Capitulo 47

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Pov Anastasia

Mi estómago dio un brinco.

-¿Perdona?- pregunté, girándome para mirar a Christian, convencida de que había escuchado mal. -No lo entiendo.

En el momento en que vi la expresión de Christian, lo supe. Cerré mis ojos mientras sentía que se me hundía el mundo.

-Mientras tanto, seguirás recibiendo el pago administrativo, hasta que...

-Papá- lo cortó Christian con una súplica apasionada. Carrick lo miró con reproche, antes de cerrar su maletín y continuar hablando

-No voy a seguir discutiendo esto. Christian puede responder a cualquier pregunta que tengas.- dijo, finalizando la conversación.

Fijé la mirada en el suelo, sintiendo las punzadas de las lágrimas que querían salir.
No iba a llorar. No aquí.
Enfadada conmigo misma y dispuesta a mantener la compostura, endurecí mi expresión; erguí la espalda y levanté la barbilla para mirarlo a los ojos. Podía sentir mi corazón palpitando en mis oídos, mi piel caliente e incómoda y mis uñas se clavaban dolorosamente en las palmas de mis manos. Pero no podía derrumbarme ahora.
Su expresión se relajó ligeramente, y eso solo profundizó mi vergüenza. No podía culpar a Carrick por lo que estaba haciendo; en todo caso, me merecía algo mucho peor. Había visto a otros empleados ser despedido por infracciones menos graves, y sabía que mi puesto de trabajo solo se salvaba por mi relación con su familia. Saber eso, y que lo había decepcionado, me dolía más de lo que hubiera imaginado.

-Sí, señor.- respondí con voz temblorosa.

Escuché como Christian suspiraba a mi lado y vi como agachaba la cabeza. Carrick no me miró durante un rato, e inmediatamente me recordó a mi padre y en cómo reaccionaría si supiera lo que había hecho. El silencio y la tensión empezaba a crecer hasta que se aclaró la garganta y se levantó de su silla.

-Tengo una reunión- dijo, mirando a su hijo. -Disculparé tu ausencia, y espero verte en casa esta noche.

Una vez más, su tono era firme, sin dejar ocasión para más argumentos. Christian murmuró algo y Carrick asintió, recogiendo su maletín de la mesa y dirigiéndose a la puerta. El sonido de la puerta al cerrarse rompió el silencio de la sala. Continué mirando a la silla vacía, sin saber que decir, sin entender todavía lo que estaba pasando realmente.

-Ana- dijo suavemente. -Lo siento tanto.

-No- dije sacudiendo ligeramente la cabeza. -No lo hagas. Ya soy mayorcita, Christian. Sabía exactamente a lo que venía.

-Pero no deberías...

-No- dije, cortándole en seco, pidiéndole que no se disculpara por lo que habíamos hecho. -¿Cómo...?

No estaba segura de si quería saber cómo Carrick se había enterado. Cuando pensaba en ello, me había imaginado tantas veces la manera en que seríamos pillados, cada posibilidad más humillante que la anterior.
Con un suspiro, caminó hacia la ventana, pasándose las manos por el pelo:

-Seattle- comenzó a decir, con algo de amargura en su voz. -La noche que fui a cenar al centro... tú te quedaste en el hotel... me encontré en la cena con un amigo de la universidad- Sacudió la cabeza y se rio con dureza. -No tenía ni idea de que se alojaba en el mismo hotel- Hizo una pausa, apoyando las manos en la ventana. -Al parecer, nos vio juntos... al salir del ascensor, después de estar en la azotea.

Mi estómago dio un brinco cuando recordé con claridad aquel momento. Recordé sus labios sobre los míos mientras nos besábamos, caminando hacia mi habitación. Asentí automáticamente.

-No estoy seguro de porqué se lo ha dicho a mi padre, aunque mentiría si dijera que me sorprendió.

-¿Por qué?- pregunté atontada, sabiendo que la respuesta no importaba.

-Mencionó algo sobre que quería mudarse a Chicago... yo solo..."se rio de nuevo, malhumorado, rascándose bruscamente la barbilla. -Supongo que no tuvo reparos en cortar la garganta de cualquier con tal de subir puestos.- Asentí de nuevo, más para mí misma que como una respuesta a todo lo que él decía. Una a una, las piezas del puzzle comenzaban a unirse, y de repente, el pánico comenzó a invadirme. Carrick lo sabía, Grace lo sabría. Mi padre, probablemente, se acabaría enterando, como el resto de los empleados de la empresa, cuando se anunciara la noticia de mi traspaso. Mi nuevo jefe... todo el mundo sabría que yo...

Sentí como me mareaba y me incliné sobre la mesa para apoyarme, intentando reprimir las náuseas que sentía. Mi estómago se encogió, y aunque sentía que jadeaba, me faltaba aire en los pulmones. Tenía la garganta seca, y mientras intentaba respirar mi cuerpo temblaba por el esfuerzo.

-¿Ana?- se giró y comenzó a caminar hacia mí, con una inconfundible preocupación en su voz. -¿Estás bien?- Sacudí la cabeza y cerré los ojos, intentando calmar mi respiración; el sonido de mi pulso taladraba mis oídos. -Se cómo te sientes, pero...

-¿Qué sabes qué?- le pregunté, mientras la rabia quemaba mi pecho.

-Se cómo te sientes- volvió a decir, deteniéndose enfrente de mí y tomando mis manos entre las suyas. -Pero todo saldrá bien. Pasaremos esto y estaremos bien. "

-¿Cómo puedes decir eso?"-
le pregunté, conmocionada por su indiferencia y separando mis manos de las suyas. -¿Cómo puedes decir que todo saldrá bien?

-Porque saldrá bien- respondió, manteniendo la calma de su voz. -Esto terminará, y todos se olvidarán. No dejes que te ganen, Anastasia.- Una lágrima de rabia se deslizó por mi mejilla al darme cuenta de que, de alguna manera, me estaba dejando vencer.

Mi SecretariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora