—Vine, porque necesito que hablemos.
—Hablar, ¿sobre que?.
—Esteban, ¡por favor! —Mayra le alza la voz—. Tú, sabes perfectamente sobre quien.
Estebán toma valor y le responde:
—Esta bien, hablemos. Pasa adelante.
Mayra se queda en la puerta.
—¿Qué ocurre? ¿por qué no entras?
—¿Podríamos ir a otro lugar?
—No, hablaremos aquí —Esteban le responde de manera tajante a Mayra.
—¡Te lo suplico! El simple hecho de venir y pararme frente a ti, en estas circunstancias, me resulta difícil de aceptar y, sobre todo, mantener la calma es un verdadero reto.
—Lamento esta situación mas que cualquiera, pero no me moveré de aquí por mucho que me insistas.
—Acaso, ¡¿tú inención es humillarme?! Al pretender que hablemos en esta casa, donde seguramente, en muchas ocasiones tú y... Apíadate de mí y vamos a otro lugar a hablar.
—Ya te dije que, aunque insistas, no cambiaré de opinión. Así que date prisa y toma una decisión, ¿lo tomas o lo dejas?.
A Mayra no le quedó más remedio, al ver a Esteban en esa actitud, que aceptar. Pasó adelante y, como si buscara algo, miraba insistentemente para todos lados. A Esteban le resultó incómodo verla hacer eso, e irritado por su comportamiento, le dijo:
—Disculpa, Mayra, pero Adán no está aquí.
—...
Esteban le ofreció asiento a Mayra, y se dispusieron a conversar:
—Te escucho, ¿qué me quieres decir?
—Acaso, no resulta evidente —Mayra se pone de pie.
—Mayra —Esteban, preveyendo que la situación se salga de control, decide, también, ponerse en pie—. Si veniste a discutir, entonces, te voy a tener que pedir que te...
De manera inesperada, antes de que Esteban, pudiera terminar de hablar, Mayra se puso de rodillas ante él.
—Mayra, ¿qué haces? —le preguntó totalmente desconcertado.
Mayra se puso a llorar, y entre sollozos le responde:
—Mi intención al venir a verte, en ningún momento, ha sido para venir a discutir. Yo... yo... yo vine a pedirte que no me quites a mi marido —se abraza a los pies de Esteban—. Te lo imploro, por lo que más quieras, ¡no me dejes sin el gran amor de mi vida!
Esteban se quedó petrificado, nunca se hubiera imáginado una reacción así de Mayra. Su mente no procesaba con claridad la situación. No tenía idea de lo que debía hacer. Tardó unos minutos en comprender que, aquella mujer, se estaba humillando ante él. Fue entonces cuando salió de su asombro y logró reaccionar.
—No hagas esto —le dijo mientras la levantaba del suelo, y la ayudaba a sentarse de nuevo.
—¡No me importa! Haré lo que tenga que hacer, para no perder a Adán.
—Mayra, esto es...
—Sé muy bien que lo arroje a tus brazos con mi absurda indiferencia. Pero, Adán, me ama. Es imposible que en un par de meses se hayan borrado veinticinco años de matrimonio. Él solamente se encuentra confundido. Tienes que entender que lo suyo no tiene ningún futuro. Por eso, Esteban, quiero pedirte que te alejes de él. Y, tranquilo, no te preocupes por herirlo al hacerlo, no sería la primera vez que ayudo a Adán, a salir de este tipo de... errores. En el pasado pasó algo similar, y fui yo, quien lo ayudó a retomar el camino correcto.
ESTÁS LEYENDO
Adán y Esteban
RomanceEstán por cumplirse veinticinco años desde que Adán y Mayra unieron sus vidas en matrimonio. Durante ese tiempo ellos dos han sido completamente felices: nunca han discutido por nada que no pueda arreglarse con hablar calmadamente y darse un beso. S...