Capítulo 43: "Últimas palabras"

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—Me parece muy extraño que Joaquín no haya regresado —una preocupada Isabel está va de dar vueltas por su casa sin poder dormir—. ¡Ya es muy tarde! ¿pasaría algo? ¡Ay no! —dijo mientras se persignaba—. De seguro no debe de tardar, y yo aquí de preocupona. Por eso siempre me regaña, por exagerada. Mejor me voy a mi cuarto a dormir —el teléfono de la casa comienza a sonar y ella presurosa va y lo responde: 

—Diga.

—...

—Con ella habla

—...

—¿¡Qué!?... ¿¡cómo?! ¿¡qué está diciendo señorita? —se lleva una mano a la boca.

—...

—¿Qué fue lo que le pasó a mi marido? —Isabel comienza a llorar.

—...

—Sí, señorita, yo voy de inmediato para allá —cuelga el teléfono.

—Joaquín, ¿y ahora qué hago? —se hinca frente a una imágen de un Cristo crucificado que tiene en un altar que está en la sala—. ¡Señor! —dice gritando—. ¡Te suplico que no te lleves a mi viejo! no me castigues así. Señor,  ¿¡qué voy a hacer sin él!? —lloró por unos minutos, hincada en el suelo hasta que, como si alguien le hubiera respondido salió corriendo de inmediato a tomar el teléfono y comenzó a marcar.

Esteban, rendido por lo largo del camino se había quedado dormido. Adán escuchaba su música de siempre mientras conducía. El celular de Esteban comenzó a sonar, haciéndolo despertar de inmediato.

—Hola, mami —le dijo todavía somnoliento.

—¡Hijo! —le dijo Isabel con unos gritos desgarradores.

—Mamá Isabel, ¿qué tienes? ¿por qué estás llorando? —la expresión en su rostro cambió de inmediato. Adán al verlo así se preocupó y parqueo el auto a un lado de la carretera.

—Tu papá, tu papá —le repetía.

—Mamá, tranquilízate, y dime que pasó con mi papá.

—¡Se accidentó en la grúa! —le dijo con mucho esfuerzo—. Está en el hospital y, y, y... me dijeron que es posible que no sobreviva.

Esteban tuvo que hacer un enorme esfuerzo para contenerse y no ponerse a llorar, aunque algunas lágrimas rodaron por sus mejillas. Le resultó muy difícil debido a que había que ser un desalmado para no conmoverse por la manera con la que Isabel le hablaba.

—Esteban, ¡te lo suplico! tienes que venir de inmediato a Sivitaz.

—Sí, mamá. De inmediato salgo para allá.

—Yo voy para el hospital de la ciudad para estar al pendiente. Allí te espero.

—Sí, yo llego. Y, por favor, trata de estar tranquila.

—No puedo prometerte eso, hijo, pero por ti haré un esfuerzo —cuelga la llamada y sale hacia el hospital.

Esteban queda prácticamente en shock por la noticia. Adán, al verlo así, le pregunta:

—Esteban, ¿qué sucede?

—Mi papá, mi papá —le responde casi con balbuceos.

—¿Qué le sucede a Joaquín?

—Se está muriendo. Voy a perder a otro papá —recuerda la muerte de André—. 

Adán, le toma la mano y empieza a tratar de calmarlo.

—Adán, por favor, llévame a Sivitaz, necesito estar con mi mamá.

—No te preocupes, amor. De inmediato nos vamos para allá.

Adán y Esteban Donde viven las historias. Descúbrelo ahora