Capítulo 40: "Una cena que sabe a desahogo"

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—¿Tú? ¿qué haces aquí? —le preguntó Adán.

La mujer se ríe por la forma en la que Adán, se sorprende al verla. Y le dice:

—¡No me veas así! Tal parece que viste al demonio. 

—Disculpa, no es mi intención.

—¡Qué casualidad encontrarnos aquí!, pero dime ¿dónde está Mayra?...

Mientras aquel inesperado encuentro ocurría, Jaime, por el gran cariño que le tiene a su jefa la invitó para que se fuera con él a su casa, para que cenara junto a él y su esposo. Mayra, al principio se resistió mucho a la invitación, pero luego de que le insistiera bastante, finalmente terminó accediendo.  Al final de la jornada laboral ellos dos salieron con rumbo al centro de Gazebo, que es donde queda la casa de Jaime.

—Te agradezco tanto el que te preocupes por mí, Jaime. Eres un gran amigo, pero me da muchísima pena darte molestias.

—¿¡Otra vez con eso!? Para mí y el gordito, es un verdadero placer recibirte en nuestro hogar. Le llamé antes de que saliéramos de la oficina, él ya sabe y nos va a preparar una de sus especialidades para cenar. 

—¿No fue hoy al trabajo?

—Hoy es su noche libre. Por lo general aprovechamos para salir los dos a cenar a algún lado, pero esta ocasión, por ser tan especial, nos quedamos guardaditos en casa.

—Gracias, amigo —Mayra, abraza a Jaime.

Los dos se bajan del auto y entran a la casa. De inmediato perciben un aroma exquisito en el ambiente por lo que se dirigen a la cocina. En ella se encuentra Enrique, el esposo de Jaime, preparando la cena.

—¡Bienvenidos a casa! —les da la bienvenida con una sonrisa. A su esposo lo abraza y lo besa en los labios.

—Hola, Enrique —Mayra, lo saluda con un beso en la mejilla.

—¡Me da mucho gusto volverte a ver! ¡Es magnífico que tuvieras el tiempo para venir! ¡Hace ya mucho tiempo que no nos visitabas! ¡Nos tenías abandonados!

—Jaime, insistió en que debía de venir. Ya sabes que cuando algo se le mete entre ceja y ceja, es imposible hacerlo cambiar de opinión.

—Lo sé a la perfección. No en balde he pasado más de diez años casado con él.

—¡Ay, que sufrido! —le dice Jaime y le da un golpe en el hombro.

—Sí, muy sufrido, pero ha sido el sufrimiento más hermoso que he tenido en esta, y por otras diez vidas más.

—¡Baboso!

—Te amo.

—Mayra —le habla Jaime—. Voy a subir a mi habitación a cambiarme, te encargo que vigiles, mientras tanto, a este hombre para que no pueda escabullirse de aquí hasta terminar de cocinar la cena —Jaime, besa a su esposo y se va.

—Siempre me ha parecido muy lindo el verlos juntos. La manera en la que ustedes se aman es única —le dice Mayra a Enrique con un dejo de tristeza y anhelo en la voz.

—Te escucho triste. ¿Acaso nada ha mejorado entre Adán y tú?

—Van de mal en peor. Con decirte que se fue de viaje por una semana, sin haberme avisado nada antes de partir. Eso nunca había sucedido, antes.

—Un pájarito me contó algo sobre ese asunto.

—Ese pájarito se llama Jaime, ¿verdad?

Enrique, solamente le sonríe.

—¡Qué vergüenza!

—¿Vergüenza? ¿por qué? Vergüenza es robar y mira las cárceles cada vez se llenan de más personas. Todos los matrimonios tienen... malas rachas. 

Adán y Esteban Donde viven las historias. Descúbrelo ahora