—Licenciado Adán, con permiso —Sandra entra a la oficina de su jefe y lo encuentra recostado sobre su escritorio—. La Señora Mayra me dijo que le trajera un vaso de agua.
Adán se encuentra tan perdido en sus propios pensamientos que es incluso, en ese momento, incapaz de escuchar a su secretaria por más que esta le habla.
—¿Licenciado? —se acerca cada vez más—. ¡Licenciado! —Sandra tiene que recurrir a los gritos para hacerlo reaccionar, luego de que, incluso, el moverlo un poco no había funcionado.
—¡Qué ocurre! —Adán levanta el rostro sumamente asustado.
—Licenciado, ¿se siente usted bien? —le deja el vaso de agua sobre el escritorio.
—Yo... bien... ¡Claro! Dame una razón para no estarlo.
—Pues la cara que tiene dice todo lo contrario. Todos los que vinieron hoy a esta oficina salieron con gestos de satisfacción y gozo en sus caras, pero con usted, tal parece que ocurrió todo lo contrario. Usted es el único que se ve con cara de disgusto. En resumidas cuentas, en esta oficina parece que hubo una guerra, misma que usted perdió y ellos ganaron.
A Adán se le escapa una sonrisa ante el comentario que le acaba de hacer su secretaria y, motivado por lo que le dijo, le responde:
—Posiblemente no estés tan alejada de la realidad, Sandra.
—Eso no suena nada alentador.
—No te preocupes. Y muchas gracias por el vaso de agua.
—Licenciado, si hay manera en que lo pueda ayudar no dude en pedirmelo.
—En estos momentos no hay nadie que pueda ayudarme, pero con la intención que tienes, con eso ya estás haciendo mucho. —aprieta los labios para fingir una sonrisa—. Por favor, por ahora, retírate y déjame solo.
—Licenciado, de...
Adán la interrumpe y agrega:
—Y, sin importar quien llame o venga a verme, a todos les dices que no estoy y que no tienes manera de comunicarte conmigo. Sandra, ¿me ayudarías con eso?
—Esta bien, Licenciado.
Sandra sale de la oficina de Adán sumamente preocupada por él. Para ese momento era ya casi medio día, estaba a punto de salir a almorzar, por lo que una idea cruzó por su mente: sacó su celular de su bolso y de inmediato marcó a alguien con quien quedó de verse para comer, en una cafetería ubicada muy cerca del bufete. Antes de irse, Sandra, volvió a entrar a la oficina de Adán, y le ofreció pedirle algo para que almorzara, a lo que esté se negó por más que le insistió. La preocupación en ella, por su jefe, creció aún más.
Fue muy puntual para llegar a la cafetería, pero a pesar de eso, cuando ella llegó, la persona con la que se había citado ya la estaba esperando. Se apresuró hacia la mesa y, cuando llegó, tuvo que disculparse por no haber llegado antes.
—¿Por qué me citaste aquí? —le preguntaron sin permitirle que terminará de disculparse.
—Porque estoy convencida de que tú eres la única persona que puede hacer algo, Esteban —respondió muy convencida de lo que decía.
—A qué te refieres con "hacer algo".
—¿¡Qué te pasó!? ¿por qué tienes esos moretones en la cara? —le preguntó ella, haciendo más relajo del necesario.
—¡Nada! —Esteban le responde—. Olvida eso y mejor dime qué es lo que sucede.
—Eso deberías de decirmelo tú.
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Adán y Esteban
Roman d'amourEstán por cumplirse veinticinco años desde que Adán y Mayra unieron sus vidas en matrimonio. Durante ese tiempo ellos dos han sido completamente felices: nunca han discutido por nada que no pueda arreglarse con hablar calmadamente y darse un beso. S...