Capitulo 46

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Pov Christian

Mi padre estaba sentando en su enorme mesa, con la barbilla apoyada sobre sus dedos tensados, con una expresión endurecida en la cara. Mis ojos examinaron la sala, deteniéndome en el familiar rostro de un hombre, sentado enfrente de mi padre. Mi mandíbula se tensó y mi estómago dio un vuelco mientras comenzaba a atar cabos. Lo miré, y me sonrió.

-Christian- dijo mi padre, mientras estiraba los brazos sobre la mesa para coger su pluma dorada. -Creo que ya conoces al señor Darby.

Asentí.

-Sí, señor.

Pensé en la cena de aquella noche, lo encantado que estaba de volver a ver a mi viejo amigo. Mi padre cogió aire.
-Christian, te he llamado porque el señor Darby ha hecho unas acusaciones muy graves contra ti. Pensé que lo mejor sería que pudieras defenderte tú mismo.- Un nudo pesado se asentó en mi pecho mientras él continuaba hablando. -Ha dicho que durante el tiempo que tú y la señorita Steele pasaron en Seattle, tu comportamiento fue inapropiado. Para ser más específicos, ha dicho que fue testigo de cómo se besaban apasionadamente antes de entrar en su habitación juntos. "

Su voz sonaba incrédula, parecía que casi se estaba mofando y sentí como mis hombros se relajaban un poco. Me di cuenta de que no me había llamado para darme una reprimenda, si no para que yo me defendiera de lo que él pensaba eran falsas acusaciones.

El silencio en la sala me presionó, amplificando mi falta de palabras. Mis ojos se fijaron en el suelo, a modo de defensa. Escuché como alguien se aclaraba la garganta, pero no sabía muy bien quién. Mi padre se puso de pie, rodeando la mesa y caminando hacia la puerta.

-Creo que ya hemos terminado, señor Darby. Gracias por informarme.- Hizo una pausa, haciendo que el prologando silencio incrementando mi miedo. -Y apreciaría su discreción.

-Por supuesto, Carrick.

La puerta se cerró y exhalé profundamente, caminando hasta las amplias ventanas. Y esperé.

-¿Desde cuándo?- me preguntó una voz demasiado calmada.

Dudé, todavía aferrado a la promesa que había hecho de mantener nuestra relación en secreto.

-Unos cuantos meses.

Suspiró con fuerza, fijando la mirada en la vista que ofrecían las ventanas.

- Christian - el sonido de mi nombre, con tono de decepción, desgarró mi estómago. -Si hubiera creído, por un segundo, que lo que decía era verdad, nunca hubiéramos discutido esto delante de él.

-Lo sé.

-Así que, no me equivoco cuando digo que esa es la razón por la que parecías distraído últimamente. "

No era una pregunta. Era una afirmación.

-Sí, señor.- Mi voz era indecisa, casi irreconocible incluso para mí. La silla de piel rechinó cuando se volvió a sentar. Levanté la barbilla para mirarlo. Estaba pensativo mientras que su tono de voz desmentía su rabia, su calma y su reproche.

No me miró a los ojos.

- Christian, decir que estoy decepcionado contigo no expresaría ni la mitad de lo que siento ahora mismo. Eres mi hijo, pero también eres un ejecutivo de esta empresa, y por lo tanto, los demás confiaban en ti. Tu comportamiento demuestra tu desprecio por todo eso.- Hizo una pausa, y pude ver un destello de tristeza en su expresión. -Ya sé que estamos hablando de Anastasia, pero ¿tienes idea de las consecuencias que podría haber contra ella si sale a la luz? Esto no es solo cosa tuya, Christian

-Sí, señor. Lo sé- me aclaré la garganta y lo miré a los ojos. -Toda la responsabilidad es mía.

-No tiene que ver con que asumas toda la responsabilidad. Si eso pasara, tu familia y las familias de tus empleados podrían verse perjudicados- dijo, con un evidente tono de desapruebo en su voz. -Esperaba más de ti, hijo.

Una profunda sensación de vergüenza me desgarró. Había decepcionado a mi padre; la única persona cuya opinión, hasta el momento, me importaba más de la de cualquier otra.

-Lo sé"- respondí, clavando la mirada en la madera de su mesa. ¿Había algo más que decir?"

