpe a mi consciencia y me di la vuelta, llevando las rodillas hasta mi pecho.
No estaba segura de que hora era; el sol había desaparecido y mi habitación estaba a oscuras, iluminada por la luz de la luna. Mi garganta y mi boca estaban secas, y mi cara áspera, por las lágrimas. Mi cuerpo se sacudió en el silencio, y mis ojos borrosos intentando concentrarse en la luz roja que parpadeaba al otro lado de la habitación. Con un suspiro, salí a regañadientes de la cama y cogí mi móvil, llevándolo conmigo a las sábanas otra vez. Mi pecho se estremeció cuando me sequé los ojos con la sábana y presioné el botón de mensajes de mi BlackBerry.
Todos los mensajes eran de Christian, esperando a que los leyera, unos en español y otros en francés, pero todos me hicieron llorar de nuevo.

6:32 - Todavía recuerdo la primera vez que me di cuenta de que te quería.

6:44 - Sé que te he ocultado cosas. Te lo contaré todo. Por favor, dame la
oportunidad.

7:14 - Je ne peux vivre sans toi.

Copié y pegué el mensaje en el traductor: "No puedo vivir sin ti. "

8:26 - Je suis a toi.

No necesitaba traducirlo. Me lo había dicho en incontables veces: "Soy tuyo. "

9:12 - Quiero serlo todo para ti.

9:35 - Lo siento. Ahora lo entiendo.

10:07 - Je vais t'aimer toujours.

Volví a usar el traductor y un sollozo escapó de mi pecho en cuanto leí las palabras: "Voy a amarte siempre. "

10:32 - Por favor, dime que todavía me amas.

Acaricié la pantalla con mi dedo, rompiéndome el corazón al imaginare la desesperación que debió sentir cuando escribió esas palabras. Lo amaba muchísimo, con cada fibra de mi ser y con cada aliento que tomaba. Él consumió mi cuerpo y cada pensamiento que yo tenía. La perspectiva de una vida sin él era agobiante. Miré la hora; el último mensaje lo había mandado hacía doce minutos. Estaría despierto, esperando mi respuesta.
¿De verdad me lo contaría todo? ¿De verdad lo entendía? Me di la vuelta en la cama, mirando hacia la oscuridad, con el móvil aferrado a mí. Por primera vez, una chispa de esperanza incendió mi pecho. Lo amaba, absolutamente. Sabía en lo más profundo de mi corazón que no habría nadie más para mí. Volví a pensar en lo que me había dicho Kate.
¿Valía la pena arriesgarlo todo por él? Sin duda.
Incluso antes de darme cuenta de que lo quería, sabía que mi vida había cambiado para siempre. Siempre supe, y lo había aceptado, que cuando él desapareciera, se llevaría mi corazón con él.
Cerrando los ojos, recordé la manera en que me había preguntado por qué lo amaba, con un tono tímido e inseguro de su voz que nunca había escuchado. Volví a pensar en mis respuestas, sintiendo que eran verdad incluso ahora.
Miré el reloj, considerando si mandarle un mensaje. Quizás podría llamarlo, o incluso...
Me imaginé su cara de sorpresa cuando me abriera la puerta, la manera en que me acogería en sus brazos y me besaría. Me erguí, sintiendo como el dolor de mi pecho comenzaba a desaparecer. Alcancé su almohada y la abracé, cerrando los ojos e inhalando profundamente. Su olor todavía estaba aferrado a la tela y recordé como era tenerlo tumbado a mi lado, con su cálida piel presionada a mi cuerpo desnudo, la manera en que me tocaba y como susurraba tiernamente en la oscuridad. Releí sus mensajes y mi mente se despejó.
Podía ir junto a él. Podía decirle que quería ser suya, tanto tiempo como él quisiera.

Salí de la cama, me lavé la cara y me peiné, guardando el teléfono en mi bolso antes de salir por la puerta. Me metí en el coche y salí del garaje, agradeciendo el poco tráfico de estas horas. En poco tiempo ya estaba allí. El portero me devolvió la sonrisa y me abrió la puerta para dejarme pasar.

