—Te hice una pregunta y si no me respondes de inmediato llamaré a la policía —Escuchó que le dijeron mientras sentía como le doblaban, a cada momento que pasaba, con más fuerza, su brazo.
Esteban no podía decir nada, estaba totalmente paralizado por el miedo. Por su cabeza se cruzaban infinidad de pensamientos; todos fatídicos. Lo que más quería en ese momento era gritar para pedir ayudar, pero quien lo tenía inmovilizado, también le había tapado la boca con una mano. Su corazón latía muy rápido, las piernas le temblaban y las fuerzas de todo su cuerpo habían comenzado a abandonarlo.
—¡Mayra!... ¡Lucía!, ¡Emiliano! —gritó aquel sujeto.
Esteban no comprendía cómo era posible que esa persona se supiera los nombres de los miembros de la familia de su amigo. De pronto, las luces de la cocina se encendieron.
—¡Adán, suéltalo! ¡¿qué se supone que crees que estás haciendo?! —gritó Mayra, molesta y, por fin, aquel sujeto soltó a Esteban—. Ese muchacho es un compañero de la universidad de Emiliano y, además, es su amigo —Mayra golpea a aquel tipo en la cabeza.
Esteban no comprendía muy bien lo que estaba sucediendo. Emiliano se acercó a él.
—Emiliano, ¿quién es es él?
—¡Mi papá!... —respondió Emiliano.
Quien había atacado a Esteban no era otro que Adán, el esposo de Mayra y padre de Emiliano y Lucía.
—Esteban, ¿estás bien? —le preguntó Mayra con una expresión de preocupación en el rostro—. ¿No te hizo mucho daño este animal?
—No se preocupe, estoy bien —respondió Esteban.
—¡Eres un bruto, Adán! ¡qué vergüenza!
—Pero es que yo...
—¡Pero nada!... ¿Por qué tienes que ser así de bruto? En fin, hombre tenías que ser. ¡Vámonos de inmediato a nuestra habitación! —le decía Mayra, a su esposo, mientras se lo llevaba jalado de una oreja.
Emiliano y Lucía se quedaron junto a Esteban, en la cocina, haciéndole compañía, hasta que se le pasara el susto. En cuanto se cercioran de que ya se encontraba bien, regresaron a sus habitaciones a dormir.
A la mañana siguiente, en la mesa del comedor estaban desayunando Mayra, Lucía, Emiliano y Esteban. Después del incidente de la noche anterior, por fin, la paz había regresado y, como si se hubieran puesto de acuerdo, nadie mencionaba nada al respecto. Todos empezaron el día listos para sus actividades de siempre. Después de comer, la primera en marcharse fue Lucía. Tras ella, a paso presuroso, salió Mayra. Los únicos que se quedaron fueron Emiliano y Esteban. Era sábado y ellos no tenían universidad. Además habían decidido tomarse un respiro y continuar con lo de su tesis después.
—Emiliano, como quedamos me vas a llevar a mi casa.
—Sí, Esteban, lo haré. Terminemos de desayunar y nos vamos.
Entretanto que ellos dos hablaban apareció Adán. Era muy temprano, pero Adán se encontraba muy bien vestido. Llevaba puesto un elegante traje en color gris, en el bolsillo de su saco llevaba un pañuelo de color rojo. Su conjunto lo complementa con una camisa de color negro y una corbata que hacía juego. Adán se veía sumamente elegante y muy atractivo.
—¡Buenos días! —dijeron los jóvenes en coro.
Adán, con una enorme sonrisa dibujada en el rostro devolvió el saludo. Misma sonrisa que, de manera inesperada, dirigió a Esteban, haciendo que este se pusiera tan nervioso que le fue imposible sostener la mirada.
Adán se sentó a la mesa a desayunar con su hijo y el amigo de este. De pronto, el celular de Emiliano sonó: quien lo llamaba era Azul, su novia. Emiliano se disculpó y se alejó para poder hablar con privacidad. Aun así, Adán y Esteban lograron escuchar que la plática no parecía ser muy amistosa que digamos.
ESTÁS LEYENDO
Adán y Esteban
RomantizmEstán por cumplirse veinticinco años desde que Adán y Mayra unieron sus vidas en matrimonio. Durante ese tiempo ellos dos han sido completamente felices: nunca han discutido por nada que no pueda arreglarse con hablar calmadamente y darse un beso. S...