Capítulo 5: "La casa en la playa"

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Tal cual, como se había dicho, el viaje inició, de madrugada, al día siguiente; a las tres de la mañana, para ser precisos. Esto debido a que son más de cuatro horas de camino para poder llegar. Y, si querían sacarle el mayor provecho posible al fin de semana, no quedaba otra opción más que madrugar. Adán y su familia, luego de salir de su casa, lo primero que hicieron fue pasar a buscar a Esteban. Después fueron por Azul.

La primera hora del viaje la pasaron entre risas, y conversaron de manera amena los unos con los otros... después de eso, todos, a excepción del chofer, se quedaron completamente dormidos. Entonces Adán, para no aburrirse, decidió poner algo de la música que le gusta, y que su familia tacha de aburrida. Buscó en la guantera su memoria USB, y la conectó al reproductor de música del auto. La primera canción en sonar fue: Paint it Black de The Rolling Stones. Adán, de manera automática, comenzó a tararearla. Como según él todos se habían quedado dormidos, se sintió tan inhibido que, como si estuviera en un concierto en vivo, comenzó a mover la cabeza de un lado para otro al ritmo de la canción... cuán grande fue su sorpresa cuando se dió cuenta de que Esteban iba despierto y tarareando la canción junto a él. Y así se fueron durante todo el recorrido, entonando cada canción que sonaba.

El tiempo se les pasó volando, y a eso de las ocho de la mañana, se encontraban en frente del portón de madera, el cual tenía colgado un letrero en el cual se leía:

¡Bienvenidos a Epribe!

Adán se bajó del auto para abrir el enorme portón de madera. Epribe, por dentro, es un lugar verdaderamente hermoso. Cuenta con una extensión de terreno que ronda las treinta hectáreas. El terreno está circulado, por enormes muros de piedra, que miden más o menos, dos metros y medio de altura. Lo que sigue, una vez se atraviesa la entrada, es un camino que atraviesa un área boscosa, la cual cuenta con gran variedad de flora y fauna. Aquel camino te conduce al centro de la propiedad, en donde se encuentra una hermosa casa, de estilo rústico, construida toda con madera. La casa cuenta con su propio jardín, con gran variedad de flores, también, con unas palmeras que se alzan orgullosas de su porte, tan altas que parece que rozan el cielo. Y el suelo está revestido de una preciosa alfombra de grama color esmeralda. Sin embargo, la propiedad aún esconde un detalle más, algo que Emiliano no le mencionó a Esteban cuando lo invitó: aquella no es una casa cualquiera, es una casa en la playa... Los ojos de Esteban casi se salen de sus órbitas ante tanta belleza. El mar tenía un significado especial para Esteban. Muchos recuerdos de su infancia venían a su cabeza solo con verlo. Sin que nadie más que solo él lo supiera, durante mucho tiempo estuvo con la intención de visitar una vez más el mar, pero siempre, por una u otra razón, algo se lo impedía. 

—¡Despierten! —dijo en voz alta Adán, a su familia, antes de bajarse nuevamente de su auto.

Esteban ya se había bajado, y detrás suyo bajaron los demás. Lucía, Emiliano, Azul y Esteban, sin decir nada, corrieron hacia la playa, y así meterse de inmediato a nadar. Mayra y Adán bajaron el equipaje del auto y entraron a la casa: Mayra se fue a la cocina a preparar algo para comer, y Adán subió a la recamara principal a dormir un rato. Mayra y Adán habían hecho planes para salir, después.

Mientras tanto, en la playa, Lucía y Azul se encuentran nadando, mientras, Emiliano y Esteban conversan.

—Amigo, ¿qué te parece este lugar? —pregunta Emiliano.

—¡Hermoso!

—Me alegra verte tan emocionado.

—Emiliano, por cierto, ¿por qué este lugar tiene ese nombre tan extraño?

—Te seré sincero, no lo recuerdo con exactitud. El nombre tiene su historia, una historia vieja que mi papá suele contar cada que venimos de paseo a este lugar. Yo nunca le pongo demasiada atención. Es una historia sumamente aburrida.

Lucía y Azul salieron del agua y se acercaron a ellos.

—Ustedes dos, aguafiestas, ¿qué no piensas meterse al agua? —reclamó Lucía.

—Sí, mi amor, ¡vamos! —acotó Azul, tomó a Emiliano del brazo y se lo llevó a nadar.

Lucía iba a ir tras su hermano y su cuñada, cuando Esteban la detuvo y le dijo:

—Lucía, espera.

—¿Qué ocurre, Esteban?

—Ustedes... quiero decir, tu familia, ¿vienen muy seguido para acá?

Lucía observó con extrañeza a Esteban por preguntarle eso, pero como no le pareció nada malo, respondió:

—En realidad, no. Ni siquiera estoy segura de cuándo fue la última vez que vinimos. Mis papás se la pasan trabajando todo el tiempo, trabajan como si fuera lo único por lo que viven. Por eso es muy extraño que pasemos tiempo en familia. Además, para serte muy honesta, este lugar es tan aburrido que, de no ser por la playa, nadie sería capaz de pasar un fin de semana aquí.

—Comprendo —dijo Esteban con un aire de decepción—. Oye, Lucía, ¿en dónde hay un baño?

—Entra por aquella puerta a la casa. Una vez dentro, cruzas la cocina, y llegarás al recibidor de la casa. Sube por las escaleras. La segunda habitación a la derecha es la habitación de Emiliano, seguramente en esa habitación se quedarán ustedes dos, usa el baño de allí con toda confianza.

Siguiendo las indicaciones que recibió de parte de Lucía, Esteban entró a la casa, y quedó maravillado con lo hermosa que es por dentro. Jamás en su vida había estado dentro de una casa tan lujosa. Cada detalle en ella era sublime, a pesar de lo rústica que era su fachada. Esteban se distraía con cada cosa que miraba. No se percató de que, en lugar de girar a la derecha como Lucía le había indicado, lo hizo a la izquierda. Y terminó metiéndose en otra habitación.

Aquella habitación, tal como el resto de la casa, era preciosa. Esteban quedó deslumbrado, sobre todo, cuando se dio cuenta de que tiene una ventana con vistas al mar. No pudo resistirse, abrió la ventana y se quedó allí, enajenado, observando el mar. De pronto escucha un ruido que lo hace voltear a ver: se trata de Adán, saliendo del baño, completamente desnudo... La habitación en la que Esteban se había metido era la de Mayra y Adán.

Adán se impresionó al percatarse de que no estaba solo. Quedó estancado por unos segundos. Y en cuanto logró reaccionar, a como pudo, con sus manos, cubrió sus partes nobles.

Esteban comenzó a disculparse una y otra vez con el padre de su amigo. Tenía el rostro completamente rojo. Y sin dar tiempo a nada más, salió corriendo de aquella habitación y regresó a la playa. Lucía seguía donde mismo.

—¿Pudiste encontrar el baño? —le preguntó Lucía, al verlo regresar.

—Sí —le respondió él, totalmente pálido.

Lucía se percató de que a Esteban le pasaba algo.

—¿Te sientes bien? Te veo algo nervioso, ¿te sucedió algo dentro de la casa?

—No me pasó nada —mintió.

—¿Estás seguro? —ella insistió.

—Sí —intentó sonar más seguro—. Mejor vamos a nadar —le dijo para que se olvidara del tema.

—Vamos —le dijo ella.

Los cuatro muchachos permanecieron jugando en el agua por un buen tiempo. De no ser por Mayra quien llegó a buscarlos, posiblemente, ni siquiera habrían comido. Mayra se aseguró de que los cuatro almorzaron.

—Muchachos, aprovecho que están los cuatro para avisarles que Adán y yo iremos al pueblo que está aquí cerca. En la noche haremos una parrillada, así que debemos de comprar algunas cosas. Además de que Adán y yo pasaremos el resto de la tarde juntos, por lo que les suplico que se porten bien.

Adán llegó en ese momento ya listo para salir.

—Mayra, ¿nos vamos? —le dijo.

—Sí, amor, solo espérame voy por mi bolso y nos vamos.

Adán intentó hablar con Esteban sobre el incidente de la mañana en su habitación, pero Esteban en todo momento lo ignoró...

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