Capítulo 37: "Intuición"

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A la mañana siguiente, los primeros rayos de sol comenzaron a colarse dentro de aquella habitación. Sobre la cama aún permanecían inertes dos cuerpos sin una sola prenda de ropa que los cubriera, pero cubiertos todavía de los restos de la desenfrenada pasión que habían tenido la noche anterior. El primero en reaccionar fue el más tierno de los dos que, al ver a su amante a su lado dejó escapar de sus labios una sonrisa. Se quedó mirando unos segundos, de inmediato su cuerpo reaccionó por lo que decidió salir rápidamente de la cama e ir a darse un baño.

Aquel muchacho no dejaba de recordar todas las sensaciones de la noche anterior: los nervios, la felicidad, el dolor, el placer, todo se conjugaba en su cabeza y el calor intenso que corría por sus venas no era capaz de apagarlo ni el agua de la ducha que caía directamente sobre sí, mojando su cuerpo.

Sin que lo hubiera notado, su experimentado compañero de pasión se había colado al baño y con picardía, al verlo desnudo le dijo:

—¿Necesitas ayuda?

El muchacho un tanto sorprendido se le quedó viendo de los pies a la cabeza y sin inmutarse le respondió a su picardía con otra picardía:

—¡Justo a tiempo! Es que no alcanzo a enjabonarme bien la espalda... ¿Me ayudas?

Adán, de inmediato atiende la petición de Esteban y, bajo la regadera, hacen por segunda vez el amor. Una vez consumado nuevamente aquel acto idílico, salen únicamente en toalla, a sentarse al sillón de la sala para poder conversar:

—¡Me encantó lo que ocurrió anoche! —inicia la conversación Esteban.

—¿Solo lo de anoche?...

—¡Todo! —lo besa.

—A mi también me gustó todo lo que pasó entre nosotros. Hacía tanto tiempo que no tenía una noche de placer tan intensa... me hiciste sentir vivo nuevamente.

—Adán... ¿estuvo mejor que con tu esposa?

—No creo que debamos hablar sobre ella.

—Quiero que me respondas.

—No es el momento, ¿no crees?

—¿Cuándo lo será?

—Creo que nunca. Siempre será incómodo que hablemos sobre Mayra.

—No me gusta que sigas tratándome como si fuera un niño —inicia una muy pequeña discusión entre ellos—. De los dos, creeme, que soy quien tiene los pies más plantados sobre la tierra. Confío en ti, pero no me olvido de cuales son las circunstancias que rodean nuestra relación. Hablar de ella, debería servir para unirnos, no para alejarnos.

Adán, se queda impresionado por la manera tan madura con la que le habla Esteban. Si bien, en otras ocasiones ya le había dicho cosas como esas, en esta ocasión, por primera vez, les ponía la debida atención.

—¿Cómo puedes decir cosas tan impresionantes a tu edad?

—Únicamente soy realista. Estoy consciente de que, si mañana, decidieras por cualquier motivo, quedarte con ella, quien saldría perdiendo sería yo por iluso. Al menos quiero saber que fue lo que hizo que un hombre como tú, con una vida tan perfecta, decida jugarse todo por alguien como yo.

—Mi respuesta es: que no tengo una respuesta.

—¡Cómo así! —exclama Esteban, levantando una ceja, muy confundido.

—Como lo escuchas, no tengo ninguna respuesta y eso es lo que me hace aferrarme a ti de esta manera.

—Sigo sin comprender.

—Te explico: Cuando somos capaces de definir un sentimiento, significa que ese sentimiento es falso. En el campo de los sentimientos, solo lo inexplicable es eterno.

Adán y Esteban Donde viven las historias. Descúbrelo ahora