EPÍLOGO

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"El amor es un sentimiento que, cuando es verdadero, se nos pega tanto a los huesos, que en cada paso que demos junto al ser amado sentiremos un choque de energía."

—¡Papá Esteban, papá Esteban! —Bela gritaba mientras corría por los pasillos de aquel centro comercial—. ¡Cómprame esto!... ¡quiero aquello!... ¡y también esto que está aquí! —le señalaba cada cosa que veía por las ventanas de las tiendas.

Esteban corre detrás de su pequeña hija de seis años, la cual tiene la energía de un ejército de hombres adultos.

Cinco años han pasado desde que Esteban y Adán viven juntos como pareja, cuatro años  y dos meses desde que pudieron por fin casarse y dos años desde que adoptaron al par de gemelos, Bela y Niac. En todo este tiempo han sido felices, aunque ha sido complicado adaptarse a la vida en otro país, eso no ha sido impedimento para que su amor vaya creciendo cada vez más.

—Bela, hija, te prometo que después te compraré todo lo que tú quieras pero, por favor, por ahora tenemos que comprar las cosas que nos encargó tu papá Adán.

Bela cruzó los brazos haciendo un berrinche. Esteban la observó con ternura, bajo a la atura de su pequeña hija y le dijo:

—Mi amor, lo que ocurre es que dentro de poco tiempo nos visitará alguien muy especial para tu papá Adán, él quiere que hagamos una fiesta para este invitado y por eso nosotros debemos de ayudarlo.

—¿Quién es ese invitado, papá?... ¿Es tía Malibú?

—No, no es ella, pero cuando llegue esa persona la conoceras.

La niña, en la inocencia de su edad, termina aceptando las palabras de su padre, pero no queda del todo conforme con ellas. Los dos entran a una librería para que Esteban busque un recetario que Adán le pidió. Esteban queda absorto entre tantos libros de cocina, por su parte, Bela, se aburre de inmediato de estar allí. Sin que su padre se de cuenta, en un descuido de este, ella sale del lugar tras un niño que lleva un globo. Para mala suerte de la pequeña, lo pierde de vista rápidamente y, ahora, ella está perdida también. Empieza a buscar a Esteban con desesperación, pero al no verlo por ningún lado comienza a llorar.

—¿Qué te pasa, pequeña? ¿por qué lloras? —le pregunta un sujeto que se le había acercado al verla llorar.

Pasó un buen rato antes de que Esteban se diera cuenta de que Bela ya no estaba con ella en la librería. Comenzó a buscarla por los pasillos, le preguntó a los empleados y, al nadie darle una respuesta, dejó tiradas las cosas que ya había comprado y salió del lugar a buscar a su hija. Mientras caminaba por el centro comercial sintió un terrible bochorno que no lo dejaba pensar con claridad... Un gran alivio sintió en su corazón, cuando al fin, después de unos angustiosos y terribles momentos,  encontró a Bela, comiéndose un helado, sentada de lo más tranquila, en la orilla de la fuente instalada en el corazón del lugar

—Bela, hija —corrió hacia ella, la abrazó con todas sus fuerzas y, después, revisó que se encontrara bien.

—Hola, papi Esteban —le respondió la niña, totalmente ajena a los momentos de dolor que acababa de sentir su padre.

—¿Qué haces aquí? ¿por qué te saliste de la tienda sin avisarme?

—Es que ví a un niño que llevaba un globo, y yo quería jugar con ese globo.

—¡No tienes idea del gran susto que me hiciste pasar!... Por cierto, ¿y ese helado? ¿cómo lo conseguiste?

—Se lo compre yo.

Esteban voltea a ver.

—Hola, papá Esteban.

—¡Emiliano! 

Adán y Esteban Donde viven las historias. Descúbrelo ahora