Capítulo 17: "El aniversario de Mayra y Adán" -Parte Final-

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Esteban es quien desciende de aquel taxi. Justo en el momento en el que Mayra y sus hijos salen del salón. Al verlos, paga rápidamente al taxista y corre a su encuentro. Se percata de inmediato que algo no esta bien: Mayra, llora y, a Lucía y Emiliano, se les ve molestos.

—Buenas noches —ninguno le responde el saludo—. Mayra, ¿qué tiene? ¿se siente bien? —le pregunta, pero no obtiene respuesta— Emiliano, Lucía, ¿qué ocurre?

—Disculpa, amigo. Nosotros ya nos vamos.

—¿Irse? ¿Por qué se van, Emiliano? —pregunta visiblemente perplejo— ¿Acaso la fiesta ya se acabó?

—Para mi madre, mi hermana y para mí, ya. Y disculpa, Esteban, no quiero ser grosero contigo, pero nos urge irnos. Yo te busco después para que conversemos —Emiliano, Mayra y Lucía dejan parado a Esteban. Le hacen parada a un taxi, se suben y se van.

Esteban, tras esto, se queda con más preguntas que respuestas. Cuando estaba por entrar, ahora ve a Azul junto a sus padres salir del salón. Azul se acerca a saludar a Esteban mientras su padre pide al valet parking su auto.

—Azul, ¿tú también te vas? Primero veo irse a Emiliano, Lucía y la señora Mayra. Ahora tú y tus padres. ¿Qué está pasando? ¿Por qué todos se están yendo?

—No soy la persona indicada para responderte a eso. Discúlpame. Solo te puedo decir que viniste muy tarde, ya todos los invitados se están yendo. Allí dentro ya no queda un solo motivo por el cual se deba festejar. Adiós, Esteban, nos vemos otro día —Azul se despide del muchacho con un beso en la mejilla.

Y tal cual como Azul le había dicho, el resto de los invitados comenzaron a salir del salón. Esteban se siente, ante esto, todavía más confundido. Observó su reloj, y se percató que aún era muy temprano como para que la fiesta acabara. Todo era tan extraño que, después de meditarlo por un instante, decide entrar para averiguar lo que había ocurrido. El salón ya se encontraba completamente vacío, sin invitados, sin músicos, sin meseros. Después de echar un vistazo rápido, se percata que aún queda alguien en el salón: Adán está en la barra con una botella de whiskey a medio terminar. Se le ve muy mal. Por lo que decide acercarse para hablar con él:

—Licenciado.

—Esteban, ¡por fin llegas! —Adán tiene los ojos llorosos.

—Sí. Perdón, es que tuve algunos contratiempos —se justifica.

—No tienes porque disculparte. Como verás, ya no importa. Mi amigo, me parece que viniste por nada.

—¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué todos se fueron ya? Se supone que la fiesta terminaría a las tres de la mañana. No es ni media noche. ¿Qué ocurrió?

Adán estaba por responder a las preguntas de Esteban, cuando, de repente, fueron interrumpidos por Zia y Fernando, quienes, todavía, permanecían en el salón. Él primero en hablar fue Fernando:

—Adán, yo me encontraba afuera del salón, esperando a Zia, cuando ella llegó y me contó lo que había sucedido. Quiero decirle que todo es un malentendido. Su esposa y yo no estábamos haciendo nada malo, solamente platicábamos. Es más, fui yo quien tuvo el atrevimiento de pedirle a su esposa que me permitiera acompañarla. Por favor...

—¡Váyase de aquí! —Adán no le permite continuar hablando.

—Adán...

—Zia, dile a tu cuñado que se vaya. No quiero hablar con nadie. Váyanse los dos, por favor.

—Sí, está bien, nos retiramos. Lamento, de corazón, que las cosas acabaran así —Adán la ignora por completo—. Adiós —intenta despedirse de beso de Adán, pero el no se lo permite.

Adán y Esteban Donde viven las historias. Descúbrelo ahora