Mis nervios comenzaron a calmarse cuando traspasé las puertas color bronce del ascensor.
Presioné el botón de su planta, sacando el móvil y volviendo a leer sus mensajes, asegurándome de que estaba haciendo lo correcto. El ascensor se detuvo y tomando aire para calmarme, salí al elegante y luminoso pasillo.

Pero me detuve en seco ante lo que estaban viendo mis ojos.

Justo al final del pasillo, él estaba en la puerta de su apartamento, y sus manos sujetaban la cara de una preciosa mujer.
Parpadeé varias veces, segura de que eso no podía estar pasando, esperando poder ver otra cosa cada vez que abría los ojos. Mi mente me decía que tenía que haber una explicación, no podía ser lo que parecía ser, pero mi corazón...

Vi que ella había estado llorando, pero eran lágrimas de alegría. Sonrió con adoración, y él le devolvió la sonrisa. Se susurraron algo en francés, y observé como él cogía su mano y la llevaba a su boca, plantando un pequeño beso en sus dedos. Ella se inclinó hacia él y susurró, y los brazos de Christian la abrazaron, balanceando sus cuerpos. Era algo obvio para mí y para cualquier que los viera.
Mi visión se nubló mientras veía como se abrazaban, la manera en que sus manos acariciaban el pelo de Christian y como él enterraba su cara en su cuello. Sacudí la cabeza. No me había dado cuenta de que me había movido hasta que mi espalda chocó contra la parte trasera del ascensor, apartándolos de mi vista. Me quité las gafas y me sequé las lágrimas con manos temblorosas, sin apenas darme cuenta de que se habían caído al suelo.

El silencio me rodeó, tan solo podía escuchar el murmullo del ascensor mientras descendía. ¿Estaba respirando?
Las puertas se abrieron y salí.

-¿Señorita Steele?- una voz me llamó. -Señorita, ¿está bien?

Sacudí la cabeza e hice un ademán, dirigiéndome a mi coche. Salí del garaje, y giré a la izquierda, conduciendo por la carretera vacía, como si hubiera puesto el piloto automático. Saqué mi tarjeta y aparqué en el espacio reservado para "Anastasia Steele"por última vez.

El edificio estaba vacío mientras caminaba hacia el familiar ascensor, con mi mente concentrada en una única cosa. Llegué a mi oficina y abrí la puerta con la llave. Encendí la pequeña lámpara que había en mi mesa, y mis ojos comenzaron a examinar la sala, viendo momentos en vez de cosas.

Con un suspiro profundo, atravesé la oficina hasta su despacho, aspirando el aroma a madera y cuero que llenaba el aire. Las luces de Chicago entraban a través de las grandes ventanas, y me dirigí a su cuarto de baño, llevando conmigo una caja vacía, esperando encontrar mis cosas. Cuando me di la vuelta para salir, mis ojos se fijaron en algo de tela que había detrás de la papelera. Me agaché para cogerlo, y el dolor volvió a mi pecho, esparciéndose por mi cuerpo mientras me consumía.

Agarré su camisa, tocando con mis dedos los ojales sin botones, arrancados. Sin pensarlo, la llevé a mi nariz y aspiré profundamente, oliéndolo a él. Me quedé así, sabiendo que lo más inteligente que podía haber era tirarla, pero no podía. Con un suspiro de derrota, me puse de pie, y cuidadosamente doblé su camisa y salí del baño.
Sin mirar atrás volví a mi mesa. La camisa fue lo primero que metí en la caja, buscando rápidamente entre mis cajones.

-¿Anastasia?

Di un brinco y me giré rápidamente. Mi estómago se encogió en cuando vi a Carrick de pie junto al marco de la puerta. Parecía cansado, aunque su aspecto seguía siendo impecable, tan parecido a su hijo, con el pelo revuelto. Tenía la mandíbula apretada, con el ceño fruncido y con expresión de dolor en su rostro.

-Carrick...- comencé a decir, mirando al suelo. No podía mirarlo; no podía soportar la decepción en sus ojos. -No pensé que hubiera nadie más aquí.

-Anastasia- dijo suspirando, caminando hacia mí. -Creo que tenemos que hablar.    

Mi SecretariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora