CAPÍTULO ESPECIAL: "Adán y... ¿Rafael?" -Tercera Parte-

2.4K 292 33
                                    

Sus palabras clavaron tan hondo dentro de mí, que al final decidí quedarme. Limpie la cocina y volví a preparar toda la comida siguiendo sus indicaciones al pie de la letra. Durante los siguientes dos meses, las clases de cocina con Rafael eran un infierno, pero yo estaba decidido a conseguir que me felicitara. Eso sucedió seis meses después, cuando al fin, después de probar mi comida, me extendió la mano para que la estrechara y me dijo "¡Felicidades, pi... Adán!".

Esa noche, Don Emiliano se había ido más temprano, y a nosotros dos nos tocó cerrar el restaurante. Cuando ya me iba para mi casa, Rafael me detuvo y me invitó a ir a cenar. Yo acepté. Estaba nervioso porque creí que un chef como él, iría a un restaurante de lujo, y yo no estaba vestido apropiadamente (él tampoco, pero él es excentrico). Mi sorpresa fue grande cuando fuimos a un puesto callejero de tacos. Creí que comeriamos allí, pero no, me dijo que iriamos a su lugar especial. Caminamos bastante, subimos por un cerro, el cual en la cima tenía una casa a medio construir. Subimos a la terraza de aquella casa, trepando por un árbol que tenía a la par. Al subir, mis ojos se llenaron de la visión más hermosa: desde allí se veía toda la ciudad. La vista de noche, con todas aquellas luces encendidas, era simplemente espectacular.

Comimos los tacos en un ambiente de mucha alegría. Por primera vez me dí cuenta que aquel pelirrojo que me había amenazado con una navaja el día que me conoció y que siempre parecía andar de mal humor, también podía reir (y su sonrisa era hermosa). Yo pensé que había arruinado todo cuando, sin querer, justamente le hice ese comentario. Él río, y me contestó que en parte tenía razón de pensar así, que su facha y actitud no decían lo contrario, pero que prefería que la gente lo viera hacerse el duro antes de dejar que lo fueran a lastimar. Sacó un cigarrillo, lo encendió y me contó un poco sobre su familia, como fue que llegó a interesarle la cocina y que su hermano Emiliano fue el único que siempre lo apoyó en todo. También me contó que unos años atrás había estado a punto de casarse, pero que su novia lo dejó por irse con su mejor amigo. Sentí pena por él, toda aquella imágen que me había hecho se desmoronó. Era como si estuviera frente a otra persona. Y el tiempo se nos fue conversando. "¿Quieres ver algo espectacular?, me preguntó repentinamente. Yo asentí. De inmediato se acostó en la terraza y me dijo que hiciera lo mismo. Mis ojos no podían con tanta belleza, el cielo desde allí se veía simplemente fenomenal, y acompañado con la calma de la noche, el viento soplando con ternura y escuchando únicamente a los grillos cantar todo aquello era simplemente indescriptible. No se en que momento, pero cuando sentí ya nos estabamos besando apasionadamente. Yo nunca había besado a ningún otro hombre antes. Sus labios me supieron a gloria, era como si nuestras almas se hubieran encontrado. Esa noche, allí mismo hicimos el amor. Me sentí feliz de entregarme a él. Lo mejor de todo fue que yo también lo sentí mío. Nunca en la vida había sido tan feliz. Deseaba que el tiempo se detuviera para los dos y para siempre. Continuamos con la misma rutina por unos meses: cerrar el restaurante, ir por tacos y subir a la terraza para estar juntos. Fueron los meses más felices de mi vida, aunque no formalizamos nada propiamente, no nos hizo falta, pues a nuestra relación no le era necesario ponerle una etiqueta.

Nada parecía poder empañar mi alegría, de no ser por aquel día, cuando después de casi dos años sin saber de mi familia, recibí una carta de mi mamá. De alguna manera averiguó mi dirección y me la envió. La  carta era para informarme del estado de salud de mi papá y para pedirme que, aunque ella creía que no lo haría, si por alguna razón decidía ir a "Epribe", que no lo hiciera, que mi papá nunca pudo perdonarme el que me fuera y que, aún en su lecho de muerte no quería saber de mí y mucho menos verme. Dos meses después me llegó otra carta para informarme que mi papá había fallecido. Ese día me sentí tan mal que no quise ir a trabajar. Esa noche tenia en mi puerta a Rafael, con unos tacos; había llegado a averiguar que había sucedido conmigo. Luego de contarle pasó toda aquella noche consolándome. Me sentí tan amado. Que me convencí que aquella felicidad no se iba a terminar jamás...

Adán y Esteban Donde viven las historias. Descúbrelo ahora