Adán se dispuso a buscar a su esposa y, por suerte, casi de inmediato, la encontró.
—Mayra...
—¡Mi amor! —le responde ella con ternura a su esposo en cuanto lo ve— Sabes, ¡me siento inmensamente dichosa! La fiesta esta hermosa, divina... ¡simplemente perfecta! —lo abraza.
—Me alegra mucho el escuchar que te gusta. Porque sabes, mi amor, verte así, tan feliz, a mí me hace muy dichoso —le da un beso en la frente—. Pero, por ahora, necesito que vengas conmigo, quiero presentarte a una persona sumamente importante.
—¿De quién se trata?
—De uno de los mejores clientes con los que cuenta el bufete: Eduardo Zachrisson Castillo.
—¿Zachrisson Castillo?, ¿estás hablando del dueño del Consorcio Universal?
—El mismo.
—Nunca me habías contado que entre tus clientes había alguien tan importante como él.
—Por ahora eso no importa. Lo importante es que no vino solo, lo acompañan su esposa y su hermano, y quieren conocerte.
—Mi amor, no quiero ser grosera, pero aún hay invitados que están llegando y tenemos que darles la bienvenida. Todos nuestros invitados son igual de importantes, Adán. Pero te propongo una cosa.
—A ver, dime.
—Terminemos de recibir a todos los invitados, y una vez hayamos terminado de hacerlo, vamos con Zachrisson y su familia para que me los presentes y platicamos con ellos todo lo que tú quieras, ¿estás de acuerdo? —Mayra le hace ojitos a su esposo para convencerlo.
—En veinticinco años que llevamos de casados, jamás he podido decirte que no, cuando me vez de esa manera —Adán se sonroja un poco.
—Por eso te amo tanto —responde ella con una sonrisa pícara en el rostro. Adán y Mayra continúan recibiendo a sus invitados...
Han pasado, aproximadamente, dos horas desde que la fiesta de aniversario de Mayra y Adán dio inicio. La mayoría de sus invitados ya se han hecho presentes. Entre los aún ausentes, hay uno que resalta: Esteban, quien todavía permanece tirado sobre su cama, viendo el techo y debatiendo consigo mismo si debe o no debe asistir. Durante este tiempo, ha recibido varias llamadas de parte de Emiliano; todas las ha dejado perderse sin contestar.
—¿Qué hago? —se preguntó, tras dejar que se perdiera una llamada más de Emiliano...
De regreso al salón de fiestas, los meseros han comenzado a servir la cena a los invitados, una cena sumamente elegante, muy de acorde a la ocasión. Una cantante con su impresionante voz ameniza la velada. El ambiente en aquel salón es sumamente agradable. Todos los presentes comparten con sinceridad fraterna la felicidad del par de cónyuges.
Adán, de manera sorpresiva, pidió que se detuviera la música, y subió al escenario con una copa de champagne en la mano derecha, tomó un micrófono y, con un brillo especial en su mirada, comenzó a dirigirse a sus invitados:
—Hoy, hace exactamente veinticinco años, uní mi vida en matrimonio a la mujer más maravillosa de este mundo. El día en que la conocí, jamás imaginé que se volvería mi compañera de vida, que escribiría su nombre en mi alma con tinta indeleble —Adán dirige su mirada hacia Mayra—. A su lado he tenido las experiencias más gratificantes que se puedan imaginar. Esa mujer que ven allí, entre todas las maravillosas cosas que me ha dado, me entregó la mayor alegría que una esposa puede darle a su esposo: Lucía y Emiliano, mis dos maravillosos hijos, a los cuales amo incondicionalmente. Lo único que me entristece del asunto es que, sin importar cuanto me esfuerce o que cosa haga, no existe manera alguna, que sea proporcional, en la que pueda devolverle una alegría de ese tamaño.
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Adán y Esteban
RomanceEstán por cumplirse veinticinco años desde que Adán y Mayra unieron sus vidas en matrimonio. Durante ese tiempo ellos dos han sido completamente felices: nunca han discutido por nada que no pueda arreglarse con hablar calmadamente y darse un beso. S...