-¿Te das cuenta de que si hubiera sido otra persona, los dos estarían despedidos sin más?

-Sí, señor. Lo sé.


Esperó y volví a levantar la cabeza para mirarlo, siendo visible como le pesaba todo lo que pensaba. Comenzó a sacar un montón de papeles, depositándolos en la mesa mientras pensaba sus próximas palabras.

-No puedo permitir que Anastasia continúe trabajando para ti,- dijo con solemnidad. La finalidad de sus palabras me decía que no habría discusión sobre eso. Me quedé helado mientras la realidad del momento comenzaba a ser muy clara; Anastasia ya no trabajaría para mí. -Como ya sabes, el próximo mes comenzará a trabajar aquí un nuevo ejecutivo. Trabajé con él hace años, y ya tiene mi aprobación. Necesitará una asistente.- Hizo una pausa, asintiendo con la cabeza mientras tomaba su decisión. -Me encargaré de todos los arreglos para que Anastasia se traslade, y con suerte, nadie hablará.- Alcé la mirada mientras él continuaba. -Si decide quedarse, claro está.

Tragué saliva, mirándolo de nuevo, mientras sus últimas palabras me rompían por dentro. Me miró mientras levantaba las cejas, sabiendo que sus palabras me habían dolido. Sentí como algo en mi interior se removía, la vergüenza de haber decepcionado a mi padre rápidamente se transformó en miedo. Miedo por cómo reaccionaría ella.

Iba a ser devastador para ella, de eso estaba seguro. Pero no se iría... ¿o sí?
Observé como descolgaba el teléfono. Asumí que estaba hablando con su asistente, pero no pude registrar sus palabras.

Mi cuerpo parecía de plomo, con mis pies clavados en el mismo sitio mientras mi mente pensaba en los posibles resultados. Por mucho que odiaba que la verdad saliera a la luz de esta manera, de alguna manera me sentía liberado al saber que los demás se enteraran por fin.
Más allá de la culpa y el miedo, había algo de liberación; como si me hubiera quitado un peso de encima. Podríamos por fin dar un paso hacia adelante. Seguramente ella lo vería de esta manera; adiós a esconderse, adiós a salir a escondidas de nuestros apartamentos de madrugada. Podría decirle a todo el mundo que la quiero. Podríamos ir de la mano. Podría pedirle que se...

Escuché una alegre y familiar voz desde recepción que irrumpió mis pensamientos. Entró en la sala y mi cuerpo respondió a ella inmediatamente. Mi respiración se tranquilizó y mis músculos se relajaron ligeramente; el férreo nudo que tenía comenzaba a aflojarse.
La deseaba, incluso ahora. Tenía ganas de estar con ella, y aliviar el dolor al que pronto se iba a tener que enfrentar. Mis dedos ansiaban sentirla, coger su mano y enfrentarnos a esto juntos. Atravesó el despacho para quedarse a mi lado, mientras el sonido de su vestido, moviéndose entre sus piernas cuando andaba y su olor, me llenaban. Su presencia me calmaba.

Me miró a los ojos, y sus labios se transformaron en una preciosa sonrisa, dedicada solamente a mí. Intenté devolvérsela, tan solo pudiendo dibujar una sonrisa triste. Las ondas brillantes de su pelo habían desaparecido, por culpa de mis manos enredándose en él. Sus labios estaban rojos. Su cuello estaba cubierto por pequeñas rojeces, resultado de mi barba y mis dientes. El escote de su vestido estaba arrugado, debido a mi desesperada necesidad por verla y tocarla. Estos detalles eran tan íntimos que estaba seguro de que solo alguien que la examinara tanto como, podría darse cuenta.
Pero en cuando mi padre la miró con ojos decepcionados, supe que él también se había percatado.
Anastasia nos miró a los dos y su sonrisa desapareció.

-¿Señor Grey?- preguntó, mirando a mi padre. Exhalé profundamente, preparándome a mí mismo para lo que se nos venía encima.

-Anastasia - comenzó a decir, con voz profesional. -Estoy seguro de que ya sabes que el próximo mes comenzará a trabajar un nuevo ejecutivo. "

-Sí, señor.
"- respondió confusa. Observó como mi padre comenzaba a sacar papeles de su maletín, concentrando su mirada en él.

-He decidido traspasarte a su oficina.

Mi SecretariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora