Capítulo 57: "Una sola alma"

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—Así que no estaba equivocado —Emiliano sostiene entre sus manos la foto de su padre y Rafael—. Este tipo tuvo que ver con mi papá en el pasado.

Iba a romper la fotografía, pero se detuvo un momento a pensar... Y decidió salir de su habitación e ir en busca de Mayra, su madre...

***

—Me vas a explicar, ¿¡qué haces aquí!? —Adán le gritó con todas sus fuerzas a Rafael.

—Adán, escúchame, yo...

—¿Escucharte? Dame una sola razón por la que pueda valer la pena el que te escuche después de tantos años.

—Es que... no tengo ninguna razón.

—¡Esa es tu maldita respuesta después de todos estos años! ¡Eres un imbécil! Te apareces frente a mí solo para decirme eso —Se pasa las manos por el rostro en señal de fastidio.

—Aunque no tenga una razón, Adán, quiero que hablemos.

—Es un chiste, ¿verdad?. 

—No es ningún chiste. Lo único que te pido es que me escuches con calma, por favor.

—¿Calma? ¡cómo podría estar calmado! si lo que deseo es despedazarte la cara a golpes. 

—Supongo que fui un tanto ingenuo al venir aquí. 

—No sé a que has venido. Dime, Rafael, ¿y tu vida de ensueño? Dime, ¿ya tienes una cadena de restaurantes por todo el país?

—No tengo nada de eso, Adán. 

—¡No! Qué extraño, si sonabas tan seguro de tí aquella noche cuando me restregaste en la cara la vida que te esperaba junto a aquella tipa.

—Nada de lo que te dije aquella noche se volvió realidad. Me casé con ella, sí, pero al día siguiente de la boda la encontré en la cama con un tipo. Lógicamente nos divorciamos. Su padre, en represalia acabó con mi carrera, incluso utilizó sus influencias para dejar a Emiliano, mi hermano sin aquel restaurante en el aeropuerto. El sujeto era un tipo muy poderoso y me amenazó con matarnos a ambos, por eso Emiliano y yo decidimos irnos del país.

—Así que por eso el restaurante estaba cerrado en aquella ocasión —pensó Adán.

—Puedes o no creerme, pero lo que te acabo de decir es la verdad. Yo pagué por lo que te hice, y lo pagué muy caro.

—Aquella vez me dijiste que así era el mundo gay. Gracias a ti me quedo en alma la idea de que amar a otro hombre solo significa que va a doler, que no existe amor entre dos personas del mismo sexo... dime, Rafael, ¡era necesario que me destrozaras el corazón así! —comenzó a llorar—. Yo te amaba con locura, con cada fibra de mi ser. Me hiciste sentir asco de mí, de lo que yo era, ¿eso te parece que era justo?.

—Adán, no sigas, tus palabras son como navajas que me estar cortando por dentro —Rafael también llora.

—Eso no es nada para lo que realmente te mereces —suspira, se limpia las lágrimas y se ve un poco más calmado—. Pero tampoco me serviría de nada, nada va a borrar todos estos años de dolor, ¡nada!. Ni golpearte, ni odiarte... nada podría hacer que el tiempo regrese para mí.

—¿Eso significa que me perdonas?

—¿Perdonarte?, no te confundas, Rafael —recordó su plática con Mayra, en su lugar especial, después de su fiesta de aniversario y comenzó a emular las palabras que había escuchado en aquella ocasión—. No puedes aparecer después de tanto como si nada, pretendiendo que hablemos y haya una reconciliación de esas donde es borrón y cuenta nueva, nos estrechemos las manos y salgamos de aquí a tomarnos un trago como si nada hubiera pasado. No, Rafael, no te equivoques, la vida real no es así de fácil.

Adán y Esteban Donde viven las historias. Descúbrelo ahora